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Cuando la cena terminó, Imanol los llevó de vuelta a casa en su lujoso auto.El silencio entre ellos era ligero, pero pronto Sergio lo rompió.—Hermano… ¿Las mujeres en Cirna Gora tienen todas ese mal carácter?Imanol lo miró de reojo, frunciendo ligeramente el ceño.—¿Qué dices? ¡Claro que no!—Claro que sí —respondió Sergio con tono agrio—. Me topé con una que casi me acusa de acoso. Lo que tienen de guapas, lo tienen de groseras.Imanol soltó una carcajada breve y rodó los ojos.—¿Seguro que no hiciste nada para ganarte eso?—¡Nada! Soy un hombre inocente. —Sergio suspiró exageradamente—. Ya verás… ahora lo que me espera con Freya.Imanol sonrió, pero en realidad, un nudo de nerviosidad se formó en su estómago.Sabía que su madre no podía ver a Sergio ni en pintura, y ese reencuentro… sería como ver dos leones enfrentarse.***Cuando Freya se enteró de que, al final, Sergio vendría… apretó los dientes con rabia.No quería verlo, no quería que pisara su casa, ni respirar el mismo air
—¿Abandonarás a Imanol por miedo?La voz de Miranda cortó el silencio como una cuchilla.Marfil no pudo contenerse más. Sus lágrimas, esas que llevaba conteniendo como una presa a punto de romperse, comenzaron a caer, calientes, pesadas, llenas de rabia y dolor.—¿Qué hago? —susurró, como si la respuesta estuviera enterrada en algún rincón olvidado de su alma.Miranda, derrotada por la impotencia, se dejó caer al borde de la cama.La tela crujió bajo su peso, como si incluso los objetos de la habitación compartieran el peso de ese momento.—No sé… —murmuró, bajando la mirada—. ¿Estás segura de que era él?—¡Lo juro! —La voz de Marfil tembló, pero su mirada brillaba con una certeza feroz—. Era él. Lo vi. Sentí su sombra. Esa mirada… la reconozco, aunque me hunda en el infierno.Miranda asintió, sin palabras. Durante un largo instante, solo existieron los sonidos de la respiración agitada de Marfil y el eco invisible del pasado que las envolvía.—Entonces, si quieres… nos vamos. A cualqu
Marfil descansaba su cabeza en el pecho de Imanol, sintiendo el ritmo constante de su corazón, ese latido firme que le recordaba que estaba viva, segura… amada.—¿Estás lista para la fiesta de compromiso? —preguntó él con voz baja, acariciando su cabello.Ella sonrió con dulzura, sin abrir los ojos, como si no quisiera romper la magia de ese instante.—Sí… estoy ilusionada —respondió con una mezcla de ternura y nerviosismo.—Mi hermano ya llegó —anunció Imanol, con un dejo de preocupación en su tono.Marfil se incorporó un poco, frunciendo el ceño. No sabía mucho sobre él, solo lo que Imanol había mencionado en sus conversaciones.—¿Y qué tal te fue con él?—Bueno… vino con su prometida. Todo parece ir bien. Incluso mi madre se ha portado… sorprendentemente cordial —dijo, aunque la palabra le supo amarga—. Ya sabes, te lo conté, mi madre no lo quiere por ser hijo de la amante de mi padre. Siempre ha sido un tema doloroso en mi familia.Marfil acarició su rostro con ternura.—Debes ente
Miranda titubeó, sintiendo un nudo en la garganta. Sus ojos recorrían nerviosos el lugar, y por un instante pensó en no acercarse… pero entonces, él se adelantó, con su sonrisa impecable y esa mirada calculadora que tantos años atrás le había helado la sangre.—Miranda —dijo con voz melosa, casi paternal—, era una gran amiga de mi difunta esposa. Sí, así es como nos conocemos.Sus palabras eran suaves como terciopelo, pero Freya no se dejó engañar. Ella notó el destello de odio encendido en los ojos de Miranda.Era como si el pasado estuviera regresando a cobrar una vieja deuda.Más personas se acercaron al grupo, interesados por la figura magnética de Sergio.Con su carisma en escena, Miranda fue desplazada por un instante. Pero cuando intentó marcharse, él fue más rápido. Su mano la apresó del brazo con una fuerza cruel, oculta tras una sonrisa falsa.—Olvida el pasado, Miranda —le susurró con veneno—. Si te atreves a manchar mi nombre… te juro que te irá mal.Ella sintió un escalofr
