Sasha corre tan rápido como sus piernas se lo permiten, impulsada por un terror primitivo. Cada fibra de su cuerpo clama por descanso, pero no se lo permite. Sus pulmones arden, cada respiración es una tortura, el aire helado entrando por sus fosas nasales parece congelar sus órganos por dentro.Siente el frío de la nieve bajo sus pies descalzos, la sangre resbalando de pequeños cortes y dejando un rastro rojo sobre el blanco inmaculado. Pero nada de eso importa; lo único importante es seguir adelante, huir de ese monstruo que, ella sabe, la perseguirá si no encuentra ayuda.El viento helado corta su piel, atraviesa su ropa, pero nada es más doloroso que el miedo que se ha instalado en su pecho. Es como una daga afilada, retorciéndose en su corazón con cada latido frenético.Por un momento de pura desesperación, Sasha mira hacia atrás, esperando no ver nada más que árboles y nieve. Pero lo que encuentra son los ojos penetrantes del monstruo. Está ahí, corriendo detrás de ella, sus mov
Miguel entra en la mansión con pasos firmes y rápidos, ignorando las miradas curiosas de los miembros de su manada. No le importa estar completamente desnudo frente a ellos; la desnudez es algo común para los lycans, y Miguel se enorgullece de la suya. Sasha está acurrucada contra su cuello, su respiración cálida acariciando su piel mientras su cuerpo tiembla levemente entre sus brazos.La presencia de Miguel es abrumadora, y todos los que cruzan su camino retroceden instintivamente. Al atravesar el gran vestíbulo, el sonido de las botas de Lovetta resuena mientras baja las escaleras.Los ojos fríos de Miguel se encuentran con los de la hembra, quien ahora está detenida a mitad de la escalera, con la mirada fija en él. La expresión alegre de Lovetta cambia rápidamente a algo más sombrío al ver a la humana en los brazos del macho que ella ha decidido que será suyo.Una ola de celos y furia recorre a Lovetta; sus ojos se entrecierran, y sus manos se cierran en puños apretados. La idea d
La respuesta de Miguel la deja momentáneamente sin palabras; el tono grave de su voz la hace estremecer por dentro. Sasha siente el calor subir a su rostro al recordar la ocasión en que él la inmovilizó bajo su cuerpo fuerte. La ira crece dentro de ella, pero antes de poder contenerla, las palabras salen de su boca con vehemencia: — Yo nunca... — Las palabras emergen entre dientes apretados, la furia evidente en cada sílaba. — ¡Nunca te suplicaré, monstruo! Miguel finalmente levanta la mirada, sus ojos oscuros como una noche sin luna, pero hay algo más allí, algo que ella no logra identificar del todo, pero que le eriza la piel y le provoca un cosquilleo inquietante. *Acepto el desafío.* Su lobo interno aúlla de satisfacción ante el reto que ella le ha impuesto –aunque de manera implícita–. La emoción de doblegar su voluntad lo estimula, lo incita a conquistarla, a probarse a sí mismo venciendo ese desafío. Lentamente, con una calma perturbadora, se pone de pie y camina hast
¿Es de día o de noche? ¿Han pasado uno o cinco días? Pedro ha perdido por completo la noción del tiempo en la oscuridad fría de la celda. La distinción entre día y noche se ha desvanecido en su mente. Para él, parece que han transcurrido semanas desde que fue encerrado allí, aunque quizás solo hayan sido unas pocas horas. El aire es pesado, cargado del hedor a humedad y desesperación. Nadie se molestó en limpiar la celda; lo dejaron sobre su propia orina y excrementos, sumiéndolo aún más en la miseria mientras inventaban historias sobre cómo su hija estaba siendo torturada, golpeada y cosas aún peores. — Prisionero, el Gen... — No me anuncies. — La respuesta corta y fría corta el aire, sin provocar ninguna reacción inmediata en Pedro. La mente de Pedro está embotada por el cansancio y la desesperación. Recuerda que, después de que su hija fuera llevada por Luciana, durante toda una semana intentó regresar al casino para suplicar que Miguel le devolviera a su hija y lo tomara
