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2 DAMISELA EN PELIGRO

Ahí estaba yo, de noche, sin coche, con un extraño dispuesto a llevarme a casa ¡¡¡en una motocicleta!!!

—¿Es en serio? —la pregunta más tonta para el momento, limosnera y con garrote.

—¿Apoco te da miedo? —me dijo socarronamente, con una sonrisita de medio lado.

—Eh... no.… para nada. ¿Dónde está? —Balbuceé envalentonada por las copas que traía encima.

—Está por allá al fondo, pero espérame aquí, tengo que entrar nuevamente —me dijo y se dio media vuelta, creo que ya se arrepintió —No tardo, no te muevas de aquí.

No tardó mucho, al salir traía un casco en la mano y no dejaba de sonreír.

—¡Listo!, ahora sí vamos —me cedió el paso —. Ah, toma esto es para ti —me tendió el casco que traía en la mano.

—Gracias ¿Y tú que usarás? —le dije mientras caminaba y miraba el casco que me dio.

—No te preocupes, mi casco está en la moto, este es de un compañero que no lo necesita hoy —me comentó mientras avanzaba hasta nuestro… ¿Vehículo?

Le quitó el candado que ataba el casco a la moto y se lo colocó, enseguida se montó en ella, volteó a verme y me hizo la seña que era mi turno de subir. Se veía tan sex1 sobre la motocicleta.

La verdad estaba algo dudosa aún, hoy he tomado muchas decisiones no tan buenas, pero va, “la vida es un riesgo”, me decía a mí misma animándome ante la situación.

Me coloqué el casco y me monte detrás de él, con mis manos busqué de donde sostenerme detrás de mí, al fin encontré la orilla del asiento, la verdad no me sentía muy segura al sostenerme de ahí.

—Si solo te sujetas de ahí te vas a caer —me dijo, mientras volteaba a verme, solo sus ojos se asomaban por el casco, se veían divertidos, la verdad yo me sentía apenada, sabía a lo que se refería así que lo tomé ligeramente de la cintura.

—¿A dónde te llevo? —me preguntó al tiempo que encendía aquel motor que rugía con fuerza, creo que me estoy arrepintiendo. Por fin, le di la dirección y cerré los ojos.

Arrancó despacio, pareciera que era para darme seguridad, pero cuando salió a la calle, aceleró un poco más haciendo que ahora, si lo abrazara totalmente de la cintura pegando un gritito de susto, pienso que lo hizo a propósito.

No tardamos en llegar a mi casa, además de que no estaba lejos, no había mucho tráfico.

Bajé despacio, aún sentía las piernas vibrar por el movimiento del motor, me quite el casco y se lo entregue mientras él se bajaba y se quitaba el suyo.

—¿Qué te pareció?  Porque por lo que veo es tu primer paseo en moto —su rostro se veía divertido al decirlo.

—Estuvo bien y si es la primera vez —mentí en lo primero, la verdad me había asustado bastante, lo que por alguna razón no me molestaba para nada, era de dónde venía sujeta —pues bueno, te agradezco infinitamente por esto, ya estoy en casa gracias a ti.

—No agradezcas, solo esperaré a que entres y me iré —me sorprendí con sus palabras, de verdad que es atento, otro no hubiera perdido la oportunidad de tratar de entrar y tener una buena sesión del delicioso. Pero tampoco soy de ese tipo, no lo hubiera dejado entrar, estaba agradecida pero no a ese punto de agradecimiento.

—Gracias —dí dos pasos hacia la puerta, pero me giré de nuevo hacia él —. ¿Y a quién le estoy agradeciendo este detalle? —ni siquiera sabía su nombre.

—Fabio —me dijo con esa sonrisa sex1 que tiene —. ¿Y el tuyo? —Preguntó.

—Andrea, mucho gusto Fabio —le contesté y regresé al tiempo que le di la mano en forma de saludo.

Sentí un chispazo cuando toqué su mano, fue una sensación extraña, lo solté casi de inmediato.

—Andrea... es un nombre italiano y normalmente lo usan en hombres, pero te queda bien, un gusto, espero volver a verte — comentó mientras se colocaba el casco y se subía a su moto, no dije nada y solo avancé hacia la puerta, se quedó ahí como lo dijo, hasta que entré a mi casa.

POV FABIO

Hoy llegué temprano al restaurante, era viernes y nos esperaba un día largo, benditos fines de semana, en toda la semana no había asistido una de las meseras, así que yo cubría su lugar cuando se necesitaba.

