Las personas tienden a dejarse llevar por primeras impresiones. Muchas veces al conocer a alguien, su aspecto, sus primeras palabras para con nosotros, sus actitudes, definen nuestra relación.
Pero, ¿cómo juzgar un libro por su portada? Eso es algo inaudito, es rehusar la oportunidad de que alguien te sorprenda, es dejarse llevar por un momento, por un instante… ¿Y si te equivocas? ¿Y si todo lo que crees saber, desaparece en un segundo?
Durante toda mi vida, fui víctima de las impresiones, la mayoría equivocadas, de quién soy o quién creen que soy. Al presentarme y decir mi nombre, enseguida la gente relaciona a mi familia conmigo, y no podríamos ser más diferentes. O, al saber mi profesión, se hacen una imagen errónea de mí, de mi moral, de mis valores. O tal vez, me conozcas en otro ámbito, algo más… oscuro, por así decirlo, y te imagines que soy una bestia sin sentimientos, que solo busca placer a cualquier precio. Bueno… no es así. Este soy yo, al desnudo, yo por completo. Abriendo mi alma y mi corazón a una dulce mujer que conquistó mi ser y me enseñó que es posible amar con pasión, desear con el corazón y entregarse con el alma.
Pero ¿Qué significa la entrega para un practicante de BDSM?
Esa es quizás la pregunta que más me hicieron. Bien, es algo difícil de explicar e intenso de sentir. Y posiblemente, no todas las personas, podrían hacerlo.
Cuando un sumiso entrega por completo su voluntad a un Dominante, no se trata solamente de que use su cuerpo como él desee, lo cuide, ame y proteja; sino también es una de las más bellas demostraciones de confianza.
Si tienes algo que te pertenece solo a ti, y te gustara tanto que podrías pasar horas con él y cada segundo fuera tan apreciado y valioso que te llenara de felicidad ¿no querrías compartirlo con alguien más? y si lo cedes sigue siendo tuyo ¿verdad?
Pongamos un ejemplo sencillo. Tienes un libro que amas, disfrutas y quieres que alguien más tenga la fortuna de leerlo. Lo prestas, pero sigue siendo tuyo. Eventualmente volverá a ti.
Lo mismo pasa en el BDSM, puedes prestar a tu compañero de juego, porque te pertenece y estás tan seguro de que es así, que los celos y la inseguridad no tienen cabida. Es una demostración de amor, confianza y plena seguridad.
Espero que ahora puedan comprender por qué la entrega de Sam, es tan importante para mí. Y ojalá cuando termines de escuchar mi parte de la historia, puedas vislumbrarlo.
¿Te animas a conocerme mejor?
Dorian Archibald.
—Estás muy disperso, Dorian. Necesitas concentrarte o patearé tu trasero —advirtió mi mejor amigo y rival Luke.—Tengo la cabeza en otro lado —me disculpé, tomé el fierro ocho, un Lofter y me dispuse a pegarle a la pelota para acercarla al cuarto hoyo.Llevábamos toda la mañana del sábado jugando golf, un hábito que retomamos a mi regreso de Londres. Desde muy jóvenes, nos apasionamos por este deporte, y antes de que me marchara jugábamos cada fin de semana. Era una de las pocas actividades que me permitían evadirme de todo, la clave era no pensar demasiado. Pero hoy me estaba costando bastante dejar mi mente fuera de todo.—Déjame adivinar, tu mente está a unos cuántos kilómetros de aquí, más precisamente en una cafetería del Upper donde una tal Sam se encuentra —conjetur&oacut
Cuando llegamos a mi apartamento y cruzamos la puerta del ascensor, ya no aguanté su cercanía con las manos quietas. Lucía preciosa con su vestido invernal y medias negras. Apoyé una de mis manos sobre su plano vientre y empujé su pequeño cuerpo hasta una de las paredes laterales. Sus ojos me miraron desafiantes y llenos de deseo, entrecerré los míos y en un movimiento casi imperceptible tomé sus muñecas y las junté a su espalda con una de mis manos. La otra sujetó su cabello por la nuca y me apoderé de su boca en un beso salvaje y necesitado. Algo dentro suyo conseguía calmar la fiera que había en mí, la tenía a raja tabla. Mi cuerpo se amoldó al suyo y sentí como mi erección comenzaba a crecer raudamente. Ella emitió un jadeo entre mis labios y se estremeció. Nos perdimos en ese momento juntos, hasta que el ascensor se detuvo en
