Renzo observó la mesa de Julieta durante mucho tiempo y respondió:—La apariencia de esa mujer es casi idéntica a la de la señora. Sin embargo, no hay nada especial en su comportamiento. Es difícil de decir.—¿Es posible que haya dos personas que sean idénticas? —preguntó Leandro.—Existen tales casos —respondió Renzo.Después de una pausa, Renzo vaciló por un momento, reunió coraje y dijo:—Señor, ¿podría ser que la señora haya perdido la memoria?¿Amnesia?Él había investigado el incendio en la cárcel y, de hecho, había cosas que no cuadraban.Todos los testigos afirmaban que Julieta era la única persona en la enfermería aquella noche. Sin embargo, en realidad, hubo dos personas que desaparecieron de la prisión esa noche.Y daba la casualidad de que la otra persona desaparecida era una prisionera condenada a muerte.Aunque no se encontraron más problemas y, ya se encargaron del pirómano, este asunto siempre había atormentado la mente de Leandro.En opinión de Renzo, esta era la carga
Después de regresar a casa, Julieta seguía mirando la invitación. Era bien consciente de la situación financiera del estudio. Cada vez que le faltaba dinero, Ismael le hacía una transferencia. Él también había proporcionado el capital inicial para establecer el estudio. Sin embargo, habían pasado cuatro años, y ella todavía no había sido capaz de devolverle el dinero. Se sentía avergonzada cuando pensaba en eso. Por otro lado, cada vez que pensaba en algo relacionado con Leandro, se sentía inquieta.—Hermana, ve al evento. Es bueno hacer más contactos —dijo Jared. Luego le pasó un vaso de jugo y añadió—: Hermana, no puedes quedarte aislada para el resto de tu vida. Incluso si puedes, ¿qué pasaría con Dulce?Jared sabía sobre el problema psicológico de Julieta. De hecho, no quería presionarla para que saliera. Sin embargo, Dulce estaba creciendo cada día más y su mundo se estaba expandiendo. El aislamiento no era la respuesta a su problema.Julieta le miró, sonrió ligeramente y di
Julieta observó el anillo y se perdió en sus pensamientos.Era imposible que se equivocara.Después de cuatro años, todavía podía recordar cada detalle de ese anillo. Porque era el anillo de compromiso que Leandro le había regalado.Era único en este mundo.Hernán vio una expresión inusual y preguntó:—¿Te gusta este anillo? Puedo comprártelo.—No hace falta.Julieta forzó una sonrisa y dijo:—No me gusta.Ella tenía la sensación de que Leandro también estaba en esta fiesta. De lo contrario, este anillo no habría aparecido ahí sin motivo.Después de todo, este anillo no fue diseñado por Quintana.Pensando en eso, revisó rápidamente a su alrededor.Afortunadamente, no vio esa figura familiar en ningún sitio.Justo cuando suspiraba aliviada, una voz familiar surgió de repente desde atrás.—¿Me estás buscando?Julieta inmediatamente se quedó paralizada en su lugar, sin atrever a moverse.Su ritmo cardíaco se aceleró bastante, el corazón estaba a punto de salirse de su pecho.Clavó sus uña
Los dos se quedaron en silencio por un rato y Julieta frunció los labios.—Si no tienes nada más que hacer, me voy.Después de decir esto, se dispuso a rodear a Leandro y marcharse.Al pasar a su lado, le rozó. Leandro la alcanzó de pronto, la jaló para detenerla y sus ojos oscuros la miraron fijamente. Le dijo en voz baja:—Samuel te extraña mucho. Durante estos cuatro años ha ido al cementerio a visitarte cada vez que llegaba el día del accidente. ¿No quieres verlo?El cuerpo de Julieta se estremeció y todo su cuerpo se quedó inmóvil. Quiso seguir caminando, pero sin saber por qué, sus piernas eran tan pesadas como el plomo. No podía moverlas en absoluto.Samuel era su punto débil y eso era algo que Leandro sabía muy bien.En la mente de Julieta, la estaban amenazando con Samuel.—En cuanto a lo que pasó hace seis años, ya sé la verdad. —Leandro reprimió las ganas de abrazarla mientras decía—: También te puedo explicar lo que pasó hace cuatro años cuando estaba con… Julieta no esper