En realidad, no me molestaba nada de lo que tuviera que ver con el negocio, de verdad me gustaba muchísimo mi profesión, desde que era niño soñaba ser chef al ver a mi padre en esa inmensa cocina dentro de su restaurante, él me animaba a serlo, siempre me apoyó y me decía que algún día yo estaría en su lugar en lo que fuera el negocio familiar.

Abrimos normalmente, teníamos dos turnos de empleados, ya que abríamos desde las 9 de la mañana y cerramos hasta las 11 de la noche, creo que el horario era la única cosa que no me convencía del todo, pero estaba establecido así desde que mi padre lo inauguró.

Yo llegué desde la apertura, por la mañana todo estuvo muy tranquilo, no necesité cubrir mesas, ya que el turno matutino estaba completo, no fue hasta las 4 de la tarde cuando se acumuló el trabajo, esta tarde hubo bastante afluencia de comensales.

Al principio estaba en la cocina preparando los platillos del menú, pero al pasar del día tuve que cubrir a Verónica, supongo que ya no regresará, mañana colocaré un anuncio solicitando mesera “responsable”.

Había avanzado en algunas cosas durante el día, mi sous chef (subchef o suchef) era excelente en su trabajo, además de que siempre me apoyaba, él tenía ese puesto desde que mi padre vivía, sí, mi padre murió hace 3 años de un paro cardiaco en esta cocina, tal vez sea un tonto consuelo, pero por lo menos pasó haciendo lo que le gustaba.

Alonso era un hombre de 38 años, de estatura mediana, pero de gran corazón, no habría podido mantener el negocio si él no hubiera estado al pendiente mientras pasaba mi duelo tras la muerte de mi padre. Incluso, sufriendo su propio duelo por él.

A eso de las 8 de la noche tuvimos cupo lleno, los comensales llegaban y se iban, pero ya había personas esperando lugar, el trabajo iba súper bien.

Para esto tuve que salir a cubrir cada cierto tiempo algunas mesas, la verdad tenía un gran equipo de trabajo y me apoyaban en todo.

Estaba saliendo de la cocina para verificar que no faltara nada, cuando vi entrar a una chica, me quedé parado junto a la puerta, observándola.

Era una mujer demasiado atractiva, alta, con el cuerpo perfecto, tez blanca y cabello castaño y unos grandes ojos café claro, ¡wow!! ¡Qué ojos!!, me quedé mirándola un par de segundos hasta que la vi sentarse en la mesa frente a la ventana, al salir Isaac (uno de los meseros) de la cocina, tropezó un poco con mi cuerpo inerte mirando a esa mujer.

Al reaccionar, me dirigí hacia ella, traía puesta mi filipina, pero sobre esta me coloque un delantal como los meseros, me acerque a ella para tomar su orden.

—Buenas noches, señorita, bienvenida al “Bianchi”, aquí está la carta o ¿ya sabe lo que quiere ordenar? —Le pregunté siendo exageradamente amable, pero al parecer ni atención puso a las palabras que le dije, solo tomo la carta y me dijo que ordenaría cuando su acompañante llegara.

“¡Claro!  Alguien como ella no podría estar sola, seguro estaba esperando a su enamorado” pensé. Salí de ahí a la cocina para seguir ayudando a Alonso, ya no había mucha gente cenando, salí nuevamente y al verme ella me llamó.

—Un Pinot Blanc por favor.

“Excelente decisión", pensé, al instante le contesté amable y salí en busca de la botella requerida.

Al regresar estaba sumida en su celular, yo le serví una copa y la dejé en la mesa, me dio las gracias, pero siguió clavada en la pantalla con el ceño fruncido, al parecer no estaba recibiendo buenas noticias.

Me retiré un poco, pero quedé al pendiente de ella, se bebió la copa completa y puso más en su copa, creo que, si está molesta. Ya las personas estaban saliendo y ya no llegaban más, el día laboral estaba llegando a su fin.

Ella me volvió a llamar, hizo su orden y volvió a beber todo lo que tenía su copa, por instinto quise tomar la botella para servirle más, pero ella también lo intentó, al tocar su mano sentí algo extraño, como si me quemara al tacto, en ese instante colocó su mirada sobre la mía. ¿Sentiría lo mismo que yo? Desde que llegó y que por primera vez que me miró, noté que sus ojos transmitían tristeza, al final ella cedió y yo le serví su copa nuevamente.

