La cena

La luz del día entrando por el ventanal de la habitación me despertó de golpe. Sam dormía a mi lado, apoyada parcialmente en mi pecho. Verla dormir era la visión más hermosa que hubiera visto jamás. Acaricié su cabello desparramado y su suave espalda. Pude sentir aún la persistencia de las marcas de la varilla. Me levanté con cuidado de no despertarla y me metí a la ducha. Yo salía cuando ella entró en el baño.

—Buen día, cielo —dijo en un bostezo mientras se refregaba los ojos con pereza.

—Eres una dormilona. —La regañé con cariño, abracé su cuerpo al mío y dejé un beso en su cabeza.

—Eso es porque me agotas, Dorian. No es culpa mía.

—Entonces tendré que dejar de hacerte todas esas cosas…

—Esta bien, soy una perezosa, lo admito —dijo s

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