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Todos se quedaron estupefactos. Algunos de ellos habían sido testigos de la capacidad de Aidan de controlar el hielo y el destrozo del cuarto, pero como siempre, lo terrorífico del fuego no se lo quitaba nadie. Y menos como las llamas ligeramente creaban un halo que se movía alrededor de Aidan como protegiéndolo.

A pesar de todo, no hubo movimiento por ninguno de los dos lados. Aidan no tenía intenciones de matar a ese lobo, sino de lo que estaba en su cabeza. Como supuso, estaba siendo controlado. Eso nadie lo sabía y no tenía tiempo de explicárselo. Respiró profundo manteniendo una concentración tal que era dolorosa, debía expulsar a Ryan de ese cuerpo. Era él, no había duda. Debía hacerlo antes de que perdiera el control escaso que tenía sobre su poder.

-Te estás divirtiendo hermoso- una voz en su cabeza y antes de que todo se volviera negro Aidan cerró su mente atrapando dentro de él a Ryan.

***

Lo había logrado... o eso creía.

El cuerpo del lobo se proyectó en un espacio completa
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