—¿Solo será la pasta? Le pregunté.

—¿Perdón? —al parecer no estaba poniendo mucha atención, se le veía distraída. —solo le pregunto por si ya no esperará a su acompañante —. Al parecer la dejaron plantada, ¿qué 1mbecil dejaría plantada a alguien como ella?

Fui rumbo a la cocina, yo le prepararía su orden, quería todo perfecto, así lo hice y salí personalmente a entregársela, ella estaba perdida con la vista que ofrecía el lugar, no quería ni molestarla, se veía más relajada que hace un momento

—Aquí está su orden —le dije y ella atendió de inmediato.

—Gracias —me contestó con amabilidad.

—¿Alguna otra cosa que necesite? —me miró directo a los ojos cuando me contestó, volví a ver esos ojos hermosos, sinceramente deseaba que me pidiera quedarme junto a ella, o me pidiera alguna otra cosa para regresar a verla.

La dejé degustando su platillo, se veía que lo disfrutaba. Regresé a la cocina, ya debíamos comenzar a dejar todo ordenado y limpio para el día siguiente.

Ya no pude regresar a despedir a la chica de los ojos bellos, pidió la cuenta y cómo ya no había comensales, Isaac terminó con el servicio de esa mesa.

Ya todos tenían casi listos sus deberes —Alonso, ¿podría pedirte que cierres hoy? Quisiera pasar rápido a casa de mi mamá, hoy ni la llame durante el día y quisiera saber cómo está.

—Claro, sabes que puedes pedirme lo que sea, salúdame a tu madre de mi parte. —me contestó amablemente.

—¡Gracias!  No sé qué haría sin ti.

—Regresar a tu país muchacho —me dijo en tono burlón, yo solo sonreí a su broma.

—Este es mi país, no olvides que yo nací aquí —él solo sonrió y me hizo la seña de que me retirara.

Al salir no creí lo que veía, ahí estaba ella, con cara de estrés, hasta así se veía guapa.

—¿Todo bien? —le dije, aunque era evidente de que no estaba nada bien.

—¿Te puedo ayudar en algo? —insistí al ver que estaba estresada de verdad y pensando que responderme.

Me explicó la situación, no podía desaprovechar esta oportunidad de acercarme más a ella, le ofrecí mi ayuda, la cual titubeo pensándolo, pero terminó aceptando.

—¿Y tu coche? —preguntó después de explicarme todo y aceptar mi ayuda.

—Este... no traje coche... soy más... ¿Cómo decirlo?... de dos ruedas —le dije esperando que no se arrepintiera al saber en qué la llevaría a su casa.

Cruzamos un par de palabras y entré por el casco de Isaac. Les explique la situación —Amigo, te debo una de verdad, lo necesito. Alonso, ¿Puedes llevarlo a su casa? —le dije con las manos juntas a modo de súplica y ojos de perrito regañado.

—Sí, sí, anda, ya vete que no llegarás a tiempo con tu madre, ya estará dormida para cuando te dignes a llegar —me contestó Alonso.

Salí y le di el casco de mi amigo, nos montamos en la bestia, así llamo a mi moto, lo sé es infantil, pero le tengo aprecio, la compré ahorrando cuando comencé a trabajar. Salimos del estacionamiento, ella es algo tímida no me quería tocar, acelere un poco a la bestia para que me sujetara con más fuerza y funciono.

Se sentía muy bien tenerla pegada a mi espalda, sentía su corazón acelerado, pero sentía su calor y se sentía jo0didamente bien.

Llegamos a su casa, se veía sencilla, con un barandal de acero al frente color blanco, había plantas en el pequeño jardín, tenía un porche con una banca, parecía muy acogedora.

Ella agradeció sinceramente, se le veía en la mirada.

—¿Y a quién debo agradecer el detalle? —me pregunto, no me había percatado que no nos habíamos presentado —. Fabio —le respondí al tiempo que le preguntaba el de ella.

—Andrea —me respondió, no pude evitar trasladarme a mi infancia cuando íbamos a visitar a los abuelos a Italia y me divertía horas con mi amigo Andrea, él era vecino de mis abuelos, hijo de un joven matrimonio que eran muy amables. —Es un nombre italiano y normalmente se usa en hombres, pero te queda bien, sonrió y se adentró en su casa.

Solo esperé a que entrara y partí rumbo a con mi madre, solo espero de verdad volver a verla.

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