—¡¿Crees que lo sepa?! —exclamó Marfil con la voz rota, casi ahogada por el pánico. Sus ojos brillaban de desesperación y su pecho subía y bajaba con fuerza, como si le faltara el aire.Miranda se quedó en silencio. Apretó los labios, como si las palabras le pesaran demasiado. No quería decir nada que pudiera empeorar la situación, pero el silencio también dolía.—No lo sé… —susurró al fin, casi con culpa.Marfil se llevó las manos a la cabeza, caminando unos pasos hacia atrás. Su cabello, suelto y hermoso, sus manos temblorosas parecían una extensión de su caos interno.—¿Y qué hago si ya descubrió la verdad? —dijo, esta vez más bajo, temblorosa—. ¿Qué hago si Sergio Torrealba se enteró de que Ariana no murió? ¡De que soy yo!Detrás de ellas, sin que lo notaran, Arturo Juárez se detuvo a mitad del jardín tras un árbol que impedía ser visto. Había llegado en silencio, invitado por Marfil con la única intención de mantener a Miranda distraída, pero ahora estaba ahí, escuchando sin quere
Miranda corrió tras Arturo sin pensar, como si sus pies se movieran solos, impulsados por la angustia y la confusión.Cuando él se detuvo, giró sobre sus talones con una furia contenida que le encendía los ojos como brasas.—¿Me crees tan maldito? —escupió con la voz quebrada, como si cada palabra fuera una herida abierta—. Para ti soy un monstruo, ¿verdad? ¡Eso es lo que soy en tu historia! Te supliqué, Miranda… ¡Te rogué perdón! Y tú… tú usaste la muerte de Ariana como el mejor pretexto para odiarme.Ella se detuvo en seco. Sus hombros temblaron. Bajó la mirada, sintiéndose de pronto desnuda ante el peso de su verdad.—Me hiciste sufrir tanto… —susurró, apenas audiblemente—. Me hiciste cargar con una culpa que me quebraba, con una tristeza que me ahogaba… por una muerte… ¡Que nunca ocurrió!Arturo se estremeció. Su cuerpo entero vibraba de rabia, de frustración, de impotencia.—¡Baja la voz! —gritó, mirando a su alrededor con desesperación.—¿Por qué? —le desafió él, su voz al borde
Imanol la miró con los ojos abiertos por el espanto. Como si su mundo acabara de partirse en dos.—¿Qué… qué estás diciendo? —susurró, con la voz quebrada—. No puedes hacerme esto, Marfil. No ahora… no así.Ella bajó la mirada, los ojos anegados en lágrimas. El temblor en su cuerpo era evidente, pero Imanol la sujetó con fuerza por las manos, como si con ese simple contacto pudiera evitar que se desmoronara todo.—Por favor… —murmuró ella—. Déjame ir, Imanol…—¡No! —gritó él, y su voz retumbó como un eco dolido en el jardín—. ¡No sin una explicación! Dímelo, ¿qué hice mal? ¿Qué hice para que me rechaces así, de repente?El rostro de Marfil se contrajo de dolor. Las lágrimas empezaron a correr sin control, empapando sus mejillas como una lluvia imposible de detener. Quería huir. Quería gritar. Quería desaparecer.Pero no podía mentirle más.Miró hacia atrás… y lo vio.Sergio.Observando desde la distancia, con una expresión que no era de preocupación, sino de burla. Una sonrisa torcida
Esa voz, profunda y conocida, cortó el aire como una navaja.Marfil tembló.Giró lentamente, y al ver a Sergio, todo dentro de ella se crispó.Sus ojos, aún húmedos, se entrecerraron con furia contenida.—¡Tú! —escupió la palabra con veneno, con miedo, con dolor.Sergio no se inmutó. Dio un par de pasos hacia ella, con esa calma envenenada que siempre lo había caracterizado. Como si el mundo girara a su ritmo, como si él tuviera todo bajo control.—Imanol te ama —dijo, en un tono casi suplicante, pero que no lograba disfrazar la manipulación detrás—. No puedes dejarlo. No lo hagas sufrir, Marfil. Por favor.La súplica sonaba falsa. Como un disfraz mal puesto.Marfil retrocedió un poco. Tenía el corazón en la garganta. Sus lágrimas aún marcaban su rostro, pero ahora el miedo le latía en la espalda. Lo tenía enfrente. Al hombre que le había arrebatado todo. Su vida. Su identidad. Su paz.Y él…No la reconocía.«¡No sabe quién soy!», pensó, paralizada.«¿Es posible que esta mentira… siga