Jennifer. Salgo del baño bastante mareada, con el sabor amargo del vomito en mi boca aun cuando la lavé tres veces. Al salir vislumbro un hombre con una capucha esperando el baño al parecer, paso por su lado y siento cómo la yema de sus dedos me roza la mano, el acto me sorprende, pero lo que me deja helada, me deja prácticamente sin habla es su voz, lo que me dice, mi nombre en sus labios.—Jennifer… —susurra.Al tiempo que de inmediato mis piernas comienzan a temblar, todo a mi alrededor comienza a moverse y la bilis intenta subir de nuevo por mi garganta así que freno en seco y me doy la vuelta pues esa voz la reconocería en cualquier parte, la reconocería en medio de un sueño o en un cuarto lleno de personas, es la voz de Alex, de mi Alex, pero el hombre se ha ido, se ha perdido entre las personas y los niños sin dejarme ver su rostro. Me recuesto en la pared y me llevo las manos a la cabeza intentando mantenerme en pie pues las sensaciones que abarcan mi cuerpo en este momento m
Mientras Max se arregla la corbata mientras se mira al espejo yo no paro de pensar en una forma para encontrar a ese tal Patrick antes que mi esposo, sobre todo cuando se me hará mucho más difícil ya que siempre tengo encima al odioso guarda espaldas que le dice a Max cada maldito lugar al que voy por lo que cualquier movimiento extraño que yo hago, él lo sabría mucho más rápido. —¿En qué tanto piensas? —espabilo un par de veces por la sorpresa cuando escucho la voz de Max sacándome de mis pensamientos. —Nada… tengo cita con mi doctora, ¿no me acompañarás? —él niega con la cabeza. —No puedo, tengo cosas que hacer. —¿Algún asunto importante? —le pregunto. Tal vez diga algo que pueda asociar con Patrick. Él frunce el ceño. —¿Desde cuándo te importa mi trabajo? —Vale, entonces no te vuelvo a preguntar —él suspira y me mira a través del espejo, luego se da la vuelta y camina hacia mí, me da un beso en la frente y me acaricia la panza. —Lo siento, solo no puedo acompañarte eso es tod
Alex. Llego a la casa lo más rápido que puedo, me bajo del auto y al entrar a la casa lo primero que hago es preguntar por Nate, sin embargo, todos me dicen que no ha llegado.—Tienen que buscarlo, tenemos que irnos.—¿Irnos? —pregunta Patrick—, creí que nos iríamos mañana en la mañana.—Sí, para este punto creí que estarías pasándola bien con Chloe —dice Roger.—¿Qué pasa Alex? —pregunta un más maduro Roy.—¡Tenemos que irnos y tenemos que irnos ya!—No hasta que nos expliques qué está pasando —dice Patrick.—El santo, el santo que cree que le robamos por culpa de Armando es el padre de Chloe. Prácticamente me dijo en mi cara que es nuestro nuevo enemigo —Roy se lleva las manos a la cabeza.—¿Qué? ¿tu nueva novia es la hija de un arco?—¡Yo no lo sabía! —le respondo a Roger—, y ella tampoco, ella no lo sabe.—Carajo…—Debemos estar en nuestra ciudad. En caso de que nos ataquen aquí es más fácil.—¿Nuestra ciudad? —pregunta Patrick—, es la ciudad de Max, Alex. Estamos solos, estamos
Toda la noche no puede dormir, ni siquiera lo intenté porque sabía que no podría. Mi mente estaba demasiado ocupada moviéndose de un lado a otro como para que me cerebro se apagara. No paré de pensar en todo, en Jennifer y en la posibilidad, por muy minúscula que sea de que ese bebé que lleva adentro podría ser mío, por un improbable que suene. No paré de pensar en el santo y su manera de decirme que hará lo que sea para mantenerme alejado de su hija, en ese enemigo que sin querer me cargué encima, lo que evidentemente me llevó a pensar en Chloe, esta chica que conozco desde hace poco, pero que cuando estoy con ella o hablo con ella siento como si la conociera de hace mucho porque lo mejor que sabe hacer es darte paz, tranquilidad, sentirte como si estuvieras con una pequeña niña a la cual solo quieres abrazar y por supuesto que no pude parar de pensar en Nate, en mi viejo amigo, acompañante de todas mis caídas y mis victorias y en l mal que lo está pasando y en lo mal que me sentí po
