Samuel dudó, bajó las escaleras y se sentó en el sofá: —Bien, te doy diez minutos.¿Cómo iban a ser suficientes diez minutos? Pero el corazón de Julieta estaba realmente feliz. Sonrió y se sentó al lado de Samuel.Pero en cuanto se sentó, Samuel se levantó y se sentó frente a ella. Le dijo indiferente:—Si quieres decir algo, dilo ahora.Julieta rio amargamente en su interior, ¿cómo había crecido este hermano suyo? La forma en que actuaba y hablaba era tan parecida a Leandro que ella le tenía un poco de miedo.—Samuel, yo no le he hecho nada indebido a Leandro, ni causé la quiebra de la familia Rosales. Estos dos años… —Julieta hizo una pausa mientras se mordía el labio—. No la he pasado tan bien como tú crees, deberías saberlo.—Si no lo hiciste tú, ¿alguien te tendió una trampa?Estaba claro que Samuel no se creía lo de Julieta. A ella no le sorprendía. Después de todo, Leandro tampoco le creía.—Samuel, tengo tantas cosas que decirte, y quiero saber cómo han sido estos dos últimos
Tal vez porque Julieta estaba muy excitada, sus pulmones se convulsionaron y un sabor a sangre se le subió a la garganta.Asustada, se cubrió apresuradamente con la mano y se dio la vuelta. Reprimió dolorosamente la tos y volvió a tragar la sangre.Al ver esto, las pupilas de Samuel temblaron ligeramente.—¿Qué te pasa?Recordó que ella había tosido sangre ayer en el cementerio, ¿estaba enferma?Julieta se secaba despreocupadamente las lágrimas con el dorso de la mano mientras fruncía los labios: —Estoy bien, solo tengo un poco de tos.—Ayer tosiste sangre, yo lo vi.Tras oír sus palabras, su corazón tembló ligeramente, la punta de su nariz se sonrojó un poco y no pudo evitar que sus lágrimas brotaran de nuevo.Resultó que su hermano seguía preocupado por ella. —Será porque tengo un pequeño problema pulmonar, nada importante.Samuel vio que ella no le iba a decir nada y no la presionó más. Se dio la vuelta, subió las escaleras y se metió a su cuarto.Después de estar mucho tiempo par
—Hmm. —Leandro se sentó frente a Julieta y sus ojos negros la miraron mientras decía—: Ponme un plato también.Julieta se quedó inmóvil. Estaba un poco sorprendida. Fuera de sus expectativas resultó ser negociable, pero…Ella bajó la cabeza, miró sus fideos y empujó el cuenco.—Si no te importa, puedes tomar este plato. Yo no lo he probado.—Bueno, no me importa.Tras decir esto, bajó la cabeza y le dio un bocado a los fideos. Después de tragar lentamente, la miró y dijo: —Sigue teniendo el mismo sabor, me gusta.Esto hizo que Julieta sintiera aún más inquietud en su corazón. ¿Ocultaba algo malo?Luego giró la cabeza, miró a Samuel, y no pudo evitar preguntarse en su mente si estaba actuando para Samuel. Una vez que tuvo esa sospecha, estuvo segura de que esa era la razón, y se le apretó el pecho.Sin embargo, no quiso desvelar la verdad. Se levantó y fue a la cocina a preparar la pasta.Después de todo, era la primera vez en dos años que comía con su hermano y no quería que Leandro l
—¿No es esa la verdad?Julieta estaba exasperada y no sabía qué decir. ¿Cómo podía este hombre sonar tan seguro de sí mismo?—Te aprovechaste de que estaba en coma para enviar en secreto a Dalila fuera de la ciudad antes de que despertara. Por la forma en que la protegiste, ¿no te preocupaba también que buscara vengarme de ella y la matara?Los ojos de Leandro temblaron.—No fui yo.—¿No lo hiciste? Je, quién creería eso —Julieta lo miró fríamente—. Leandro, tú mismo habías dicho que no dejarías morir a Dalila.Ella estaba segura de que había sido él quien lo había hecho. Después de todo, además de Leandro, ¿quién más tenía la capacidad de proteger a Dalila?—Julieta, ¿todavía quieres ver a tu hermano? —Leandro estaba enojado.Otra vez esta frase. Julieta soltó una carcajada. Cada vez que no podía discutir con ella empezaba a amenazarla. ¡Era obvio que tenía algo en mente!—¿Me dejarías verlo?—Depende de cómo te comportes.Julieta no tenía ninguna esperanza. Forzó una sonrisa que era
