★Max. Odio irme así, como si hubiera hecho algo malo, pero el deseo de proteger a mi Hanna y a mis hijos era más grande que cualquier rencor que pudiera sentir por Marco y mi despreciable familia. Cada vez me siento más iracundo, siento que no podré proteger a Hanna y eso me desespera. Así que tomar la decisión de irnos a vivir a París por un tiempo sin lugar a dudas fue una buena idea.Al llegar a París, fuimos recibidos por Aless en el aeropuerto. Su rostro se iluminó al ver a Hanna. —Hijo, al fin han llegado —mencionó emocionado mientras se acercaba a nosotros. Pero lo que más me sorprendió fue la euforia con la que sus dos encantadoras gemelas corrieron hacia donde yo estaba. Me abrazaron con fuerza, dejándome sin palabras. Por un momento, el abrazo de esas pequeñas monstruitas me hizo sentir en paz, era algo que no podía explicar.—¡Hermano mayor, te extrañamos tanto! —exclamaron las gemelas al unísono. Sus voces llenas de alegría resonaron en el aeropuerto. Ese fue el momen
★Max.Volvimos a Estados Unidos cuando Hanna ya tenía 5 meses de embarazo, pero debido a su embarazo de mellizos, su vientre se veía imponente, estirando la tela de su ropa y resaltando su belleza materna.El viaje en avión fue agotador para ella, ya que fueron varias horas de vuelo. Pude ver cómo se esforzaba por encontrar una posición cómoda en el asiento, apoyando almohadas estratégicamente para tratar de aliviar la presión en su espalda. Su rostro reflejaba el cansancio, pero también la emoción de volver a su país.Al llegar, nos encontramos con mi suegra en casa, quien le dio una cálida bienvenida a Hanna con una sonrisa y uno de sus platillos favoritos preparados con especial dedicación. Aunque cansada por el viaje, su sonrisa iluminaba la habitación, agradecida por el gesto de mi suegra.La casa se llenó de una energía familiar, con la compañía de Dylan y Jenny, quienes también estaban allí para recibirnos. A pesar de mi agotamiento, me sentía agradecido por tener a todas las p
Al llegar a la casa, dos señores de aspecto gruñón me recibieron en la entrada, con gestos serios y ceños fruncidos. Sus miradas escrutadoras me hicieron sentir momentáneamente incómodo, pero sabía que era necesario mantenerme firme y seguro.Me guiaron hacia el jardín trasero, donde encontré a Mons sentada en una banca, rodeada de flores y árboles frondosos. El viento suave mecía las ramas y susurraba al oído, como si el universo mismo quisiera hacerle compañía.Mons sostenía un cuento infantil entre sus manos, sus dedos se deslizaban por las páginas con delicadeza mientras su vientre abultado se convertía en el epicentro de su atención.Una brisa suave hacía ondear su cabello castaño, acentuando su belleza natural. La luz del sol acariciaba su rostro y destacaba esos ojos llenos de esperanza y valentía. Estaba inmersa en su lectura, pero al levantar la vista y encontrarse con la mía, su mirada se llenó de sorpresa y emoción.Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios y, como si el t
★Hanna.Estoy emocionada porque Max y Montserrat finalmente hicieron las paces. Ver cómo Montserrat ha decidido dejar de sufrir a lado de su madre y dar un paso adelante por sí misma y por su bebé es una de las mejores noticias que he recibido. Ella realmente se merece toda la felicidad del mundo y merece vivir libre de la opresión de un padre que no la valora y que solo la utilizó para su propio beneficio. Me alegra ver cómo finalmente pueden llevarse como hermanos, dejando atrás el resentimiento y construyendo una relación basada en el amor y el respeto.Pero lo que más me impactó de todos los descubrimientos que Montserrat mencionó fue darme cuenta de que mi padre siempre intentó proteger a sus hijos y a mi madre. Siempre estuvo allí, cuidándonos y velando por nuestro bienestar, y yo lo juzgué tan duramente, sin conocer la realidad.—¿Te encuentras bien? —me preguntó Max, mientras mis lágrimas no dejaban de correr.—Soy una mala hija. Él siempre me quiso, Max. Mi papá murió y yo
