Rodeó el escritorio y señaló la puerta.
—Hablo en serio, Verona. No soporto más esta situación.
Había tanto cansancio y dolor en su voz que tuve que ponerme de pie, intenté tocarlo, alcanzarlo. Pero no me dejó.
—¿Por qué? —demandé—, ¿Por qué estás haciendo esto?
Sabía que no era la única sufriendo con esto, lo que no entendía era por qué lo estaba provocando. Podíamos arreglarlo, podíamos intentarlo. Sin embargo, él no lo estaba permitiendo.
—No quiero que estés a mi lado —miró con fijeza la puerta—. No quiero que sigas viviendo aquí. Vete.
—Por favor, Tomas —mi voz estaba estropeada por el llanto—. Por favor.
Negó yendo hacia la puerta para abrirla con brusquedad.
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La única razón por la que había aceptado hablar con Denser y Ophel era porque necesitaba saber sobre Tomas. Aunque fuera la cosa más mínima. Solo ese deseo hizo que me levantara de la cama y me pusiera una bata encima.No me sentía como yo misma. Todo era irreal.Estos días se sentían como si estuviera fuera de mi cuerpo y como si solo una pequeña parte estuviera todavía sujeta a él. La parte que esperaba a que Tomas llamara. Todo lo demás era dolor.Dioses, estaba tan perdida. Totalmente perdida.—Verona.Parpadeé en dirección a los chicos haciéndoles saber que los escucho. No observé durante mucho tiempo a Denser, hacerlo me hacía pensar en ese día horrible. Mi atención fue puesta sobre Ophel, traía muletas y una expresión de horror en su rostro.Mi aspecto no debía ser bue
Formalmente no quedaba nada entre las empresas Robinson y Galger, salvo promesas rotas y proyectos sin terminar. Me sentía devastada por tener que mi padre llegara a eso, entendía que estuviera furioso con Tomas, pero no podía evitar pensar en los beneficios que perderían las personas de Klayten.No le había dicho todo a papá, apenas le di migajas de lo sucedido y había explotado en una furia tan intensa que fue suficiente para saber que debía mantener el resto para mí. Temía que su odio afectara su salud, así que preferí callar y ahogarme con mi dolor.Todos los días peleaba contra la agonía de lo que perdí, algunas veces ganaba y la mayoría de las otras no. Le llamaba “ganar” a poder salir de la cama, comer, asearme, ir al jardín un rato y luego volver a la habitación. Ese era mi refugio. Sin amigas, padre o hermano. Tampoco hab&ia
Estaba en la etapa de la furia inagotable. Había decidido que Tomas Galger era un maldito que no seguiría viéndome rogándole. Era mi momento de hacer mi mayor actuación, así como él lo había hecho ya.Estaba rota, lo sabía, lidiaría con eso después. Solo la rabia me mantenía de pie.Ahora sabía la razón por la que me había dejado, ahora sabía que todo fue por esa mujer.—¿Segura que quieres hacer esto?No miré a Estefany, me miré a mí misma en el espejo, tenía los ojos enmarcados en negro y los labios de rojo vino.Sonreí.—Sí —contesté—. Si ellos quieren tener una función la tendrán.Porque —¡Oh, sí! — había recibido la invitación para su boda por correo, patrocinada por nada má
Se produjo un sonido seco cuando una silla se cayó. Aproveché ese instante para separar mi boca de la de Ophel, aunque ambos sabíamos besar bastante bien, no podía decir que había estado disfrutando tener su lengua dentro de mi boca.Giré mi rostro en dirección del sonido y vi a Tomas dejar el lugar. Eso me molestó.Había esperado un escándalo, incluso que llamara a seguridad para que nos sacaran a mí y a los míos. Pero solo se fue y Aknes tampoco hizo nada al respecto.La respiración de Ophel en mi rostro hizo que me alejara abrupta, mascullé una disculpa e hice que nos alejáramos de la pista de baile de regreso con mi grupo. Todo el mundo estaba murmurando, sentía miradas sobre mí y las que más me mortificaban eran la de los padres de Tomas.A la mierda.Él rompió mi corazón. Tenía derechos.
Verona.Mudarme a Italia fue la decisión más cuerda que tomé estos días. Y aunque mi abuela no se había negado en lo absoluto en recibirme en su preciosa casa, tenía planeado buscar algo propio. La idea de quedarme aquí de forma permanente me gustaba.Estar en Verona hizo que me sintiera en casa. También fue como encontrarme con los sentimientos de otra persona, era otra persona. El sol brillaba y había muchas cosas hermosas. Todo el ambiente que me rodeaba al pasear por las calles nutría y revivía de a poco mi alma. A veces tenía malos días y no salía de la cama en lo absoluto, mi familia era comprensiva cuando eso sucedía, pero no dejaban de llevarme la comida o bocadillos, mis primas en ocasiones se instalaban en mi habitación y comenzaban a contarme los nuevos chismes familiares.Ellos me estaban ayudando a recuperarme y yo s
Escribir finales y epílogos nunca se hace más fácil. “Eres verano, Verona” creo que ha sido uno de mis primeros escritos más apegado a la realidad. Aunque es obvio que no puedo dejar de aferrarme a la fantasía. Recuerdo que cuando empecé a escribirla me sentaba frente a la computadora y mis dedos simplemente se movían sobre las teclas sin parar. Escribía hasta altas horas de las madrugadas y estos últimos capítulos me hicieron revivir el sentimiento. Esta como todas mis historias tiene una parte de mí, y de hecho…Tuve una experiencia de donde nació el: “¿Qué era peor que una persona que explotaba? Fácil. Una persona que no lo hacía”. Quiero agradecerles mucho por estar aquí y vivir la historia conmigo. Y esto aún no acaba… La secuela “Por siempre sí”, seguirá en esta historia. Va a estar direccionada a unos pocos años después de esta gran
Tomas.Dos años atrás.Estaba furioso, frustrado, me estaba ahogando con la presión que me provocaban las miradas de todos. No podía escuchar sus pensamientos, pero sabía lo que debían estar pensando.Había fracasado como esposo y protector. No era alguien que merecía a una mujer como Verona. Estaba roto, venía defectuoso y aunque ella me hubiera aceptado yo le debía haberle ahorrado el horror de estar conmigo.No pude cuidar de ella.¿Y si hubiera muerto?No tenía idea de qué sería de mí en este momento. Solo pensarlo era insoportable. Pero mi cabeza amaba las cosas insoportables, se aferraba a esas sensaciones y me quebraba. Hasta que mi respiración fallaba y me encontraba al borde de un ataque de pánico.Huía de Verona para que no lo viera.¡Qu&eacu
Sostenía su mano, miraba esa unión como si nada más existiera. Quería aferrarme a eso, a la idea de que su mano y la mía volverían a encontrarse siempre que lo deseara. Cuando más lo necesitara.Mi verdad era otra, una que estaba matando lo más hermoso de mi vida. Los doctores me lo habían dicho, que mi mano no podría seguir sosteniendo la suya por mucho tiempo más. No una semana. Quizás solo un día.—No llores —su voz era cansada, apenas audible—. Yo soy feliz.Quise gritar.¿Cómo podía ser feliz?Se estaba alejando de mí, pronto no iba a estar. Iba a desaparecer.Frías lágrimas se resbalaron por mi rostro.—¿Cómo no voy a llorar? —acerqué su mano a mi rostro, ella estaba cálida—. Te estás yendo y no puedo hacer nada pa