—Es una sorpresa, amor —advirtió entre risas.Pasamos el resto de la tarde mirando unas películas, una elegida por ella, romántica por supuesto, y una por mí, de acción. Un perfecto plan, adoraba tener a mi mujercita entre mis brazos.El domingo fuimos a almorzar con su madre y Elle a su casa cerca del mediodía. Como siempre, ellas me recibieron maravillosamente bien. Y disfrutamos de una exquisita comida casera, spaguettis al pesto fue lo elegido por Grace, que por suerte se encontraba con muy buen aspecto. Luego del postre y la entretenida charla, me marché.—Te veo mañana, pequeña —me despedí en la puerta de su apartamento.—Te veo en el café para tu dosis diaria —bromeó colgada de mi cuello y lamiendo mis labios.—Cuento las horas —mordí su labio inferior y luego nos perdimos por unos minutos en un
Desde que le propuse a Sam vivir juntos, las cosas estaban algo raras. Sabía que mi pedido sonó más a imposición que a invitación, y era que no podía evitarlo. Ella me pertenecía y siempre tomaba lo que era mío. Entendía perfectamente que le preocupara la situación de Grace, como bien me había explicado, pero no se quedaba sola, estaba Elle a su lado y también podíamos conseguir ayuda profesional, alguien que se encargara de sus necesidades, como expuse. Una vez más, mi lógica no tenía objeción. Así que decidimos hacer la mudanza ese fin de semana. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que hice algo así, y la verdad es que me asustaba un poco volver a compartir mi vida, mi intimidad, con alguien más. Pero también sabía que Samantha no era Victoria. Con esa idea en la cabeza, me marché a trabajar, era lu
Cuando llegó el mediodía, recibí la enorme sorpresa de que mi cuñada estaba aquí y me invitó a almorzar. Cosa que me extrañó muchísimo, ayer mismo la había visto y no me dijo nada. Decidí llevarla al restaurant donde solía almorzar y que quedaba frente a la oficina. Mientras tomábamos un té frío, hablamos de cosas sin importancia, y para cuando llegó la comida, dejé las formas. Necesitaba saber qué estaba tramando.—Bien, Kara, dime qué es lo que te trae por aquí.—Nunca fuiste muy paciente, Dorian… una de las tantas diferencias con mi Brody.—No se trata de paciencia, sino de que me gustan las cosas claras y saber las intenciones de los demás.—No puedes controlar todo lo que te rodea.—¿Quieres apostar?—No tienes remedio, Dorian… —d
Desde que eramos pequeños, Brody siempre fue muy protector conmigo. Deshoyendo las advertencias de mi madre, siempre se robaba algo de la cocina o de su propio plato y me lo llevaba a escondidas a mi cuarto, cuando estaba castigado y sin cena. Siempre actuaba de abogado defensor cuando el Juez me retaba por mi comportamiento. Aún recuerdo cuando se escabullía en mi cama a la noche y me decía que algún día mi personalidad me metería en muchos problemas, pero que no me preocupara porque él estaría ahí para ayudarme. Un escalofrío me recorrió la espalda. Desde el fatídico accidente donde él murió, no me había permitido recordarlo, extrañarlo. La verdad es que me hacía mucha falta, él siempre fue la voz de la razón en mi cabeza. Y con los últimos acontecimientos, tanto lo de Kara como lo de Sam, realmente me vendría bien su consejo. Y
Luego de desayunar juntos en la cafetería donde trabajaba Sam, me marché a la oficina y comenzamos a trabajar en el caso del desalojo. Por suerte, Scott era muy bueno en lo que hacía y de inmediato consiguió algo de información. El tal Quinteros era todo un delincuente, como bien me había advertido Rita, sus negocios turbios y malas compañías lo precedían. Estaba involucrado en varias estafas a sus inquilinos. Y no era la primera vez que hacía algo como esto, pero la diferencia era que era la primera vez que esa gente tenía un bufete importante detrás, alguien que los defendiera a ellos y a sus intereses. Comencé a redactar una intimación, pidiendo que se les permitiera volver a sus hogares a sus respectivos dueños, hasta que se esclareciera la causa legal del desalojo, y le pedí a mi secretaria que la enviara de forma urgente. Pasé el día metido dentro de es
A mitad de semana recibimos la inesperada visita de Quinteros. Apareció en la oficina acompañado de dos enormes gorilas. Estaba claro que su intención era intimidar y no hablar. Janet, temblando, me avisó de su presencia. Lo hice pasar de inmediato, y los dos hombres lo siguieron.—Señor Quinteros —saludé sin inmutarme—, ¿necesita de la compañía para dialogar conmigo?—Así que tú eres Dorian Archibald. Esperaba algo mejor, pero bueno…—Tome asiento. ¿Le ofrezco algo de tomar?—Seguro tienes algún buen whisky ahí.—Por supuesto. —Serví un vaso y se lo entregué, hice de cuenta que los otros tipos no estaban en la habitación. Para que vieran que no me intimidaban en lo más mínimo.—Muy bueno, caro… —dijo luego de probarlo. Me apoyé en