Solté una sonora carcajada al verlo afectado porque no comían como se debía, además fue permisivo y ellas se la montaron.—Dicen que las madres son magas, ahora comprendo el origen de eso. —cargué a Eduardo para cambiarlo, tomé su pañalera—. Cuidado con los niños, voy a cambiar al bebé.Se acercó al niño y lo besó. Quedamos tan cerca, nuestro aliento se chocó y al mirarnos, me sonrojé, di un paso atrás y fui al área de bebé, mi gordito estaba muy orinado. Lo dejé reluciente, salí a mirar cómo iba José Eduardo.Verlo detrás de una y luego de la otra me hizo reír. Las niñas corrían una persiguiendo a la otra, Emmanuel riendo como pocas veces lo había visto, ¿será por qué veía una figura paterna o por lo que habló con él? Tal vez sean ideas mías, sin embargo, debía prestar atención para comentarle a Maju quièn era una de su psicóloga. Le dejé a Eduardo.Sentía el amor entre nosotros, eso no se había perdido, de hecho, creía que había aumentado. —Calma, Patricia, calma. Deja que todo fluy
Tomé de manera rápida una toalla y lo ayudé a secar, escuchaba a José en el baño.—El señor José dijo que debíamos bañarnos, tú ya te bañaste, él está bañando a mi hermanito. —Lo ayudé a vestir, le di un beso en la mejilla.—Emmanuel ve a cuidar a tus hermanitas, toma la llave.—Si señora.—Yo arreglo el cuarto. —salió, arreglé el cuarto, luego toqué la puerta.—¡Emmanuel se me quedó la toalla! —ahí estaba pintado.—Soy Patricia. —tenía la toalla en la mano.—Estoy en paños menores.Me reí. Una obscena imagen realizándole sexo oral llegó a mi mente, ¡contrólate! Deja de pensar en tu exmarido de esa manera, lo había bloqueado para evitar que el deseo me invadiera, pero con solo verlo, sentía un deseo por mi marido, más no era ese desespero que sufría antes.—¿Qué quieres que haga entonces? —dije.—Si no te da pena, ingresa.Me reta, no me iba a amedrentar, pero… al ingresar no pude evitar no repararlo de pies a cabeza, al hacerlo él se percató, estaba con esa sonrisita llena de lujuria
No sé cómo sentirme, tenía una alegría interna porque Patricia no me había mandado a comer mierda. Sin embargo, hasta el momento solo era decencia, cada vez que ha tenido la oportunidad ha dejado en claro que no se quería acostar conmigo por ahora. Y estaba seguro de que tenía mucho que ver mi comportamiento para con ella en el baño de la discoteca de mi primo. Si de algo me arrepiento en la vida fue de haber cometido esa bajeza. Esa fue la razón principal por la cual hui. Nos habíamos cambiado de ropa, los niños querían ir a la playa, además necesitaba tomarme varias fotos, ¡quiero estar en esa pared con mis hijos!—Señor José, ya estoy listo.Emmanuel asomó su carita por mi habitación, cada uno tenía su cuarto y a mí me mandaron al cuarto de huéspedes. Patricia con una decencia me dijo: «¡Está amplio el cuarto donde dormirás estos días!, espero te guste». Y sin duda me lo merezco, cuando me quede solo sonreí ante su muy decente manera de decirme, ni sueñes con dormir conmigo. Por es
José Eduardo se veía precioso en el umbral de la puerta con ropa de estar en la casa, ¿habrá pensado lo mismo que yo?—Disculpa mis fachas, tengo dos razones, una las piernas me arden por la quemada y un jean me terminará irritando, sabes cómo me pongo, y la otra razón me la reservo. Veo que tú estás igual. ¿Qué pasa?—Quería estar cómoda y no quería que la situación se malinterpretara.—Ya veo por donde va tu resentimiento y lo comprendo.—Gracias por entenderme, ahora, referente a la otra pregunta. —Tenía que enterarse de la situación emocional de nuestro hijo.—Patricia…—Debemos darle mucho amor a Emmanuel.Se acercó, se arrodilló al lado de la cama y tomó el portarretrato que le había quitado al niño. Miró nuestra foto y lo observó a él.—Tiene cicatrices en su cuerpo.—Su madre biológica lo maltrataba. Pero hablar de ellos es lo último de nuestra conversación, sin embargo…—Voy a ser un padre presente, nos arreglemos como pareja o no. —mostró su mano—. Si seguimos casados bajo
