Al subir a su habitación, entró y le pasó seguro a la puerta, ese día estaba siendo tan raro que se sintió abrumada, nadie había actuado normal, tenía que averiguar que pasaba, pero por ahora no podía hacer nada. Y por si fuera poco, la culpa la invadió de nuevo. Se sentó en su cama y no pudo evitar llorar. Se tiró en su cama a llorar, su rizada cabellera que permanecía suelta comenzaba a pegarse a su rostro por la humedad de las lágrimas, cómo podía evitar no sentirse culpable? No podía dejar de darle información a su padre porque la iba a encerrar y no le dejaría ver más a Alian. Cuánto deseaba que su vida fuera diferente, su vida era tan extraña que ni siquiera recordaba su niñez por más que forzaba a su mente a recordar algo es como si su niñez no hubiese existido. Y eso no era todo, no habían juguetes, nada que pudiera asociar a su infancia. Lo poco que recordaba era de cuando tenía once años ya era una niña grande, recordaba a Susana su Nana, ella la había criado como si fue
Gabriel había llegado a su destino ese día en la mañana, el viaje había durado toda la noche, ya que por la nieve debían viajar poco a poco, aunque los lobos en la manada de hielo no estaban tan acostumbrados a socializar con los humanos, sólo les gustaba a aquellos que estaban acostumbrados a salir de la manada. La Manada de Hielo era de las pocas manadas que permanecían puras, pero aún así era más fácil para ellos aceptar una relación con humanos, que con otra criatura. En el sentido de los licántropos, en su manada no había ninguno, y en ese estado la única manada que habitaba allí era la de hielo, sin embargo en los negocios, en los viajes y en muchas cosas más, tenían que recurrir a humanos pero eso ya lo hacían con terceros y de eso se encargaban aquellos que ya se habían acostumbrado a socializar con ellos o que se mantenían fuera de la manada. Claro está que aquellos que salían y no vivían como tal en la manada era porque conseguían a su compañero o compañera en otro pueb
Silas y Eva, tenían más de cuarenta años juntos, empezaron su relación siendo jóvenes, bueno ella dos años menor que él, ellos tenían un amor sin igual, pues en muchas ocasiones pasaba que los dos lobos tenían que cumplir la mayoría de edad para conseguir su pareja, pero rara vez no. No siempre era tu lobo mostrandolo, algunas veces era la misma diosa luna dándote pistas, cuando Silas cumplió su mayoría de edad, Eva tenía dieciséis recién cumplidos, ya a esa edad los lobos tenían noviazgos, no todos, pero algunos si. En su caso, ella sentía una gran atracción por Silas, era un chico bastante guapo, rubio, ojos grisáceos con tonos verdosos, era bastante alto, tenía un cuerpo muy tonificado y lleno de músculos, en realidad no había lobo en mala forma, a menos que ya fuera muy mayor. Si había algo por lo que Silas destacaba entre los chicos de la manada era por ser el hijo del Alfa y por su piel blanca, su padre y él eran lobos albinos, los últimos lobos albinos del mundo. Silas era
Eva no podía explicar el sentimiento que sentía en su pecho, acababa de ser elegida por el futuro Alfa como su compañero, no podía negar que le gustaba, por su mente pasaban muchos momentos que habían vivido y que ahora encajaban perfectamente, era la diosa luna dando señales. Ella no se sentía la loba más bonita de la manada, pero el lobo que le gustaba y con el qué se había imaginado muchas veces juntos en un futuro. Eso era lo que estaba destinado a su vida y así es la vida, lo que es para ti, ni que te quites y lo que no, ni que te pongas. Ahora que estaba con él a solas se sentía muy nerviosa, obvio no era la primera vez, pero si en un momento así. No supo que decir, seguía dudosa de lo que estaba pasando, podía ser una broma, pero no, Silas no se prestaría para eso. No podía rechazarlo, nadie quería ser rechazado por su pareja y estaba claro que ellos estaban destinados a estar juntos. Un leve toque en su hombro la trajo de vuelta a la realidad. -Estas bien? -Ohh, si, si.