★Aless. El intenso dolor en el pecho me hacía sentir extraño, como si algo malo estuviera a punto de ocurrir. Llamé a mis padres ansioso por obtener noticias de mis gemelas, pero me aseguraron que estaban bien. Sin embargo, seguía teniendo esa inquietante sensación de que algo no estaba en orden. Decidí llamar a Max para sacar mis dudas.—Max, ¿todo está bien? —lo interrogué, intentando ocultar mi preocupación.—No, han secuestrado a Hanna y mi madre... —hizo una pausa, su furia era evidente en su voz. —Ella no dirá nada, mi madre nunca ha hecho nada por mí—.Pidiéndole la dirección de su madre, interrumpí sus palabras. —Aless, ¿para qué...? —no terminó la pregunta antes de enviarme la dirección. Creo que ha llegado el momento de enfrentar a Abigail y decirle algunas verdades. Colgué la llamada y me acerqué a mi esposa.—¿Vas a salir? —preguntó con curiosidad.—Sí, amor. Iré a ver a Abigail... —respondí en silencio, esperando su reacción.—Ve, cariño. Te estaré esperando aquí. Escuc
★Aless.—¿Estás bien? —me preguntó mi esposa preocupada mientras me abrazaba con fuerza.Sus ojos reflejaban una mezcla de angustia y amor.—Hanna me ha informado que aún no hay noticias de Max. Los rescatistas están a punto de detener la búsqueda porque el terreno es inestable. Estaba pensando en acudir con Hanna, pero no lo haré; llamaré a la brigada de apoyo del hospital. Amor, tengo que encontrar a mi hijo —le dije con desesperación, aferrándome a la esperanza de hallar a Max sano y salvo.Mi esposa asintió.—Muy bien, cariño. Tú ve con los rescatistas y yo movilizaré la brigada de rescate del hospital. Corre, amor, tienes que encontrar a nuestro Max.Una sonrisa se dibujó en mi rostro, gratamente sorprendido por su apoyo incondicional.Max siempre ha sido alguien especial para ella, y a pesar de haberse enterado recientemente de que es mi hijo biológico, esto no ha cambiado nada en sus sentimientos. Después de despedirme de ella, me dirigí rápidamente a ponerme en contacto con lo
★Max.Cuando por fin me dieron de alta del hospital, ansiaba estar junto a Hanna. Pero, para mi desgracia, mi amada suegra estaba en casa.Ella se propuso, junto con la esposa de Aless, cuidar de mí.Parecían dos brujas, ni siquiera me dejaban levantarme de la cama sabiendo que ya estaba bien. Pero esto también se aplicaba para Hanna, quien se encontraba en las últimas etapas de su embarazo y pronto daría a luz a nuestros hijos.—Deberíamos decirles que se vayan —le dije a Hanna, frustrado por la intromisión constante de estas mujeres en nuestra intimidad.Ella soltó una risa suave y me respondió:—Deberías sentirte afortunado de que esas dos mujeres se preocupen por ti.—No, lo que quiero es hacer el amor con mi mujer y ellas están presentes todo el maldito día —exclamé molesto.—Estoy a punto de explotar —protestó Hanna, y eso me hizo reír.—Y sabes, hacer el amor en los últimos momentos del embarazo es recomendable. Ayuda al momento del parto. Vamos, déjame ayudarte —le propuse, de
—Ayúdala—le dije a mi médico de apoyo, quien presionaba su vientre con determinación mientras yo le daba ánimos.Las contracciones eran cada vez más intensas y evidentes en el rostro de Hanna.—Ya, puja—le pedía, con voz firme y alentadora.El anestesiólogo, siempre atento, limpiaba el sudor de su frente, mientras la cabecita de uno de mis preciosos hijos comenzaba a asomarse.—Una vez más, casi lo tenemos—le susurré, y Hanna se esforzó una vez más en ese empuje decisivo.Mientras el médico de apoyo hacía su trabajo, tiré suavemente del cuerpecito de mi hijo, ayudando a que naciera.Y entonces, justo en ese momento mágico, mi bebé salió al mundo.Una inmensa felicidad se apoderó de mi corazón al ver sus rosadas mejillas y su cabello negro.Corté el cordón umbilical y le di algunas nalgadas suaves para estimular su llanto, que resonó como una de las melodías más hermosas que haya escuchado en mi vida.Pasé a mi bebé a las amorosas manos de la enfermera, quien lo limpió, lo pesó y revis