Jennifer. Cuando me bajo del auto lo primero que llega a mi campo de visión es un muy enojado Max, quien ni siquiera pudo esperarme dentro de la casa. Decido pasar por su lado y caminar hacia dentro de la casa. Él inmediatamente camina detrás de mí mientras que intenta hablar, sin embargo, yo lo ignoro. Entro a la casa y es cuando él me toma del brazo ejerciendo fuerza ligeramente.—¿Qué carajos pasa contigo? ¿ahora me ignoras cuando te perdiste por horas? —en ese momento es cuando decido verla a la cara.—¿Cuál es tu puto alboroto? ¿de qué hablas? Solo fui de compras —le digo señalándole al chofer quién entra con mis bolsas.—¿Y para eso tenías que escabullirte como rata del guardaespaldas? —Max me jala con mucha fuerza hacia él y me pega a su cuerpo mientras comienza a zarandearme—. Escúchame bien, no vuelvas a hacer eso ¡nunca! ¡¿Me entiendes, Jennifer?! ¡nunca!—¡Suéltame, carajo! —me safo de su agarre y me alejo de él—, ¿o acaso quieres matar al que crees que es tu hijo?—¿Jenni
Observo el trozo de papel en mi mano mientras que no paro de pensar en las direcciones que tengo al frente. No sé si ir a esos lugares y darles un vistazo por mi misma o simplemente dejarlo así. Sé que dije que tomaría una decisión luego de lo que me dijera Marcos, solo que no contaba con que Marcos me diría algo que me causaría tanta curiosidad pues la pizca de esperanza que se encendió en mi interior solo crece y crece. Me hace querer saber más y me hace pensar en todas las posibilidades, me hace querer pensar en Alex cada vez más. El caso es que Cato está pegado a mí y necesito que él me lleve sin hacer preguntas y sin decirle nada a Max pues el teátrico que Amerie y yo le hicimos al otro, no nos funcionará esta vez.—¿Crees que debería ir? —le pregunto a Amerie quien lee una revista de moda mientras nos hacen la pedicura a ambas en el jardín trasero.—No volveré a meterme en eso, ¿recuerdas? Tu esposo estaba como y casi pierdes al bebé —me contesta sin apartar la vista de la revis
Alex.Despierto con una punzada en mi hombre, no es exactamente como si me doliera, pero se siente extraño. Al abrir mejor mis ojos noto que estoy sobre la cama de mi habitación en la casa junto a la de Jennifer, que tengo el hombro vendado y que en la mesa de noche a mi lado una chica con uniforme de enfermera me deja un montón de pastillas. En ese momento la veo mejor y ella me sonríe, luego se aleja de la habitación por lo que me acomodo en la cama y trato de sentarme. Al hacerlo el hombre duele demasiado, pero aun así me recuesto en la cabecera de la cama. A los pocos segundos Patrick aparece con una sonrisa.—La enfermera dijo que despertaste, ¿cómo te sientes? —es lo primero que me pregunta cuando entra.—Bien, me duele un poco y pica, pero bien —él asiente luego se acerca a mí como si fuera a decirme un secreto.—Con esa enfermera… —se muerde el labio—, cualquiera estaría bien —yo me río.—Necesitas sexo —él asiente.—Es que lo necesito. He pasado cuidándote el culo por varios
Max. El chofer detiene el auto en el estacionamiento privado de la empresa. Se baja del vehículo y luego abre la puerta para mí, sin decirle nada me bajo y me meto al ascensor donde una vez adentro este comienza a subir hasta el último piso del edificio. Cuando las puertas del aparato se abren me encuentro a mi nueva asistente, pues lo primero que hice fue despedir a la anterior; sosa y sin gracia. La chica, llamada Mónica, me saluda amablemente y me lleva hasta la sala de conferencias pues tengo una junta con los inversionistas, los nuevos y los que se quedaron conmigo cuando murió Alex. Al entrar me siento a la cabeza de la mesa y Mónica se queda de pie a mi lado. Observo el lugar con orgullo, pues mientras Alex se pudre en los más profundo de las aguas de esa cascada junto con las únicas personas en las que podía confiar y que podían vengar su muerto, yo estoy sentado en la cabeza de su mesa, en su empresa, gastando su dinero y con la satisfacción de haberlo derrotado, pero lo que