Jennifer. Intento moverme velozmente por los contenedores, pero en mi mano la pistola tiembla, estoy jodidamente asustada. Intenté mantenerme junto a Max tanto como pude, pero Valeria comenzó a casarme como una maldita leona. Lo más inteligente que se me ocurrió fue correr hacia el enorme laberinto que es atravesar estos contenedores abandonados. Los disparos se escuchan cerca y alguno un poco más lejos lo que pone a mi corazón a latir como loco. Una cosa es practicar tiro en el jardín de la casa donde vivo, disparándole a un objeto sin vida que nunca me devolverá el disparo o practicar defensa personal con Crystal quien no me va a herir hasta donde sé, pero una cosa muy diferente es hacerlo aquí, rodeada de hombres que han hecho esto toda su vida y siendo atacada por una mujer que me detesta y que no durará ni un segundo en matarme si le doy la oportunidad. Sigo caminando, intentando concentrarme tanto como pueda e intentando mantener el arma en mi mano fuerte. En ese momento me top
Alex. Cruzo los contenedores lo más rápido que puedo pues sé perfectamente que Valeria corrió tras Jennifer con una sola cosa en mente; matarla. Sé que ansia tener su sangre en sus manos, sé que es lo único que desea de todo esto y tal vez lo único por lo que vino a esta supuesta tregua. Atravieso un recorrido de contenedores hasta que cruzando una esquina noto que Valeria y Jennifer están una frente a la otra. Veo que Jennifer intenta dispararle a su contrincante, pero Valeria le lanza su arma golpeando la en la cabeza y haciendo que Jennifer pierda el equilibrio, ante esto mi única reacción es ayudar a mi chica.—¡Jennifer! —grito, pero ella no me mira, al levantar la cabeza, lo hace Valeria.A lo que mi chica aprovecha esto para cerrar su puño y darle tremendo puñetazo a su contrincante, cuando ella levanta la cabeza tiene sangre saliendo de su nariz, luego corre lejos de nosotros.Valeria se queda inmóvil en el mismo sitio, como si estuviera procesando el hecho de que Jennifer le
Jennifer. No he dormido en toda la noche, me siento indefensa, me siento asustada, como un cachorro abandonado- No confío en nadie de este lugar y lo único que puedo hacer es mantener la cabeza fría y tratar de averiguar lo que sea que esos tres están por planear en contra de Alex. El emparedado que me preparé esta a medio comer en la mesita de noche, pero sé que en este momento no tengo cabeza para comerme nada más por mucha hambre que tenga. Tengo miedo porque no sé si seré lo suficientemente astuta para impedir que asesinen al hombre que amo, tengo miedo porque de ser descubierta me asesinarían y me meterían en algún hoyo de este lugar o de cualquier otro y a Lizzi, mi pobre Lizzi, la verdad no sé qué le harían. Decido levantarme e ir a su cuarto en penumbras. Abro la puerta que rechina un poco y la veo allí con su manta de Barbie y su pequeño cuerpo envuelto en ella, la veo abrazando a una de sus muñecas favoritas y la veo respirando tranquilamente.Me siento a su lado y enciendo
Alex. Me despierto con algo sofocante en el pecho. Una sensación extraña que aborda todo mi cuerpo desde mi corazón hasta la punta de los pies. Nunca había experimentado algo como eso hasta ahora, nunca me había sentido de esta manera por lo que comienzo a pensar qué podrá significar. Es una opresión en el pecho, una sensación de agonía incluso, me levanto sentándome en el borde de la cama, respiro dos o tres veces y simplemente dejo que poco a poco se vaya. Temo porque sea un ataque al corazón, pero no creo que eso sea posible. Creo que es más fácil que Max me asesine hoy a que tenga un ataque al corazón. La sensación se disipa hasta que se extingue por completo por lo que me levanto y corro a la ducha. Allí, me doy un baño lento y relajante, me afeito la barba y me cepillo los dientes. Al salir me coloco ropa cómoda y salgo de la habitación. Bajo las escaleras hasta la cocina donde me encuentro a Nate a punto de subir. En cuanto me ve me saluda. —Iba a buscarte, tienes visitas —fr
