HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
Lynn estaba en el cuarto de baño.El silencio era tan espeso como el miedo en su pecho. Sus manos temblaban sin control mientras sostenía aquella pequeña prueba de embarazo que parecía pesar toneladas.Sus ojos, enrojecidos por el llanto, luchaban por enfocar las dos líneas marcadas que confirmaban lo que su corazón ya intuía desde hacía días.Sí... estaba embarazada.Y aunque su alma lo presentía, verlo confirmado era un golpe distinto, un mazazo a su frágil calma.Cerró los ojos y apretó los labios, intentando contener las lágrimas, pero fue inútil.Una tras otra, cayeron por sus mejillas como ríos de miedo, culpa y deseo entremezclados.En su mente resonaban las palabras de Sergio, como un eco cruel que no dejaba de azotarla:—No quiero hijos. Solo quise ser padre de los hijos de Ariana. Así que no quiero ningún bebé. ¿Entiendes?Ella había asentido entonces, con el alma encogida.—Sí, mi amor. Si me dejas estar a tu lado, eso es todo lo que quiero en la vida.Y lo había dicho con s
Cuando Sergio terminó, jadeando, con esa sonrisa arrogante dibujada en los labios, se giró hacia Lorna, quien apenas podía ocultar el temblor de su respiración.—Esto te gusta mucho, ¿verdad? —preguntó con tono burlón, casi como si disfrutara del poder que aún creía tener sobre ella.Lorna forzó una sonrisa, aunque su interior hervía.Lo observó alejarse por la habitación, y un estremecimiento la recorrió cuando él se dirigió directamente al pequeño rincón donde había escondido la cámara.De un golpe seco, Sergio la tomó y la arrojó contra el suelo. El chasquido del vidrio rompiéndose resonó en el silencio como una sentencia.—¿Qué creías? —espetó él, con esa voz grave y controlada que siempre usaba antes de estallar—. ¿De verdad piensas que soy tan estúpido? ¿Lorna, por quién me tomas?Ella retrocedió un paso, su cuerpo tenso, como si esperara un golpe físico en cualquier momento.—¡No te olvides de quién soy ahora! —espetó, recuperando la compostura—. Soy tu socia mayoritaria. Y no n
Marfil retrocedió un paso, con el corazón a punto de colapsar. Sus ojos, abiertos como si casi pudieran salir de sus cuencas, reflejaban un terror tan profundo que parecía no caber en su rostro.—Princesa… —susurró el hombre, con una voz cargada de nostalgia y desesperación.Ese apodo… Ese maldito apodo que la hacía temblar.Marfil sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El aire a su alrededor se volvió pesado, como si el tiempo se hubiera congelado. Aquel hombre que tenía frente a ella no podía ser otro.Sergio Torrealba. Su esposo. El mismo del que huyó, dejando atrás una vida de engaños, miedo y dolor.Pero él… no la reconocía. No como Marfil. No con ese nuevo rostro que la protegía, que le había dado otra identidad, otra oportunidad para vivir.—Lo siento… lo siento mucho —dijo el hombre, bajando la cabeza. Su voz temblaba, y sus manos se llevaron al puente de la nariz en un gesto de confusión—. Es que… al verte recordé a mi esposa. Ella murió… hace un tiempo. Era tan parecida
Cuando la cena terminó, Imanol los llevó de vuelta a casa en su lujoso auto.El silencio entre ellos era ligero, pero pronto Sergio lo rompió.—Hermano… ¿Las mujeres en Cirna Gora tienen todas ese mal carácter?Imanol lo miró de reojo, frunciendo ligeramente el ceño.—¿Qué dices? ¡Claro que no!—Claro que sí —respondió Sergio con tono agrio—. Me topé con una que casi me acusa de acoso. Lo que tienen de guapas, lo tienen de groseras.Imanol soltó una carcajada breve y rodó los ojos.—¿Seguro que no hiciste nada para ganarte eso?—¡Nada! Soy un hombre inocente. —Sergio suspiró exageradamente—. Ya verás… ahora lo que me espera con Freya.Imanol sonrió, pero en realidad, un nudo de nerviosidad se formó en su estómago.Sabía que su madre no podía ver a Sergio ni en pintura, y ese reencuentro… sería como ver dos leones enfrentarse.***Cuando Freya se enteró de que, al final, Sergio vendría… apretó los dientes con rabia.No quería verlo, no quería que pisara su casa, ni respirar el mismo air
