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Miranda titubeó, sintiendo un nudo en la garganta. Sus ojos recorrían nerviosos el lugar, y por un instante pensó en no acercarse… pero entonces, él se adelantó, con su sonrisa impecable y esa mirada calculadora que tantos años atrás le había helado la sangre.—Miranda —dijo con voz melosa, casi paternal—, era una gran amiga de mi difunta esposa. Sí, así es como nos conocemos.Sus palabras eran suaves como terciopelo, pero Freya no se dejó engañar. Ella notó el destello de odio encendido en los ojos de Miranda.Era como si el pasado estuviera regresando a cobrar una vieja deuda.Más personas se acercaron al grupo, interesados por la figura magnética de Sergio.Con su carisma en escena, Miranda fue desplazada por un instante. Pero cuando intentó marcharse, él fue más rápido. Su mano la apresó del brazo con una fuerza cruel, oculta tras una sonrisa falsa.—Olvida el pasado, Miranda —le susurró con veneno—. Si te atreves a manchar mi nombre… te juro que te irá mal.Ella sintió un escalofr
—¡¿Crees que lo sepa?! —exclamó Marfil con la voz rota, casi ahogada por el pánico. Sus ojos brillaban de desesperación y su pecho subía y bajaba con fuerza, como si le faltara el aire.Miranda se quedó en silencio. Apretó los labios, como si las palabras le pesaran demasiado. No quería decir nada que pudiera empeorar la situación, pero el silencio también dolía.—No lo sé… —susurró al fin, casi con culpa.Marfil se llevó las manos a la cabeza, caminando unos pasos hacia atrás. Su cabello, suelto y hermoso, sus manos temblorosas parecían una extensión de su caos interno.—¿Y qué hago si ya descubrió la verdad? —dijo, esta vez más bajo, temblorosa—. ¿Qué hago si Sergio Torrealba se enteró de que Ariana no murió? ¡De que soy yo!Detrás de ellas, sin que lo notaran, Arturo Juárez se detuvo a mitad del jardín tras un árbol que impedía ser visto. Había llegado en silencio, invitado por Marfil con la única intención de mantener a Miranda distraída, pero ahora estaba ahí, escuchando sin quere
Miranda corrió tras Arturo sin pensar, como si sus pies se movieran solos, impulsados por la angustia y la confusión.Cuando él se detuvo, giró sobre sus talones con una furia contenida que le encendía los ojos como brasas.—¿Me crees tan maldito? —escupió con la voz quebrada, como si cada palabra fuera una herida abierta—. Para ti soy un monstruo, ¿verdad? ¡Eso es lo que soy en tu historia! Te supliqué, Miranda… ¡Te rogué perdón! Y tú… tú usaste la muerte de Ariana como el mejor pretexto para odiarme.Ella se detuvo en seco. Sus hombros temblaron. Bajó la mirada, sintiéndose de pronto desnuda ante el peso de su verdad.—Me hiciste sufrir tanto… —susurró, apenas audiblemente—. Me hiciste cargar con una culpa que me quebraba, con una tristeza que me ahogaba… por una muerte… ¡Que nunca ocurrió!Arturo se estremeció. Su cuerpo entero vibraba de rabia, de frustración, de impotencia.—¡Baja la voz! —gritó, mirando a su alrededor con desesperación.—¿Por qué? —le desafió él, su voz al borde
Imanol la miró con los ojos abiertos por el espanto. Como si su mundo acabara de partirse en dos.—¿Qué… qué estás diciendo? —susurró, con la voz quebrada—. No puedes hacerme esto, Marfil. No ahora… no así.Ella bajó la mirada, los ojos anegados en lágrimas. El temblor en su cuerpo era evidente, pero Imanol la sujetó con fuerza por las manos, como si con ese simple contacto pudiera evitar que se desmoronara todo.—Por favor… —murmuró ella—. Déjame ir, Imanol…—¡No! —gritó él, y su voz retumbó como un eco dolido en el jardín—. ¡No sin una explicación! Dímelo, ¿qué hice mal? ¿Qué hice para que me rechaces así, de repente?El rostro de Marfil se contrajo de dolor. Las lágrimas empezaron a correr sin control, empapando sus mejillas como una lluvia imposible de detener. Quería huir. Quería gritar. Quería desaparecer.Pero no podía mentirle más.Miró hacia atrás… y lo vio.Sergio.Observando desde la distancia, con una expresión que no era de preocupación, sino de burla. Una sonrisa torcida