Jennifer.Creo que he experimentado la culpa en todo su esplendor. No he salido de la habitación en al parecer tres días porque de solo pensar que podré toparme con Nate, me da escalofríos y unas inmensas ganas de vomitar porque mi mente solo puede decirme lo culpable que soy por la muerte de Heather y es que esto me ha reafirmado la cadena de malas decisiones que ha hecho que todo esto pasar. Si yo no hubiera ido a esa clínica, si hubiera ido a otra, no la hubiera conocido, no nos hubiéramos hecho tan cercanas y yo no le hubiera contado mi vida de esa forma tan personal que nos uniera, yo no la hubiera involucrado en esto, ella no hubiera conocido a Nate y no hubiera muerto hoy. Estaría haciendo reír a algún niño enfermo mientras lo curaba porque era muy buena en lo que hacía y ahora nunca más lo hará. Ni siquiera sé cómo decírselo a Lizzi, ni siquiera sé cómo asimilarlo. Como cada mañana Alex toca la puerta y cómo cada mañana me levanto, me acerco, pero nunca le abro. No deseo ver a
Alex. Me encuentro en mi oficina, sentado en la silla tras el escritorio completamente solo. En mi mano hay un cigarrillo, me lo llevo a la boca mientras pienso en una sola cosa; muerte. Nate, quién es mi mejor hombre, no está en su mejor momento obviamente, pero sé que también desea, él más que nadie, lo mismo que yo. Vengar la muerte de Heather es nuestra prioridad ahora. Expulso el humo de mi boca al escuchar la puerta, apago el cigarrillo y musito un pasen. Roger es el primero en entrar seguido por Nate, al verlo noto lo apagado que está, destrozado, perdido. Trae puesto una sudadera y una camisa, está pálido como un puto muerto y sus ojeras casi llegan a su barbilla. Cuando ambos se sientan frente a mí noto que Nate viene drogado, se sorbe la nariz mientras que observo a Roger quién simplemente niega con la cabeza dándome a entender que al igual que yo tampoco entiende nada.—¿Estás drogado Nate? —le pregunto sabiendo evidentemente la respuesta. Él mueve su pierna frenéticamente
Jennifer. Los gritos y alaridos de dolor de Nathan no me impiden pensar en lo que dijo, cuando mencionó que Crystal se fue del país. Eso no tiene sentido, eso no tiene ningún sentido para mí después de las múltiples veces que ella me mencionó lo mucho que quería vengarse de Alex, sí, del hombre que asesinó a su novio y el hecho de que ahora “se haya ido del país” no es concordante con esas palabras por lo cual no he dejado de pensar en ello ni un solo minuto desde que lo dijo. Alex lo notó, Alex notó que no tenía sentido, pero, aunque llevan casi una hora divirtiéndose con él, milagrosamente sigue vivo y aunque se ha desmayado dos veces, lo han traído de nuevo a la conciencia. Me levanto de la silla y me alejo del almacén a dónde lo hemos traído. Salgo del lugar abriendo la puerta corrediza que pesa como el demonio y le pido un cigarrillo a uno de los chicos. Lo enciendo y aunque se me dificulta un poco hacerlo, debido a que muy poco, casi que no fumo, tomó las riendas rápidamente. N
Voy en el auto de regreso a la casa, del otro carril de la carretera los bomberos se dirigen hacia la casa de Amanda donde muy seguramente ya solo quedan las cenizas de esa perra, de su gigoló y de su estúpido guardia. Sigo conduciendo sin sentir ni una sola pizca de resentimiento, sin sentir miedo, sin sentir dolor, solo euforia y adrenalina. Son las primeras personas a las que asesino, pero la conciencia no me está dando azotes. Estoy demasiado jodida como para sentir cargo de conciencia, pues, todos ellos se merecían eso y más. A esta hora deben estar en alguna zanja enterradas las partes de Nathan, su cabeza sin dientes, sus brazos y manos sin uñas, sus piernas, cada miserable parte de ese infeliz y desalmado monstruo y sí, sé que actuamos igual o peor que ellos, pero estamos cansados, estamos hartos de ser derribados una y otra vez, de ser humillados, de que quieran acabar con nosotros así que debemos ponernos al mismo nivel del juego y este juego siempre ha sido despiadado, siem