—¿Abandonarás a Imanol por miedo?La voz de Miranda cortó el silencio como una cuchilla.Marfil no pudo contenerse más. Sus lágrimas, esas que llevaba conteniendo como una presa a punto de romperse, comenzaron a caer, calientes, pesadas, llenas de rabia y dolor.—¿Qué hago? —susurró, como si la respuesta estuviera enterrada en algún rincón olvidado de su alma.Miranda, derrotada por la impotencia, se dejó caer al borde de la cama.La tela crujió bajo su peso, como si incluso los objetos de la habitación compartieran el peso de ese momento.—No sé… —murmuró, bajando la mirada—. ¿Estás segura de que era él?—¡Lo juro! —La voz de Marfil tembló, pero su mirada brillaba con una certeza feroz—. Era él. Lo vi. Sentí su sombra. Esa mirada… la reconozco, aunque me hunda en el infierno.Miranda asintió, sin palabras. Durante un largo instante, solo existieron los sonidos de la respiración agitada de Marfil y el eco invisible del pasado que las envolvía.—Entonces, si quieres… nos vamos. A cualqu
Marfil descansaba su cabeza en el pecho de Imanol, sintiendo el ritmo constante de su corazón, ese latido firme que le recordaba que estaba viva, segura… amada.—¿Estás lista para la fiesta de compromiso? —preguntó él con voz baja, acariciando su cabello.Ella sonrió con dulzura, sin abrir los ojos, como si no quisiera romper la magia de ese instante.—Sí… estoy ilusionada —respondió con una mezcla de ternura y nerviosismo.—Mi hermano ya llegó —anunció Imanol, con un dejo de preocupación en su tono.Marfil se incorporó un poco, frunciendo el ceño. No sabía mucho sobre él, solo lo que Imanol había mencionado en sus conversaciones.—¿Y qué tal te fue con él?—Bueno… vino con su prometida. Todo parece ir bien. Incluso mi madre se ha portado… sorprendentemente cordial —dijo, aunque la palabra le supo amarga—. Ya sabes, te lo conté, mi madre no lo quiere por ser hijo de la amante de mi padre. Siempre ha sido un tema doloroso en mi familia.Marfil acarició su rostro con ternura.—Debes ente
Miranda titubeó, sintiendo un nudo en la garganta. Sus ojos recorrían nerviosos el lugar, y por un instante pensó en no acercarse… pero entonces, él se adelantó, con su sonrisa impecable y esa mirada calculadora que tantos años atrás le había helado la sangre.—Miranda —dijo con voz melosa, casi paternal—, era una gran amiga de mi difunta esposa. Sí, así es como nos conocemos.Sus palabras eran suaves como terciopelo, pero Freya no se dejó engañar. Ella notó el destello de odio encendido en los ojos de Miranda.Era como si el pasado estuviera regresando a cobrar una vieja deuda.Más personas se acercaron al grupo, interesados por la figura magnética de Sergio.Con su carisma en escena, Miranda fue desplazada por un instante. Pero cuando intentó marcharse, él fue más rápido. Su mano la apresó del brazo con una fuerza cruel, oculta tras una sonrisa falsa.—Olvida el pasado, Miranda —le susurró con veneno—. Si te atreves a manchar mi nombre… te juro que te irá mal.Ella sintió un escalofr
—¡¿Crees que lo sepa?! —exclamó Marfil con la voz rota, casi ahogada por el pánico. Sus ojos brillaban de desesperación y su pecho subía y bajaba con fuerza, como si le faltara el aire.Miranda se quedó en silencio. Apretó los labios, como si las palabras le pesaran demasiado. No quería decir nada que pudiera empeorar la situación, pero el silencio también dolía.—No lo sé… —susurró al fin, casi con culpa.Marfil se llevó las manos a la cabeza, caminando unos pasos hacia atrás. Su cabello, suelto y hermoso, sus manos temblorosas parecían una extensión de su caos interno.—¿Y qué hago si ya descubrió la verdad? —dijo, esta vez más bajo, temblorosa—. ¿Qué hago si Sergio Torrealba se enteró de que Ariana no murió? ¡De que soy yo!Detrás de ellas, sin que lo notaran, Arturo Juárez se detuvo a mitad del jardín tras un árbol que impedía ser visto. Había llegado en silencio, invitado por Marfil con la única intención de mantener a Miranda distraída, pero ahora estaba ahí, escuchando sin quere