Gabriel estaba de muy mal humor, sentía sus músculos muy tensos, sabía perfectamente la razón, pero no queria pensar más en ello. Llegó a ese lugar para olvidar y dejar cosas atrás, pero estaba fallando. Se había bañado, pero el jabón de espuma no fue de ayuda. Era ridículo que un simple olor lo llevara a recordarla, quería regresar, esa era su casa, pero no estaba listo aún, para aceptar la realidad de que a Alana le gustara otro chico, pensó en su celo, tal vez y sí, era eso. No era qué Alana le gustara, bueno, si le atraia, pero es que en verdad era una loba preciosa, tenía ese cabello rubio, liso y largo que llegaba hasta sus nalgas, sus ojos, tenía lindos ojos, grises o verdes, su color de ojos era hermoso, como si el gris y el verde se hubiesen mezclado pero dejando pequeñas pizcas de cada color en ellos. Tiene cejas gruesas pero muy bien arregladas, largas pestañas, y sus labios, sus labios. Ya basta Gabriel- Se dijo a si mismo, la idea es olvidarla, no recordarla. Se le
En el Castillo del Clan Sangre y Fuego todo acontecía normal, cómo de costumbre. El Rey permanecía en su oficina, la reina no se le veía por ningún lugar y a su vez el pueblo permanecía apartado del reino. Hacía mucho de la última guerra entre lobos y vampiros, murieron tantos de ambos, que los ancianos de las dos especies, pactaron el cese a la guerra y respetando el espacio de cada quien, en cada país habían varias manadas y varios clanes, se compartían territorios, de tal forma que la Manada de Hielo y el Clan Sangre y Fuego compartían terreno, los dividía el bosque. Cada Rey y cada Alfa debían asegurar que se respetase el terreno propio y el del otro, para evitar confrontaciones futuras y asi había sido por muchos años, hasta que Alian y Ziara se conocieron y hasta que asesinaron a una familia en la manada, aunque los lobos no cobraron venganza no lo olvidaban, tampoco era que no quisieran ni que no les importaran la familia asesinada. Pero el Alfa de la manada de Hielo to
Habían muchas formas de matar a un lobo, sabiendo y teniendo claro que los lobos eran familiares y les gustaba vivir en manadas eso los hacía más fuertes, peleaban juntos, el dolor de perder a uno suyo en una batalla era fuerte, más si era un miembro mucho más cercano de la familia. Pero había algo más, una forma en que los lobos sufrían más. Y ese era el rechazo, el rechazo del ser amado. Un lobo podría contra cualquier cosa, de hecho podían volver a enamorarse siempre y cuando la diosa luna tuviera otra pareja destinada a ellos, pero,qué pasaría si no? Si el lobo mentalmente no era fuerte o era muy sensible a las emociones podía morir. El rechazo de su pareja se podía decir que causaba un dolor tan grande en el lobo que podían sentir su corazón haciéndose añicos, era un dolor que penetraba. Por allí dicen que el dolor del corazón no es físico sino mental, pero será eso cierto? Si fuera así porque al sufrir una perdida o ellos al sufrir un rechazo de su persona destinada sufrían
Gabriel se quedó en silencio, pero se sentía expuesto, no sabía porqué pero la insinuación de que debía tener gas de correr había sido como que ella sabía que él era un lobo. No era normal, su manada no estaba tan acostumbrada a convivir con humanos el si, por su trabajo de beta. Pero tampoco hacía amistad, de esa forma si es que podía llamarte amigo de Courtney.Se tranquilizó a si mismo y siguió caminando junto a ella en silencio, llegaron a una especie de parque y se sentaron en un banco de metal, mirando al montón de gente tomándose fotos, cerca hacían paseos en trineo y había mucha gente allí, comiendo, compartiendo y conversando. Cerca había una pareja, una chica y un chico con una hermosa bebé de mejillas regordetas, con cabello dorado y ojos azules. Su papá la agitaba con suave y con cuidado y la niña reía a carcajadas, le fue imposible quitarle la mirada de encima a la pareja, los vió sonreír a los tres y la sonrisa fue contagiosa pues él también sonrió. Así se imaginaba en