Media hora fue lo que se demoró la pequeña en alistarse, pensé que le tomaría algo más porque había visto parte de su ropa regada, pero no fue así. Treinta minutos después de habernos mandado al infierno, salió de su habitación con la maleta que había traído de su casa a un lado y un bolso del otro.
Ella era obviamente mucho más grande que su maleta, pero me parecía que si intentaba levantarla se iba a caer con todo. Dejé que se adelantara un poco, me acerqué a ella y le di un ligero beso en los labios, lo que produjo que una pequeña corriente danzara por mis labios. Cuando me alejé de ella y por la distracción exitosa, logré quitarle la maleta con mi mano libre y empecé a caminar más rápido.
Llegamos al banco y luego de identificarnos, le informaron que solo se le permitía entrar a ella. Me regresó a ver, me preocupaba dejarla sola en un momento como este, pero no creo que teníamos otra alternativa.—No abriré nada ahí. Lo sacaré y regresaré —prometió. Me quedé en la parte de afuera ahogándome en frustración. Podía sentir como se estaba sintiendo la pequeña, mientras pasaba por la puerta y se alejaba de mí. Varias emociones pasaron a través de ella y no tenía idea lo que estabapasando,pero tenía que ser paciente.Unos 10 minutos después, vi a la pequeña salir. Su expresión
—Blake —repetí, porque nadie me contestaba, pero sabía que había algo ahí, que alguien estaba ahí. Yo podía jurar que era él, pero no me respondía. —Blake, soy yo. Sé que estás ahí, puedo sentirlo. Dime algo —añadí.—¿Charlotte? —dijo una voz masculina familiar. Era él. Había logrado llegar a él. Lo que sentíamos el uno por el otro era tan fuerte, que habíamos logrado formar el vínculo. —¿Charlotte eres tú? ¿cómo estás? ¿Dónde carajos estás? Te he estado buscando como un loco ¿cómo es que estás usando e
Eran casi las 5 de la tarde y estaba sudando como nunca en mi vida lo había hecho. Las nuevas habilidades estaban tomando toda mi energía, sin mencionar que toda mi fuerza. La falta de entrenamiento todos estos años me estaban pasando factura de una manera brutal. Miré a Lidia, quien estaba tan fresca como una lechuga. En nada parecía que había estado soltando sus poderes por aquí y por allá, sin mencionar que nos había traído a través del portal y había esquivado cada uno de los intentos de habilidades demoniacas. Se movía sigilosamente alrededor, sino fuese porque podía apenas sentir sus pensamientos y emociones, era como si no estuviese aquí, cuando se perdía de mi vista. Mis
Terminé de bañarme y de quitarme toda la arena que tenía encima. El aroma a azufre al fin se había ido, aunque bueno me habíaprácticamenteacostumbrado a él, a esta altura. Pensé en David y en cómo no se había ni inmutado con ese aroma. Me preguntaba si de verdad sabía tan poco, como que solo éramos simples demonios con habilidades adicionales. Le dije a Lidia que confiaría en ellos, solo por mi madre, pero no terminaba de hacerlo. Las cosas parecían demasiado normales y bonitas, no me lo creía ni un poco.La ropa que me había prestado Lidia me quedaba bastante grande, el tamaño de las mangas y el largo del pantalón
Se paró frente a mí y puso sus brazos frente a él. La última vez que había peleado con él estaba limitada por mi collar. Mi velocidad y fuerza era tan reducidas que la verdad me daba vergüenza pensar en aquello, sin mencionar que no tenía recuerdos de mi peleando o ese tipo de cosas y aún si recordaba no tenía las habilidades para hacer algo al respecto.Sonreí. Esperaba que pasara lo que Lidia dijo, sobre que el cuerpo recordaba fuera cierto. Su velocidad sobrepasó los límites humanos y estoy seg
—¿Por qué habrías de sentirte mal, cariño? —preguntó Lidia desde donde estaba. Su pregunta me sobresaltó, ya que no esperaba que me hablara en voz alta. Sonriendo, agregó —: Sin ningún problema puedo pelear contigo más tarde.Mi boca cayó abierta, no estaba hablando de que me sentía mal porque ella iba a pelear con él. Sino porque a Gustavo se lo veía mucho más emocionado de pelear contra ella que contra mí. Lidia lanzó una carcajada mientras me observaba,
Me di la vuelta rápidamente, preparada para lanzar al suelo a la persona que me había reconocido y salir corriendo de donde estaba. Lo primero que noté fue a lo bien vestida que estaba la chica que había llamado a mi nombre. Llevaba una falda suelta blanca, con una chaqueta jean celeste y un par de botines color café. Me miraba con ansias. Si es que la conocía, no recordaba quien era. Tenía al menos unos 10 centímetros más que mí, ojos entre verdes y azules con una cabellera oscura, lisa y larga.—Disculpa, ¿me has llamado? —pregunté, para asegurarme de que no estaba escuchando cosas. Cinco horas después no me quedaba ni una pizca de energía en mí. Estaba tan cansada hasta el punto de que a duras penas podía quejarme. Lidia me miraba complacida, pues me había estado esforzando tanto como podía.—Cariño, tenemos que hacer con esa resistencia tuya —dijoLidia, quien seguía de pie y parecía que nada hubiese pasado.—No sé cómo lo haces. Estás como si no hubieses hecho nada —comenté, tomando bocanadas enteras de aire. Capítulo 44