—Leandro, si ya me has juzgado, ¿entonces para qué me preguntas? —expresó Julieta en un tono desafiante.Leandro la agarró fuertemente de la mandíbula y, con los ojos enrojecidos de ira, dijo:—¿Estás confesando, Julieta?—Yo era como una hija para don Camilo, siempre me trató muy bien, ¿cuál sería acaso mi motivo para matarlo? —respondió Julieta.—¡Sí, lo tienes! ¡Me engañaste! ¿Recuerdas?Julieta le lanzó una mirada vacía a Leandro durante unos segundos y luego se rio graciosamente:—¿Te engañé?Le pareció tan gracioso, como si hubiera escuchado el mejor chiste de su vida. No importaban las innumerables veces que lo explicara, Leandro seguía sin creerle y la etiquetaba como adúltera.Pero ¿y ella? Era increíble que, tras cada ataque, siempre sintiera un dolor que la destrozara profundamente.—Leandro, ¿tienes algún problema mental?—¡Julieta! —rugió Leandro.Julieta sonrió amargamente y respondió:—Pues si no lo tienes, ¿por qué insistes en ponerte cuernos a ti mismo?Leandro entrec
Al verlo, uno de los vagabundos retrocedió, mostrando gran escepticismo:—¿De verdad?—¡Claro que sí! ¡La tasa de contagio es del cien por ciento! —respondió Julieta con firmeza.Pero el otro susurró: —Wey, tal vez es una mentira, además…Justo en ese momento, un coche bastante lujoso aparecía en la oscura carretera y se dirigía rápidamente hacia los vagabundos. Aterrorizados, intentaron huir, pero escaparse ya no era una valiosa opción, y finalmente se rindieron.—¡Ay! ¡Socorro! —gritaron desesperados.Cuando los iba a chocar, el coche se detuvo bruscamente.Los tres se habían llevado un susto de muerte, en ese momento, hasta un ciego habría afirmado que el carro se dirigía directamente hacia ellos.Acto seguido, unos brillantes zapatos de cuero negro aparecieron ante ellos.—¡Auxilio, no nos mate! —suplicó incesante uno de los tres.Sin decir una palabra, Leandro pisoteó muy fuerte la mano de uno de ellos, inclinándose para luego decir con voz ronca y grave:—¿Están buscando morir?
Julieta contempló la posibilidad de salir, pero temía ser descubierta nuevamente por Leandro.—Te lo repito. Me lo puedes decir por teléfono.—Julieta, estás enojada conmigo, ¿verdad?Inmediatamente después, Julieta oyó el sonido nítido de una taza rompiéndose. Luego, Jorge habló:—Julieta, si no vienes, me cortaré las venas para mostrar mi sinceridad—¡Espera, no hagas tonterías!—Julieta, te espero en el Club Imperial.Después de aquellas palabras, Jorge colgó. Cuando ella lo volvió a llamar, nadie respondió. Frunció el ceño, sintiéndose muy ansiosa por él. Aunque confiaba poco en Jorge, después de todo, era una vida humana, que se podía perder. Además, él era un amigo de infancia; crecieron juntos y no podía simplemente dejarlo morir.En esta situación tan urgente, no le quedaba más opción que cambiarse de ropa y dirigirse al Club Imperial. Sin embargo, Julieta estaba muy renuente en ir allí, ya que la última vez fue drogada y apenas evitó un gran peligro.Y hoy, al recordarlo,
La profundidad de su obsesión le impedía superarlo completamente, incluso en los momentos en que lo odiaba, Julieta seguía enamorada de él. Sin embargo, no estaba dispuesta a darle a los demás la oportunidad de malinterpretar la situación, especialmente a Leandro.Se puso de pie y miró fríamente a Jorge, expresando con firmeza:—Jorge, hemos crecido juntos, siempre te he considerado como a un hermano. No repitas esas palabras en el futuro. Has logrado que Leandro me malinterpretara.—¿Te malinterpretó?Jorge, en un tono burlón, preguntó:—Él malinterpretó, ¿y qué? Me rompió el brazo y me amenazó, ¿pero te trató mejor después de eso?Julieta frunció el ceño, aunque ya sabía lo sucedido, todavía se sentía un poco culpable y preguntó:—Tu brazo Jorge, ¿está bien?Jorge le respondió: —Estoy bien, por suerte tan solo estaba dislocado; el médico logró colocarlo de nuevo. Aunque ahora no es tan fuerte como antes.Julieta se disculpó por esto:—Lo siento. Ten más cuidado la próxima vez. No q
