Joselyn terminó de peinarme el cabello, en la mesa junto a nosotras tomó la late de aerosol y comenzó a agitarla.
—Te aplicaré el tinte azul —me avisó—. Cierre los ojos, por favor.
Obedecí.
Durante varios segundos permanecí con los ojos cerrados, imaginaba el lugar al que iría esta noche. Seguía en Klayten, después de todo no me habían echado todavía, y pretendía ir esta noche a ese club nocturno que me había recomendado el chico del restaurant.
La razón por la que seguía en esta maravillosa ciudad era Tomas Galger.
Era inevitable para mí no sentir vergüenza cuando recordaba la forma en la que le había confesado la razón por la que estaba aquí. Huí, naturalmente. Huí de mi verdad. Huí de la vergüenza que me provocó estar en mi propia piel. Dios, habí
Recibí un mensaje de Estefany al instante exigiendo explicaciones. Le conté todo con libertad, la forma en la que me sentía, los detalles sobre lo que había sucedido con Tomas. Le pedí que mantuviera informada al resto de nuestras amigas también, no quería tener que repetir la historia dos veces más.Detuve los mensajes cuando llegamos a la casa. Una mujer del servicio me avisó que la cena ya había sido servida, por lo que me apresuré para llegar al comedor.Encontré a Tomas y a mi hermano sumergidos en una conversación sobre los precios aumentados de un producto. Beatriz Galger fue la única que notó mi presencia y no tardó en arrastrar su silla ruidosamente hacia atrás para marcharse.—Buenas noches —saludé incomoda a ambos hombres, quienes se habían quedado callados por la escena de Beatriz.Era una idiot
Tomas.El silencio era una cosa curiosa, podías encontrar tanto placer como tortura, pero era difícil encontrar el verdadero silencio, dado que siempre había ruido, por más insignificante que fuera. El ruido podía convertirse en un enemigo sino aprendíamos evocar el silencio en nuestro interior.«Escucha tu alma». Eso era algo que te enseñaban desde que tenías la capacidad de entender las palabras, aquí en Klayten era sagrado. Era difícil de conseguir, por supuesto, había personas que morían sin lograr entenderlo todavía. Qué curioso, que escucharse a uno mismo fuera una actividad que tomaba tanto tiempo por aprenderse. Incluso a veces, toda la vida.Desde que tengo razón me he conocido como alguien susceptible. Las multitudes las detestaba, los ruidos me irritaban, por eso siempre había preferido vivir aqu&i
Tomas.Verla dirigir el caballo sin piedad me hacía recordar una vieja leyenda, la de una mujer nativa que iba a ser dada en matrimonio, pero un día robó el caballo intocable del jefe de la tribu y escapó. Nunca jamás se volvió a saber de ella. Por esa razón la habían vuelto una leyenda.“Lebri”, ese era su nombre, en mi idioma era sinónimo de salvaje, indomable, independiente.Verona tiró de las riendas del caballo para que se detuviera, permitiéndome alcanzarla. Se removió sobre su silla e hizo una mueca de dolor.—¿Te encuentras bien? —consulté preocupado.—Sí —su rostro se tornó rojo, huyó de mis ojos—, hace más de dos meses que no montaba. He estado algo ocupada —confesó.Comprendí a lo que se refería. Debía resu
Íbamos a tener una fiesta para celebrar la nueva alianza entre las empresas Robinson y Galger. Más que todo sería una reunión oficial donde conoceríamos a varios trabajadores y aliados de las empresas Galger.Estaba nerviosa, pero no era por la fiesta, estaba acostumbrada a ese tipo de cosas. Era Tomas Galger. Después de haber jugueteado con las manos de Tomas en la sala de cine, no había vuelto a ocurrir nada similar, salvo por las sonrisas y las miradas a escondidas.No sabía qué me había pasado por la mente ese día para tocarlo de esa forma, me gustaba creer que había sido por la emoción del momento, me asustó ver a Tomas con los ojos en blanco, su mirada tan perdida que…era como si no hubiera estado presente. Eso solo me había hecho sentir la necesidad de…sentirlo.Hasta que Beatriz Galger me había ordenado quitarle las manos de encim
Estaba tan enardecida que no dudé en levantar mi rodilla para golpear a su amiguito. Satisfacción llenó mis facciones al verlo arquearse de dolor. Sentí a Tomas tomar mi muñeca, estaba revisando el lugar donde su bruto primo me había sujetado.—Ya no eres bienvenido aquí, Sabiel —espetó Tomas—. No quiero verte en mi casa. No quiero verte cerca de mí, ni de mis invitados. Lárgate ahora mismo o haré que seguridad se encargue de ti.Sabiel recuperó su postura, la mirada que nos dirigió a ambos era de pura amenaza, pero tuvo que retroceder cuando sintió la presencia de los hombres de Tomas en el jardín. No despegué mis ojos de él hasta que se largó.Respiré, sin saber que había estado conteniéndome.—¿Qué ha pasado? —interrogó con suavidad Tomas, sus manos segu&iac
Tomas había decidido contarme sobre lo que su hermana pensaba acerca de él involucrándose conmigo, eso me hizo retroceder. No quería que la relación de ellos se viera afectada por mí.Estornudé. Estaba resfriada por haberme expuesto al viento gélido de anoche. No había salido de la cama desde temprano, había permanecido acurrucada desde los primeros estornudos. Pero no me arrepentía de nada, los labios de Tomas valían cada estremecimiento.Anoche, cuando los besos habían finalizado, prometimos pensar una solución para…”nuestra situación”. Mi padre no iba a estar de acuerdo, él no confiaba en mis relaciones y con lo que había pasado la vez anterior era peor.Entiendo que entre Tomas y yo aún quedaba mucho por conocer, pero quería darnos la oportunidad. Después de anoche, después de sus labios sobre l
Conversaba con mi hermano por teléfono, ya era tarde y afuera el cielo estaba diluviando.“Voy a pedirle matrimonio a Ginger”. Escribió, como si estuviera contándome cualquier cosa.Jadeé al leerlo.“Ya era hora, ese es mi chico”. Contesté.Su respuesta se tardó en llegar. Fruncí mi ceño.Los rayos en el cielo iluminaban mi habitación cada tantos minutos, apreté más la cobija contra mí. Mi teléfono vibró.“Beatriz Galger me besó”.Releí el mensaje más de cinco veces, quise tirar el teléfono al suelo y destruirlo, como si eso pudiera cambiar su confesión. Sentí que la cabeza se me calentaba y que la incredulidad me golpeaba.¡¿Qué demonios le sucedía a esa bruja
Cuando desperté, lo primero que vieron mis ojos fue el rostro de Tomas Galger. Él estaba dormido, su respiración se encontraba con la mía y no era consciente de lo hermoso que se veía. Nuestros cuerpos no se tocaban, pero lo sentía en todas partes.Besé su nariz sin poder resistirme y esperé a que sus esferas de color chocolate me dieran los buenos días.—Que placer poder despertar junto a usted, señorita Verona —ronroneó.—Buenos días para usted también, señor Galger.Nuestras voces estaban roncas y lentas por el sueño.Acarició mi mejilla cuando me recosté sobre mi espalda, comencé a desperezarme y él me imitó. Me senté en la cama y lo primero en lo que mis ojos se fijaron fue en el sofá blanco con una enorme mancha rosada.Diablos, anoche no se había visto tan gr