Nos quedamos mirándonos, entre más hablaba con él, menos vergüenza tenía de mirarlo. Como me dijo el padre Castro, la verdad dignifica.—Miedo a que me llegara ese desespero por tener sexo y que tú te dieras cuenta.—¿Nunca sentiste miedo de serme infiel?—¡Jamás!, primero me introduciría un vibrador o yo misma me daba placer a serte infiel José Eduardo —nuestras miradas se volvieron a encontrar, afirmó y bebió de su copa de vino.—Pasé por muchos medicamentos, y mientras la doctora trataba de dar con la medicina correcta vi en internet la agencia de Rodrigo. No me preguntes las razones de porque me metí en ese lugar, solo me presenté, hice la entrevista, la prueba al día siguiente. —Me sonrojé, dicha prueba era tener sexo de todas las formas con él.» Me hablaron de las cláusulas de confiabilidad, yo podía aceptar con quién y mi tarifa básica era tal. —José se bebió la copa por completo, se sirvió otra—. Empecé a trabajar, firmé el contrato donde dejaba claro que sexo con mujeres no
—¿Penitencias? —preguntó con una leve sonrisa.—Sí. Una vez estaba desesperada por tener sexo, la masturbación no me ayudó y llegué muy temprano a la iglesia, al contarle me llevó a su jardín, el cual estaba perdido en la maleza, rastrojos y ese hermoso árbol se veía perdido por esa selva.—¿Eres la autoría de ese lindo lugar que ahora es el lugar favorito de César y Alejo? Ellos me han mandado a ese jardín.—Sí. Desde ese día comencé a trabajar en el jardín, a la hora ya no tenía desespero. El padre lo único que hizo fue darme instrucción de donde estaban las herramientas de la jardinería y créeme, usé hasta machete para quitar la hierba y luego usé guadañadora, me hubieras visto, soy una experta con ellas. Por dos meses trabajé en ese jardín y desde entonces se ha mantenido como lo conoces hasta ahora. —José se había quedado cerca. Se sentó a mi lado en el mueble.» El día en que terminé me senté en la banca, esa sé la regalé yo y la puse al lado de ese bello árbol, el cual es el ej
Volví a quedar en shock. ¿Qué acabó de decir Patricia? «Yo te doné mi córnea», —la miraba, intentó hablar, pero las palabras ante el impacto de la noticia se quedaron enredados en mi garganta—. Ella esperaba a que pudiera decir algo, sin embargo, mi cerebro solo rebobinaba la última frase de Patricia; «yo te doné mi córnea…» Mi única escapatoria fue recordar una de las tantas conversaciones que mantuve con el tío Efraín en Chile después del accidente, mientras él arrastraba la silla de ruedas, aún no veía muy bien. La córnea donada por ese extraño apenas me estaba adaptando y dijo que nos encontrábamos en los bohíos laterales de la casona. Los lugares favoritos de las damas de nuestra familia. En este lugar, durante mi separación me sentaba para pensar en la mujer que amaba. —¿Qué entiendes por pureza sobrino? —sentí que se sentó a mi lado. —¿A qué viene esa pregunta? —con él nunca sabía a donde quería llegar, pero siempre me dejaba pensando y más en Patricia. —Solo responde. —Es
Al ingresar a la habitación fui directo a baño. Me tocó meterme al agua de nuevo, necesitaba que la excitación pasara, no era el tiempo aun para acostarme con él. Lo deseo más que nada en el mundo, pero no quería estar sometida a mi marido. Necesitaba tener el control. Así me dijo la última terapeuta. Yo debo controlar el deseo, no me tocaré, debía controlarme. Lo amo, quiero pasar mi vida a su lado, porque me agrada su compañía, pero no será bajo la pérdida de mi voluntad…Aunque seducirlo y ponerlo en modo frenético me agradó demasiado. Una vez controlada salí del agua. Le daba vueltas y vueltas a la idea de llevar a José Eduardo al límite, mientras me ponía pijama. Tenía que hacerlo con mucho cuidado para no caer en el intento. También sería una prueba para mí. El no caer o sucumbir en el deseo de la carne, esa sería mi cura absoluta.No lo hacía por ser rencorosa, la razón principal era por mí, pero también quería dejarle un precedente para qué jamás vuelva a tratarme como una pro