— Usted ya lo sabía.Fue la afirmación que Sasha hizo al ver a Luciana entrar en el cuarto con una bandeja de comida. La expresión de alivio que sentía por volver a verla en ese infierno se transformó en amargura al comprender que la mujer amable en realidad era parte de aquel tormento.Luciana no confirmó ni negó nada, pero el silencio dijo más de lo que las palabras podían expresar.Dos largos días habían pasado desde entonces. Sasha no había podido levantarse de la cama, sus pies seguían demasiado débiles para sostenerla, y la fiebre había comenzado a ceder apenas unas horas antes.Observa a Luciana mientras le cambia los vendajes de los pies, un ritual que la mujer realizaba dos veces al día, aplicando también un spray frío sobre su tobillo hinchado.— ¿Usted también puede convertirse en un monstruo? — preguntó Sasha, rompiendo el silencio que había mantenido los últimos dos días, donde solo respondía con monosílabos.— Mi loba no es un monstruo, niña — respondió Luciana, guardand
Miguel observa la tensión en los músculos de Sasha, la forma en que se esfuerza por permanecer inmóvil. Sin embargo, el aumento de su pulso la delata: está nerviosa.El corazón de Sasha late aún más rápido, su respiración se vuelve entrecortada al sentir que su cuerpo es nuevamente cargado, pero esta vez no hay tela alguna entre ellos, excepto la ropa interior que Miguel decidió no quitarse. Sube los escalones de la bañera con ella en brazos y, al entrar, la posiciona entre sus piernas, con la espalda apoyada contra su pecho desnudo.— No te muevas — ordena, sujetándola por la cadera y evitando que intente crear distancia entre ellos.Sasha traga saliva, su respiración se vuelve superficial, y el ritmo acelerado de su pulso es un faro para el predador dentro de Miguel, quien se deleita con el efecto que causa en ella.— No voy a hacerte daño — murmura, su voz baja y cargada de una promesa ambigua. — Todavía no.La amenaza velada queda flotando en el aire mientras Miguel derrama jabón
Sin separar su boca de la de la hembra, Miguel la gira para que quede frente a él, ajustando las piernas de Sasha alrededor de su cintura, acercando aún más sus cuerpos. Sus sexos están separados únicamente por la fina tela de su ropa interior. El calor que irradia entre ellos es casi tangible, una corriente eléctrica que los envuelve y alimenta el deseo ardiente que se intensifica con la calidez del agua.Miguel la besa con dureza y dominio, exigiendo su sumisión con lengua y dientes. Sus dedos se entrelazan en la nuca de Sasha mientras su otra mano aprieta su trasero. El sonido de lo que podría haber sido un protesto se convierte en un gemido que deleita a la bestia interior de Miguel.Eso es, esclavita, sométete, acepta a tu dueño, hembra. — piensa Miguel, sus pensamientos impregnados de un placer oscuro.Siente la lengua de Sasha tocar la suya con una timidez irritante, pero al mismo tiempo fascinante, evidenciando su inexperiencia con los besos.Me gusta esto — piensa, sintiendo
— ¿Crees que unas caricias y unos besos son suficientes? — dispara Sasha, con la ira y la determinación regresando con fuerza. Sus ojos, antes nublados por el deseo, ahora arden con una furia contenida.Miguel arquea una ceja, una sonrisa maliciosa curvando sus labios.— Si no estuviéramos en esta bañera, sino en mi cama, las sábanas estarían empapadas con tu excitación, hembra — responde con una voz cargada de confianza provocadora.Sasha siente su rostro arder, invadido por una mezcla de rabia y vergüenza. Quiere replicar, negarlo, pero sabe que su cuerpo la ha traicionado, reaccionando a sus caricias de una manera que no puede admitir. Las palabras de Miguel la golpean como un mazazo, revolviendo su estómago.— Estás equivocado — responde, esforzándose por mantener su voz firme, aunque sus labios tiemblan ligeramente. — Mi cuerpo puede haber reaccionado, pero eso no significa nada. Aún te odio, y nada cambiará eso.Miguel deja escapar una risa baja, inclinándose hacia ella, sus ojo