Con teléfono en mano mis pensamientos comienzan a hacerme una mala pasada, mis manos tiemblan y de mis ojos no dejan de salir lágrimas. Tengo su número en la pantalla del aparato, pero no me atrevo a macarlo, sin embargo, lo que más deseo en este momento es gritarle en su propia cara que me de una explicación, que me diga por qué me está haciendo esto, por qué a mí, al hombre que no ha hecho más que amarla y protegerla. Es que una cosa es que esté casada con Max, el hombre que confabuló a la muerte mía y de mis amigos, pero una muy diferente, una que nos que separa con una brecha enorme es que ahora, después de todo y sabiéndolo todo, ella le de un hijo. Y es que nunca llegamos a hablar seriamente del tema, siempre entre risas y bromas, pero sé que lo quería, sé que lo anhelaba, anhelaba un hijo de ella y siempre creí que ella quería lo mismo. Que quería ser la madre de mis hijos luego de que todo esto terminase, luego de acabar de todos y al fin ser felices. No entiendo qué cambió, n
Mientras vamos en el auto camino a la casa que hemos alquilado para pasar el fin de semana, no puedo parar de pensar en si todo esto es lo correcto. Sé que ayer no estaba pensando con claridad e iba a ser una locura realizar el primer enfrentamiento solo porque no me cayó como balde de agua fría el hecho de que Jennifer tendrá un bebé. Ahora, con varias horas de sueño encima y pensándolo mucho mejor, sé que era un evento suicida, sin embargo, tengo otras preocupaciones ahora. No conozco al diablo lo que me impide confiar en él a primera vista, ya que no puedo cometer ese error por tercera vez, no podría soportar, mi organización, una traición más, sería nuestro fin, por eso lo único en lo que pienso es si esto que estoy haciendo es realmente lo correcto. A mi lado los chicos se mantienen atentos a cualquier movimiento pues fuimos recogidos por los hombres del diablo en señal de cortesía. Después de varios minutos el auto se detiene frente a una enorme propiedad bastante rustica de dos
Llegamos a Dallas muy temprano en la mañana, nos ubicamos en un sitio estratégico y bien asegurado por si algo sale mal. Allí nos preparamos con nuestros chalecos antibalas y nuestras armas bien equipadas, revisamos de nuevo el panorama repasando nuestro plan de ataque que nunca está de más crear por si las cosas no salen con lo planeado. Ahora, luego de prepararlo todo vamos camino hacia el intercambio. Al llegar, vemos del otro lado del lugar a todos los hombres con sus armas listas y en el centro de todos, un hombre y una mujer de mediana edad. Al bajarnos nos ubicamos estratégicamente y yo puedo observar mucho mejor a quien parece ser el santo y la que parece ser su esposa. El hombre tiene algunas canas en su cabello poco visibles y está vestido de traje y la mujer, es alta y muy bien cuidada, de cabellos castaños y labios rojos.—Hemos venido en representación de Armando —soy quién habla por primera vez. El hombre asiente.—¿Por qué no ha venido él? Quería que me entregara él mis
Jennifer. Salgo del baño bastante mareada, con el sabor amargo del vomito en mi boca aun cuando la lavé tres veces. Al salir vislumbro un hombre con una capucha esperando el baño al parecer, paso por su lado y siento cómo la yema de sus dedos me roza la mano, el acto me sorprende, pero lo que me deja helada, me deja prácticamente sin habla es su voz, lo que me dice, mi nombre en sus labios.—Jennifer… —susurra.Al tiempo que de inmediato mis piernas comienzan a temblar, todo a mi alrededor comienza a moverse y la bilis intenta subir de nuevo por mi garganta así que freno en seco y me doy la vuelta pues esa voz la reconocería en cualquier parte, la reconocería en medio de un sueño o en un cuarto lleno de personas, es la voz de Alex, de mi Alex, pero el hombre se ha ido, se ha perdido entre las personas y los niños sin dejarme ver su rostro. Me recuesto en la pared y me llevo las manos a la cabeza intentando mantenerme en pie pues las sensaciones que abarcan mi cuerpo en este momento m
