Escuadrón 51 : Corazón en llamas
Escuadrón 51 : Corazón en llamas
Por: Lya Rogers
Una chispa

Eran las dos de la madrugada cuando sintió el olor a humo; leve al principio, debido a su puerta cerrada,

pero en cuanto reconoció el olor amargo y quemante en sus pulmones, sus ojos se abrieron de golpe y rápidamente sus instintos la obligaron a levantarse de la cama tan velozmente como pudo, pero de inmediato sintió el ardor en sus ojos y estos empezaron a lubricarse con lágrimas ardientes.

Sus pensamientos estaban dispersos a causa del sueño, pero su cerebro consiguió reconocer de inmediato la amenaza principal. Humo, que ingresaba por la rendija de la puerta, si hay humo llegando a grandes cantidades, habría fuego, y se extendería rápidamente.

Intentando recordar todo lo que sabía sobre que hacer en caso de incendio, al mismo tiempo que corría desesperada hacia la habitación contigua, agradeciendo que había tomado la decisión de crear una comunicación con la habitación de sus hijos.

La habitación del niño estaba en la parte más alejada, por lo que el humo apenas se deslizaba por la puerta principal, pero ella sabía que el único camino hacia el exterior era la escalera principal, pero no se atrevería a bajar por allí sin tener idea de cual sería el camino seguro, el niño estaba dormido, y el bebé aunque despierto y moviéndose, permaneció en silencio mientras observaba a su madre entrar corriendo a la habitación

 - Caleb, despierta, Caleb – llamó Erin desesperada mientras tomaba una manta para levantar al bebé, el niño mayor, de cinco años, ni se inmutó ante el grito, por lo que una vez que tuvo asegurado al bebé en brazos, Erin sacudió a su hijo mayor – Caleb, despierta, tenemos que irnos, hijo – gritó, el pequeño se levantó de golpe al sentirse zarandeado, sus ojos azules se llenaron de lágrimas a causa del miedo

- ¿Mami? – lloró, pero Erin sabía que no tenía tiempo para consolarlo, así que puso al bebé en brazos del Caleb y obligó a su hijo a mirarla a los ojos

- Mami ya vuelve, cuida a tu hermanito – pidió, no tenía forma de darle explicaciones, regresó corriendo a su habitación, con el terror de dejarlos solos, pero tenía que actuar. La separación de los cuartos era el baño, por lo que una vez que abrió la puerta que separaba su habitación del baño, una pared de humo denso la golpeó, tragó una bocanada de forma accidental, lo que provocó un ataque de tos y ardor en sus ojos, pero solo pudo cerrarlos y continuar, su teléfono debía estar en alguna parte de la enorme cama, pero ponerse a buscarlo en medio de la bruma sería imposible, sus ojos no lo soportarían, y no tenía tiempo, la temperatura del piso estaba aumentando, por lo que dio trompicones hasta encontrar las toallas que había lavado esa misma tarde, las tomó y como pudo corrió de vuelta hacia el baño, escuchaba el llanto de ambos niños, y su corazón se estrujó. Antes de llegar hacia donde estaba lo que ella creía que era el baño tropezó con el borde la cama, gritó. Había golpeado su rodilla, enviando una corriente de dolor por su pierna.

Cerró los ojos y un par de lagrimas escaparon, el piso bajo sus pies empezaba a ser demasiado caliente para pisarlo, se obligó a levantarse y puso las toallas bajo su brazo antes de tantear su camino hacia el baño.

Cuando finalmente encontró la perilla nuevamente, empujó con fuerza y entró al baño, tosiendo y sintiendo que su cabeza daba vueltas, sus pies ardían y el sonido de la madera al romperse a sus espaldas hizo que su corazón se detuviera. Al mismo tiempo que la madera de la puerta empezaba a quebrarse, Erin se abalanzó sobre la tina, aún tenía un poco de agua del baño de Caleb, por lo que metió las toallas con prisa para que absorbieran la mayor cantidad de agua posible.

Sentía su garganta y sus ojos arder, por lo que con una de las toallas húmedas se limpió el rostro como pudo, aliviando ligeramente la sensación, una vez que tuvo las cuatro toallas empapadas, se dirigió a la habitación de sus hijos y cerró la puerta tras ella, Caleb había dejado al bebé en la cama, y lloraba mientras estaba de pie frete a la puerta principal, sus gritos no eran de temor, sino de dolor, y Erin gritó al ver la mano enrojecida de su hijo y una pequeña huella de sangre

Sin saber que hacer, corrió hacia su pequeño, tenía que actuar antes que consolar, así que tomó a su mayor, haciendo una mueca de dolor cuando afirmó su rodilla lastimada

- Caleb, necesito que escuches a mami – pidió, arrodillándose frente al niño. Había puesto una toalla húmeda en la parte inferior de la puerta, evitando en lo posible que se siguiera entrando humo -  Sé que duele bebé, pero es muy, muy importante – insistió mientras rodeaba a su niño con la toalla húmeda, asegurándose de cubrir bien su rostro – mami te va a bajar por la ventana, necesito corras donde el señor Peterson ¿vale?