Ninguno de los dos esperaba esta escena y se quedaron congelados en el lugar.Julieta volvió en sí primero. Se adelantó y tomó la mano de Jasmine para comprobar sus heridas.—Jasmine, estás herida, todavía no estás completamente recuperada, ¿cómo puedes hacer un trabajo tan laborioso?—Estoy bien —Jasmine calmó el tono—. En cambio, estoy preocupada por ti. ¿Te hizo daño esa escoria de Cisneros?Julieta negó con la cabeza.—Hablaremos de los detalles específicos cuando entremos, déjame echarle un vistazo a tu mano primero.—En realidad estoy bien, solo me dislocó el brazo tirando de él. Conseguí que un médico enderezara el hueso y ahora está bien. —Cuando terminó, Jasmine se sacudió y se rio—: Mira, está bien.—¿Y tu pecho? Vi sangre al mediodía.Julieta no podía estar tranquila y tiró de ella hacía el interior.—Déjame ver.—Solo se abrió un poco la herida y ya conseguí que la enfermera la curara, no podrás ver nada.Justo cuando terminó de hablar, Jasmine miró a Omar: —¿Por qué sigue
Aproximadamente una hora más tarde, un repartidor en motocicleta se detuvo ante la puerta principal del chalet.Leandro estaba sentado en el coche mientras hablaba por teléfono. Vio cómo el hombre se bajaba, abría la caja de su motocicleta, sacaba dos bolsas de alimentos y luego se dirigía a la puerta de hierro para llamar al timbre.Pronto se abrió la puerta y el hombre entró.Leandro sonrió levemente. Parecía que Julieta planeaba cocinar una magnífica cena hoy.Del otro lado del teléfono llegó la voz de Renzo.—Señor, le envié la información. Tenemos que salir de la ciudad para una reunión mañana, no lo olvide.—Bien.—Señor, puede haber un pequeño problema respecto a lo que me pidió que investigara hace dos años.Leandro dijo fríamente:—¿Qué pasó?—Tenemos todos los vídeos que deberían haberse guardado hace dos años, pero el único testigo, Santiago, está muerto, y ahora no hay pruebas para demostrar muchas cosas.Lo que ocurrió hace dos años era una espina clavada en el corazón de
—¿Qué haces tú aquí?Sorprendida por un momento, Julieta entró en pánico y lo empujó.—Suéltame.Leandro la soltó mientras caminaba directo a la mesa.—¿Qué puedo hacer por ti?Justo al terminar la frase, el hombre se quitó la chaqueta, luego se remangó y sus manos largas y delgadas empezaron a seleccionar verduras de la bolsa.—Limpiaré los camarones. ¿Qué más hay que lavar?El espectáculo dejó atónita a Julieta. Había conocido a un Leandro así, hacía dos años. En aquella época solían cocinar juntos. Él siempre le rodeaba la cintura con los brazos por detrás, apoyaba la cabeza en su hombro y le susurraba palabras provocativas al oído, haciendo que ella no pudiera concentrarse en cocinar.Ahora, era como si ésta fuera su vida anterior y eso la hacía sentirse un poco aturdida.Era obvio que se habían perdido el uno al otro, así que ¿por qué tenía que volver y jugar ese papel de nuevo? ¿Intentaba conmoverla?No, ella nunca podría ser afectada por él.Julieta se mordió el labio, reprimió
Julieta quería liberarse de su abrazo, así que dijo:—Voy a preparar la cena, Samuel tendrá hambre muy pronto. Sin embargo, Leandro la abrazó aún más fuerte, presionó sus labios contra su oído y repitió en voz baja: —¿Puedes hacer paella de pulpo? —Tú no comes pulpo. —Ahora sí —respondió Leandro. Julieta se quedó sin palabras. No entendía su repentina obsesión por la paella de pulpo, pidiéndole que preparara un plato que nunca había comido.Pero no quería discutir con él por algo tan pequeño. Además, ya acababa de comprar los ingredientes. Asintió y dijo: —Está bien, cocinaré para ti.Leandro entonces la soltó y entró en la cocina para seguir lavando las verduras.“¿Por qué cambió de repente sus gustos? ¿Podría ser porque a Dalila le gusta comer pulpo?” se preguntó Julieta. Se sentía inquieta y le costaba respirar pensando en eso. Nunca entendió por qué el amor de ellos era tan frágil. ¿Es porque fueron demasiado impulsivos en ese entonces?Sin embargo, algunas cosas habían qued