Llegó la noche y con ella el desvelo, Gabriel daba vueltas y vueltas en su cama, sin poder dormir, tenía tiempo sin tener un insomnio como este. Se sentó en la cama y se masajeo la frente por un rato. Suspiró y se levantó para asomarse por la ventana.Y allí estaba ella, la luna, brillando en todo su esplendor, esa era una de las ventajas de vivir en una zona montañosa y en un tercer piso, las vistas eran lo mejor. Mientras contemplaba a la luna, recordó a sus padres, su madre quien había muerto primero de una enfermedad y padre quien lo terminó de criar murió cuando él, era sólo un adolescente.Al no tener a su madre, su infancia fue más dura, su padre lo crío, en viajes, en reuniones, formandolo para ser el próximo beta, Su padre Gael, era el beta de La Manada de Hielo, mano derecha y mejor amigo del Alfa Silas, Gael crío a Gabriel para que fuera él su reemplazo, por eso es que cuándo el muere, Silas le da el cargo siendo Gabriel un adolescente.Pero el alfa, mejor que nadie sabía l
Hablar de orgullo, era hablar de Alana, desde que había salido de la reunión, se sentía muy molesta. Sabía que Gabriel sólo quería alejarse de ella, y eso la hacía sentir muy herida. Después que terminó la reunión ella y su madre abandonaron la oficina dejando al Alfa con Gabriel y su hijo, todavía tenían que arreglar unos asuntos ya que al Gabriel irse dejaría unas cosas al pendiente. Se sentó en la mesa pero no pudo desayunar, mamá sabía que estaba así por Gabriel, como se habían criado juntos, como si fueran hermanos, era obvio que de alguna forma la afectaría. La luna decidió darle su espació. Alana pidió permiso y se levantó de la mesa, iba escaleras arriba, pero decidió salir de la casa, estar encerrada en su cuarto sólo haría las cosas más difíciles. Salió y caminó por un rato, pero mientras más caminaba más se oprimía su pecho, Ahhh se quejó -Que sensación tan maluca. Muy dentro de si, aunque no quisiera aceptarlo no quería Gabriel se fuera, si la razón era ella, estaba di
Gabriel estaba siendo acompañado por Alian, el Alfa Silas y Jacob a la estación, debía tomar un bus para llegar al otro pueblo donde iba a recidir por un tiempo, El alfa hablaba con su hijo y su amigo, trataron de integrar dos veces en la conversación a Gabriel pero el beta simplemente permanecía en silencio.Está vez fue la voz del Alfa la que lo sacó de sus pensamientos -Gabriel, sabes que si antes de los tres meses quieres volver puedes hacerlo, nada nos haría más felices que regreses pronto.-No creo que suceda eso Alfa, con todo respeto, necesito un tiempo para mí, bastante tiempo en realidad para poner mi vida en orden.-Está bien, yo respeto tu decisión, sólo no olvides que la manada de hielo es tu hogar.Llegaron a la estación y Gabriel se dirigió a comprar su boleto para tomar el bus, el bus salía en quince minutos, mientras el alfa y los lobos lo acompañaron, cuando faltaban sólo cinco minutos para que el bus arrancara, Gabriel les dijo que ya podían irse.Alian se iba a neg
Ziara corría, todo estaba oscuro, era de noche, miraba a su alrededor y no veía ningún sitio seguro para esconderse, solo escuchaba los pasos detrás de ella acercarse, corría y corría tan rápido como sus piernas se lo permitían.Quería usar su mente y nublar todo, pero por alguna razón no podía. Lloraba en silencio, consiguió tres caminos, la pregunta ahora era cuál elegir? Pero tampoco tenía tanto tiempo cómo para pensar cuál era él mejor.Miró hacia atrás y no se veía a nadie, los pasos se escuchaban lejos, lo sabía porque su oído estaba agudizado, decidió elegir el tercero, corrió para alejarse aún más, sus piernas dolían, había otro camino y muchos árboles, decidió elegir está vez los árboles, se metió entre ellos y siguió corriendo. Ya no podía más, pero seguía corriendo, tenía la corazonada de que si paraba, la encontrarían y la matarían. Justo entonces sintió un fuerte golpe en su cabeza. En eso Ziara se despertó miró a su alrededor y se dió cuenta que estaba en su habitación,