Esa voz, profunda y conocida, cortó el aire como una navaja.Marfil tembló.Giró lentamente, y al ver a Sergio, todo dentro de ella se crispó.Sus ojos, aún húmedos, se entrecerraron con furia contenida.—¡Tú! —escupió la palabra con veneno, con miedo, con dolor.Sergio no se inmutó. Dio un par de pasos hacia ella, con esa calma envenenada que siempre lo había caracterizado. Como si el mundo girara a su ritmo, como si él tuviera todo bajo control.—Imanol te ama —dijo, en un tono casi suplicante, pero que no lograba disfrazar la manipulación detrás—. No puedes dejarlo. No lo hagas sufrir, Marfil. Por favor.La súplica sonaba falsa. Como un disfraz mal puesto.Marfil retrocedió un poco. Tenía el corazón en la garganta. Sus lágrimas aún marcaban su rostro, pero ahora el miedo le latía en la espalda. Lo tenía enfrente. Al hombre que le había arrebatado todo. Su vida. Su identidad. Su paz.Y él…No la reconocía.«¡No sabe quién soy!», pensó, paralizada.«¿Es posible que esta mentira… siga
Imanol sonrió. Por fin. Sintió que su pecho se llenaba de esa extraña y reconfortante paz que trae el amor verdadero, el que llega después de la tormenta.Su mano buscó la de Marfil y la sostuvo con firmeza, como si al tocarla pudiera anclarla a su realidad, a su nueva vida. Volteó a mirar a su hermano.—Hermano… todo está bien ahora. Ya no tienes que preocuparte por mí. ¿Por qué no regresas a casa? Yo volveré más tarde —dijo con serenidad.Sergio sonrió, pero su sonrisa fue apenas una máscara débil, incapaz de ocultar la tensión en su mandíbula o el brillo molesto de sus ojos. Algo dentro de él crujía con rabia contenida.—Claro… me alegro de que todo haya salido bien —respondió, forzando cada palabra—. Marfil, por favor… no dejes a mi hermano. Es un buen hombre.La sola voz de Sergio le revolvió el estómago a Marfil. Su tono meloso era tan falso como todo lo que alguna vez le había prometido.Sintió un escalofrío subirle por la espalda. Apretó más fuerte la mano de Imanol, como si d
—¡No, Imanol! —exclamó Marfil, con una súplica desgarradora en la voz—. No quiero que mates a nadie…Él la miró con los ojos encendidos de rabia contenida, pero al ver la desesperación en su rostro, su expresión se suavizó.—Marfil, ese hombre te hizo mucho daño… no puedo quedarme de brazos cruzados.Ella, temblando, dio un paso hacia él y lo abrazó con fuerza. Sus dedos se aferraron a su espalda como si temiera que él desapareciera en medio de su dolor.—¡Tengo miedo! —confesó, casi en un susurro, mientras su voz se quebraba.Imanol la rodeó con sus brazos y la apretó contra su pecho, como si con ese gesto pudiera protegerla de todos los fantasmas que la atormentaban. En ese momento, su celular vibró. Bajó la vista y leyó el mensaje. Su expresión cambió.—Es mi hermano —dijo con voz grave.Marfil sintió un escalofrío recorrerle la columna. El aire pareció tornarse más denso, difícil de respirar. Su estómago se encogió.«¿Sergio? De nuevo èl como una pesadilla», pensó con miedo y frus
—Mi amor… escúchame —la voz de Imanol temblaba, con esa mezcla de urgencia y ternura que solo aparece cuando uno ama de verdad—. No me importa nada. Ninguno de tus secretos, ni siquiera el más oscuro, el más doloroso… Cuéntamelo todo. Yo creo en ti, Marfil. Mataría por ti… y también moriría por ti si fuera necesario. Estás a salvo conmigo. Nunca te haré daño. Te lo juro por todo lo que soy.Marfil sintió que las palabras le atravesaban el alma. Como si por primera vez alguien mirara dentro de ella y no huyera espantado.Sus ojos se llenaron de lágrimas, la garganta se le cerró con un nudo. Sollozó, apenas pudo sostenerle la mirada.—Dame tiempo… por favor… Te prometo que antes de la boda… voy a decirte el nombre del hombre que más daño me hizo en la vida.Imanol se acercó con calma, con esa delicadeza que la hacía sentir frágil y fuerte al mismo tiempo, y acunó su rostro entre sus manos grandes y cálidas.—¿Lo conozco, Marfil?Ella no respondió. Solo lo abrazó. Como si aferrarse a él