—Yo… —Julieta miró a Hernán—. Lo siento.Después de un largo rato, dijo con voz ronca:—Señor Gil, gracias por lo de hoy, pero… realmente no me interesan los hombres.Al oír sus palabras, Hernán la miró y habló como si estuviera bromeando:—¿Será que te gustan las mujeres?—No. —Con las orejas ligeramente rojas, Julieta se apresuró a explicar—: Lo que quiero decir es que no me interesan cosas como enamorarse, así que…—Entonces, ¿me dices que deje de molestarte? ¿Que deje de aparecer delante de ti? ¿Que no te mande más flores y que no te invite a cenar?Julieta se quedó helada y miró a Hernán con cierta consternación. El hombre había dicho todo lo que ella quería decir. ¿Qué más podía añadir?—¿Y si digo que sólo quiero ser tu amigo?Mientras decía estas palabras, Hernán ya había aparcado su coche a un lado de la carretera. Giró la cabeza y la miró con esos bonitos y profundos ojos.En un instante, las mejillas de Julieta se pusieron rojas como si estuvieran ardiendo. ¿Lo había entendi
Durante toda la noche, el corazón de Julieta estuvo agitado, lo que provocó que no conciliara el sueño. A la mañana siguiente, al verla con cara de cansancio y ojeras, Jared no pudo evitar fruncir el ceño mientras le aconsejaba: —Hermana, descansa hoy. No salgas.—Es lunes, tengo que ir a trabajar.—Hermana, eres una socia, no una trabajadora. No pasa nada si no vas un día.Julieta apoyó la cabeza y se sentó en la mesa.—¿Me preparas un café? Hoy tengo que entregar el primer borrador. Me queda poco, no puedo romper mi contrato.—¿Es una petición de ese tal Hernán?—¿Cómo lo sabes?Jared se mofó mientras molía el café.—Lo adiviné. Pero, hermanita, ese hombre no parece buena persona. Es mejor que te alejes de él.Dándole un mordisco a su sándwich, Julieta suspiró.—Lo sé, pero ahora es nuestro gran cliente. ¿Qué más puedo hacer? No puedo dejar que el estudio quiebre.—Hermanita. —De repente, Jared levantó la cabeza y la miró—. En realidad, puedo mantenerte.Al oír sus palabras, Juliet
Julieta negó con la cabeza.—No, no conozco a nadie con el apellido Cisneros.—¿En serio? Entonces, ¿por qué vino específicamente a verte? —Diana se rascó la cabeza. Pensó un rato, pero al final extendió la mano y empujó a Julieta hacia afuera—. Olvídalo, deja eso por ahora. También puede ser que no recuerdes el apellido de esa otra persona, así que ve a comprobarlo. No le hagas esperar en la sala de conferencias.Julieta no tenía otra opción. Sólo pudo fingir calma y entrar a la sala de conferencias.Nada más entrar vio la esbelta figura de Leandro, que estaba allí de pie. Tenía una mano en el bolsillo mientras permanecía de pie frente a la ventana panorámica.Cuando el hombre la oyó entrar, se quedó mirando la pecera colocada sobre la encimera.—El ambiente de tu estudio es agradable, me gusta.De hecho, por mucho que una persona se disfrazara, siempre revelaría inconscientemente muchos pequeños hábitos. Por ejemplo, a Julieta le gustaba tener animales acuáticos. Pero lo que le gusta
—¡Tú! ¡Sinvergüenza!La cara de Julieta enrojeció. Sus ojos miraron con maldad a Leandro, como si fuera un conejo enojado. Se veía feroz pero linda a la vez. Leandro solo había visto esa expresión en Julieta. Pero cuando pensó en el hecho de que la mujer que había estado echando de menos simplemente se negaba a reconocerlo, le dolió vagamente el corazón.Entonces la soltó, se puso de pie y se mantuvo a una distancia segura de ella.—Lo siento, hace un momento fui grosero. Te llamaré más tarde por lo del pedido del anillo. Me marcho.Tras decir esto, se dirigió a la puerta. Julieta se quedó un poco sorprendida. No entendía lo que este hombre estaba pensando, pero sabía que era peligroso. Así que recogió el cheque que tenía sobre la mesa y detuvo a Leandro, que ya estaba saliendo de la sala de conferencias.—Señor Cisneros, lo siento, no puedo aceptar este trabajo.Leandro frunció el ceño.—¿Por qué?—Usted mismo sabe muy bien cuál es la razón, ¿no?En ese momento, Diana pasaba por allí