Al subir a su habitación, entró y le pasó seguro a la puerta, ese día estaba siendo tan raro que se sintió abrumada, nadie había actuado normal, tenía que averiguar que pasaba, pero por ahora no podía hacer nada. Y por si fuera poco, la culpa la invadió de nuevo. Se sentó en su cama y no pudo evitar llorar. Se tiró en su cama a llorar, su rizada cabellera que permanecía suelta comenzaba a pegarse a su rostro por la humedad de las lágrimas, cómo podía evitar no sentirse culpable? No podía dejar de darle información a su padre porque la iba a encerrar y no le dejaría ver más a Alian. Cuánto deseaba que su vida fuera diferente, su vida era tan extraña que ni siquiera recordaba su niñez por más que forzaba a su mente a recordar algo es como si su niñez no hubiese existido. Y eso no era todo, no habían juguetes, nada que pudiera asociar a su infancia. Lo poco que recordaba era de cuando tenía once años ya era una niña grande, recordaba a Susana su Nana, ella la había criado como si fue
Gabriel había llegado a su destino ese día en la mañana, el viaje había durado toda la noche, ya que por la nieve debían viajar poco a poco, aunque los lobos en la manada de hielo no estaban tan acostumbrados a socializar con los humanos, sólo les gustaba a aquellos que estaban acostumbrados a salir de la manada. La Manada de Hielo era de las pocas manadas que permanecían puras, pero aún así era más fácil para ellos aceptar una relación con humanos, que con otra criatura. En el sentido de los licántropos, en su manada no había ninguno, y en ese estado la única manada que habitaba allí era la de hielo, sin embargo en los negocios, en los viajes y en muchas cosas más, tenían que recurrir a humanos pero eso ya lo hacían con terceros y de eso se encargaban aquellos que ya se habían acostumbrado a socializar con ellos o que se mantenían fuera de la manada. Claro está que aquellos que salían y no vivían como tal en la manada era porque conseguían a su compañero o compañera en otro pueb
Silas y Eva, tenían más de cuarenta años juntos, empezaron su relación siendo jóvenes, bueno ella dos años menor que él, ellos tenían un amor sin igual, pues en muchas ocasiones pasaba que los dos lobos tenían que cumplir la mayoría de edad para conseguir su pareja, pero rara vez no. No siempre era tu lobo mostrandolo, algunas veces era la misma diosa luna dándote pistas, cuando Silas cumplió su mayoría de edad, Eva tenía dieciséis recién cumplidos, ya a esa edad los lobos tenían noviazgos, no todos, pero algunos si. En su caso, ella sentía una gran atracción por Silas, era un chico bastante guapo, rubio, ojos grisáceos con tonos verdosos, era bastante alto, tenía un cuerpo muy tonificado y lleno de músculos, en realidad no había lobo en mala forma, a menos que ya fuera muy mayor. Si había algo por lo que Silas destacaba entre los chicos de la manada era por ser el hijo del Alfa y por su piel blanca, su padre y él eran lobos albinos, los últimos lobos albinos del mundo. Silas era
Eva no podía explicar el sentimiento que sentía en su pecho, acababa de ser elegida por el futuro Alfa como su compañero, no podía negar que le gustaba, por su mente pasaban muchos momentos que habían vivido y que ahora encajaban perfectamente, era la diosa luna dando señales. Ella no se sentía la loba más bonita de la manada, pero el lobo que le gustaba y con el qué se había imaginado muchas veces juntos en un futuro. Eso era lo que estaba destinado a su vida y así es la vida, lo que es para ti, ni que te quites y lo que no, ni que te pongas. Ahora que estaba con él a solas se sentía muy nerviosa, obvio no era la primera vez, pero si en un momento así. No supo que decir, seguía dudosa de lo que estaba pasando, podía ser una broma, pero no, Silas no se prestaría para eso. No podía rechazarlo, nadie quería ser rechazado por su pareja y estaba claro que ellos estaban destinados a estar juntos. Un leve toque en su hombro la trajo de vuelta a la realidad. -Estas bien? -Ohh, si, si.