Julieta, totalmente aturdida por el susto, se apoyó en los brazos de Leandro. Al ver a Ismael en ese momento confrontando a Jorge, quedó momentáneamente paralizada e intentó mirar cautelosamente a Leandro, pero notó que él no le prestaba ningún tipo de atención.En ese momento, Jorge se quedó confundido, forcejeó instintivamente y exclamó: —¡Suéltame! ¿Quiénes son ustedes?Sin aguardar la respuesta de Ismael, Leandro intervino con gran sarcasmo: —Jorge, ¿no me reconoces? Nos hemos encontrado antes.Leandro no esperaba que este hombre pudiera ser tan audaz. Después de haber sido advertido anteriormente, igual se atrevía a buscar a Julieta de nuevo.El cuerpo de Jorge se puso rígido, le miró a Leandro con miedo y le dijo, —Lean… ¿Señor Cisneros?La mano de Leandro apretó la delgada cintura de Julieta con fuerza. Con una sonrisa irónica, le afirmó:—¡Julieta es mi mujer! Aunque no la desee, tampoco puedes tocarla.Jorge estaba por morir del susto, y suplicó desesperadamente: —Señor
Sabía que Leandro había malinterpretado todo, y temía seguir siendo malinterpretada. Quería preguntarle a Jorge por qué hizo lo que hizo.De repente, le gritó: —¡Jorge, si no dices la verdad, no podrás conservar tu mano!Jorge se puso rígido por un instante y quiso hablar, pero, al final, tragó saliva y dijo:—¡Julieta, no intentes inculparme con pruebas falsas!Estas palabras enfriaron instantáneamente el corazón de Julieta, y no tenía forma de explicarlo. Después de que se llevaran a Jorge, Leandro no perdió tiempo, tomó su muñeca y caminó hacia fuera.—¡Leandro, él está mintiendo!—Julieta, no te creo.Con tan sólo cuatro palabras, Julieta se quedó sin nada.Las lágrimas desbordadas por su rostro, ella sabía que cuando lo enfrentaba, ella podría ser derrotada en cualquier momento. Ismael los persiguió unos cuantos pasos, pero al recordar el bar y la conversación sin tapujos con Leandro, se detuvo nuevamente. Después de todo, él no debía molestarla.Ser una persona que la apoyaba d
Después de subir al coche, Jasmine le entregó un sándwich a Julieta.—Come algo. ¿Ya te tomaste las pastillas?—Sí, y ya había comido, gracias.La expresión de Jasmine era seria.—Julieta, te lo he dicho muchas veces, no tienes que darme las gracias.Julieta se quedó helada mientras asentía.—Entiendo. ¿Qué más dijo el señor Soto?—No dijo nada más, solo que no tienes que preocuparte por las cosas de Camilo, que con su ayuda no irás a la cárcel.—Le creo.Ismael era el abogado más famoso de Marina. Por supuesto que con su ayuda no habría ningún problema. Pero también sabía que Dalila no la dejaría marchar tan fácilmente.Obviamente era ella la que se estaba vengando, pero se sentía muy desdichada ya que Dalila la seguía presionando.Después de llegar a la comisaría, Julieta reconoció a Jorge sin ningún problema. Aunque Jorge se veía muy demacrado después de una sola noche, le había crecido el bigote y tenía los ojos inyectados en sangre. Era evidente que no había dormido nada.Al ver a
En ese momento, en el Grupo de Cisneros, Leandro arrojó su teléfono sobre la mesa. Su rostro era sombrío.—¿Estás seguro de que ha ido a la comisaría?Renzo tragó saliva y asintió.—Sí, la señora acaba de irse.Leandro se rio fríamente. Corrió a ver a Jorge tan temprano por la mañana… ¡de verdad estaba muy enamorada de él! ¿Diecisiete años de amor se veían así? Aunque me tratabas como basura, yo te seguía tratando como a un tesoro.Leandro levantó la mano y barrió todos los objetos de la mesa.—Ve a declarar y libera a Jorge.—Señor… —Renzo se mordió el labio. Parecía un poco indeciso.—¿Hay algún problema?—Sí… —Renzo respiró hondo—. La señora acaba de hablar con la comisaría que todo es un malentendido. Propone dos días de arresto.¿Un malentendido? ¿Dos días estuvo bien?Las comisuras de los labios de Leandro se crisparon.—¿Lo está haciendo para castigar a Jorge o para protegerlo?Sentía que el pecho se le iba a romper, como si fuera un volcán en erupción. Se levantó y pateó la pa