Mientras Max se arregla la corbata mientras se mira al espejo yo no paro de pensar en una forma para encontrar a ese tal Patrick antes que mi esposo, sobre todo cuando se me hará mucho más difícil ya que siempre tengo encima al odioso guarda espaldas que le dice a Max cada maldito lugar al que voy por lo que cualquier movimiento extraño que yo hago, él lo sabría mucho más rápido. —¿En qué tanto piensas? —espabilo un par de veces por la sorpresa cuando escucho la voz de Max sacándome de mis pensamientos. —Nada… tengo cita con mi doctora, ¿no me acompañarás? —él niega con la cabeza. —No puedo, tengo cosas que hacer. —¿Algún asunto importante? —le pregunto. Tal vez diga algo que pueda asociar con Patrick. Él frunce el ceño. —¿Desde cuándo te importa mi trabajo? —Vale, entonces no te vuelvo a preguntar —él suspira y me mira a través del espejo, luego se da la vuelta y camina hacia mí, me da un beso en la frente y me acaricia la panza. —Lo siento, solo no puedo acompañarte eso es tod
Alex. Llego a la casa lo más rápido que puedo, me bajo del auto y al entrar a la casa lo primero que hago es preguntar por Nate, sin embargo, todos me dicen que no ha llegado.—Tienen que buscarlo, tenemos que irnos.—¿Irnos? —pregunta Patrick—, creí que nos iríamos mañana en la mañana.—Sí, para este punto creí que estarías pasándola bien con Chloe —dice Roger.—¿Qué pasa Alex? —pregunta un más maduro Roy.—¡Tenemos que irnos y tenemos que irnos ya!—No hasta que nos expliques qué está pasando —dice Patrick.—El santo, el santo que cree que le robamos por culpa de Armando es el padre de Chloe. Prácticamente me dijo en mi cara que es nuestro nuevo enemigo —Roy se lleva las manos a la cabeza.—¿Qué? ¿tu nueva novia es la hija de un arco?—¡Yo no lo sabía! —le respondo a Roger—, y ella tampoco, ella no lo sabe.—Carajo…—Debemos estar en nuestra ciudad. En caso de que nos ataquen aquí es más fácil.—¿Nuestra ciudad? —pregunta Patrick—, es la ciudad de Max, Alex. Estamos solos, estamos
Toda la noche no puede dormir, ni siquiera lo intenté porque sabía que no podría. Mi mente estaba demasiado ocupada moviéndose de un lado a otro como para que me cerebro se apagara. No paré de pensar en todo, en Jennifer y en la posibilidad, por muy minúscula que sea de que ese bebé que lleva adentro podría ser mío, por un improbable que suene. No paré de pensar en el santo y su manera de decirme que hará lo que sea para mantenerme alejado de su hija, en ese enemigo que sin querer me cargué encima, lo que evidentemente me llevó a pensar en Chloe, esta chica que conozco desde hace poco, pero que cuando estoy con ella o hablo con ella siento como si la conociera de hace mucho porque lo mejor que sabe hacer es darte paz, tranquilidad, sentirte como si estuvieras con una pequeña niña a la cual solo quieres abrazar y por supuesto que no pude parar de pensar en Nate, en mi viejo amigo, acompañante de todas mis caídas y mis victorias y en l mal que lo está pasando y en lo mal que me sentí po
Jennifer. Cuando me bajo del auto lo primero que llega a mi campo de visión es un muy enojado Max, quien ni siquiera pudo esperarme dentro de la casa. Decido pasar por su lado y caminar hacia dentro de la casa. Él inmediatamente camina detrás de mí mientras que intenta hablar, sin embargo, yo lo ignoro. Entro a la casa y es cuando él me toma del brazo ejerciendo fuerza ligeramente.—¿Qué carajos pasa contigo? ¿ahora me ignoras cuando te perdiste por horas? —en ese momento es cuando decido verla a la cara.—¿Cuál es tu puto alboroto? ¿de qué hablas? Solo fui de compras —le digo señalándole al chofer quién entra con mis bolsas.—¿Y para eso tenías que escabullirte como rata del guardaespaldas? —Max me jala con mucha fuerza hacia él y me pega a su cuerpo mientras comienza a zarandearme—. Escúchame bien, no vuelvas a hacer eso ¡nunca! ¡¿Me entiendes, Jennifer?! ¡nunca!—¡Suéltame, carajo! —me safo de su agarre y me alejo de él—, ¿o acaso quieres matar al que crees que es tu hijo?—¿Jenni