El niño, aunque asustado, asintió, Erin suspiró, su corazón dolía ante las posibilidades, pero su prioridad eran sus niños, y haría lo que fuera para sacarlos de allí con vida. El bebé lloraba demasiado, por lo que Erina se acercó y lo acunó en sus brazos, besándolo en la frente antes de mirar a su alrededor y tomar una canasta de pañales, era un bebé de cuatro meses, por lo que sabía que Caleb podría llevarlo en brazos sin problemas.

Cubrió al niño con la toalla húmeda y lo puso dentro de la canasta mientras el sonido del fuego y las cosas al romperse empezaba a hacerse fuerte, sentía sus movimientos lentos a causa del miedo, pero sabía que el fuego consumía las cosas tan rápido que su habitación ya debería estar en llamas, y la temperatura en la habitación de sus hijos había empezado a elevarse mientras ella tomaba las mantas y las unía con nudos firmemente.

Tomó un fular para asegurar al bebé y a Caleb, los besó a ambos en la frente e intentó abrir la ventana, horrorizada al ver clavos en la madera, un escalofrío recorrió su cuerpo, alguien había estado allí.

Sin tiempo de pensar y horrorizada al sentir el ruido estridente de algo caer en el primer piso, tomó con todas sus fuerzas la mecedora para amamantar y la estrelló contra la ventana, sus hijos gritaban, el fuego rugía y sus brazos dolían, la ventana no cedió al primer golpe. Cuando ella consiguió que uno de los dos marcos cediera, la habitación era un horno.

- Vamos Caleb – murmuró, se sentí agotada, su cabeza palpitaba al mismo ritmo que su pierna y ahora también sus brazos, sabía que podría desmayarse, pero no dejaría a sus hijos en medio de aquello, los vecinos ya deberían haber empezado a notar el ruido, así que con sus ultimas fuerzas levantó a Caleb y a la canasta con el bebé, y los transportó a través de la ventana. El vidrio se clavó en sus manos y en sus pies, una astilla se clavó en su brazo, pero consiguió hace runa especie de polea con las sabanas y el fular.

Sus manos se quemaron con la tela cuando por un segundo se deslizó muy rápido debido al peso, pero una vez abajo, pudo comprobar que sus hijos habían llegado sanos y salvos al suelo, justo a tiempo para que el fuego llegara finalmente a la habitación, Erin, desesperada y con los pies heridos, lloró por sus hijos, miró abajo y vio como las llamas salían también desde la puerta del patio, gritó por ayuda, esperando llamar la atención de los vecinos, y su pequeño Caleb, tenía una misión en mente, ir a buscar al señor Peterson y así lo hizo, corriendo torpemente mientras arrastraba la canasta en la que llevaba a su hermanito.

Erin se forzó a si misma a salir por la ventana antes de inclinarse por encima de las tejas, sus pies sangraban debido a los cortes, por lo que el dolor le impedía avanzar, sin contar la sangre resbaladiza, el humo y el calor que salían del interior se desprendía por la ventana con furor, mientras la llamas  habían empezado a lamer sus pies y su espalda, estaba parada precariamente en el alfeizar, sus brazos a punto de rendirse y su conciencia a punto de desvanecerse cuando finalmente escuchó las sirenas, y sus vecinos empezaron a aparecer.

Allí donde hace unos minutos habían estado sus hijos, vio al señor Peterson, un hombre de unos cincuenta años que le había ayudado a instalar la cuna de su bebé, él y su hijo se habían hecho buenos amigos de sus hijos, mientras que Erin y la señora Peterson se habían vuelto compañeras de jardinería, lo que había sido agradable

También vio a un par de vecinos de la cuadra inferior acercarse, varios hombres se posicionaron bajo su ventana, le decían algo, pero su cerebro no conseguía procesarlo, el humo oscuro había empezado a llegar a ella con fuerza, y antes de que pudiera asegurar su agarre para aceptar su muerte una vez que supo que sus niños estaban seguros, se sintió caer, y luego, oscuridad.

Sin embargo, la oscuridad no duró demasiado, por lo que antes de darse cuenta estaba nuevamente tosiendo y con el humo ardiente llenando sus pulmones, por un segundo, el pánico la invadió, pensando que simplemente había despertado nuevamente en medio de su habitación llena de humo, pero la sensación de balanceo y ser cargada la hizo ligeramente consciente de su entorno, pero solo consiguió divisar un par de ojos azules que la miraban fijamente, se sentía en una especie de bruma, el llanto de sus hijos a lo lejos la hizo intentar incorporarse, pero se sentía como si su cuerpo fallara  de repente, un par de manos enguantadas la sostuvieron en su lugar.

- Erin, hey, los niños están bien – dijo una voz familiar, pero no consiguió comprender de donde venía, ni a quién pertenecía, pero ella necesitaba comprobar que sus hijos realmente estaban bien para poder descansar.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo