6. Mi nueva vecina

Lucia había intentado de todas formas encontrarse con la mujer que vivía al frente de su casa, no era el sector más rico de la ciudad, pero estaba cerca, y la mujer vivía sola, tenía 3 días vigilando desde la ventana, la había visto salir temprano en la mañana, llegar tarde en la noche y nunca estaba acompañada. Pero el domingo encontró su oportunidad.

- ¡Hola! ¿Vives allá al frente, verdad? – interrumpe Lucia con una voz alegre y animada.

- Disculpa, ¿Quién eres? – pregunta Aura con cierto grado de indiferencia e incomodidad, para nada le gustaba ser abordado por extraños y no se molestaba en ocultarlo.

- Mi nombre es Lucía Prado, me acabo de mudar aquí al frente – insistió con una sonrisa. Quería saber quién era ella, así que estaba dispuesta a ser tratada un poco indiferente, quizás ella actuaria de forma similar en el mismo caso.

- Encantada de conocerle Señorita Prado – le responde con la sonrisa diplomática que había aprendido hacía mucho tiempo – mi nombre es Aura Parra, cualquier cosa que necesite no dude en llamarme – continua cordialmente, esa mujer fue la que se acercó a Maurizio, y ahora se acercaba a ella, había algo que no le encajaba.- Ya me tengo que ir. ¡Nos vemos!

- Muchas gracias – se despide Lucia, mientras se da cuenta que la mujer no era sencilla ni sería fácil de tratar. No había conseguido mucho, pero al menos tenía su nombre, la podría buscar en internet.

La tarde pasaba tranquila mientras Aura estaba en el centro comercial haciendo compras, le encantaba comprarse ropa de ultima, discreta, elegante y lo menos llamativa posible. Pero esta vez vio un vestido rojo que enamoró sus ojos.

- Hermosa… - dice una voz detrás de ella. Sus hombros descubiertos evocaban una maraña de pensamientos, tenia un lunar en su espalda alta que resaltaba sobre su piel clara, ese vestido rojo cernido a su piel era un deleite a sus ojos, la imaginaba en algún evento con los perfectos tacones, joyas y peinado… pero sus pensamientos iban cambiando y ya iba prefiriendo verla sin él puesto.

Aura voltea en shock, sorprendida de encontrarse con la mirada profunda de ese hombre, sus ojos brillaban y su admiración era visible. –Gra… Gracias – tartamudeó. Se volteó y entró nuevamente en el vestidor, definitivamente ese vestido se quedaría en la tienda.

- No imaginé encontrarte por aquí – comentó Aura indiferentemente al salir del vestidor.

- De vez en cuando todos salimos a hacer nuestras compras – dice Maurizio alegremente – y no podría sentirme más feliz acerca de esta sorpresa. Creo que has estado evitándome – agrega mirándola seriamente con una cara que evocaba risa y dolor al mismo tiempo.

‘Maldito hombre’ musitó en sus adentros – Para nada, solo he estado muy ocupada. – disimuló su disgusto – En tu caso por cierto o ¿acaso quieres que perdamos? – agregó sarcásticamente.

- No te lo perdonarías, creo que ya no soportarías dejarme en prisión por mucho tiempo – respondió Maurizio descaradamente.

- Si me continúas persiguiendo, me harás repensarlo – respondió Aura sarcástica, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, mientras caminaba hacia la salida de la tienda.

Maurizio sonrió casi a carcajadas. Esta mujer era una verdadera locura. Un reto que no estaba dispuesto a perder - ¿No comprarás el vestido? – añadió al verla salir.

- No, y ya me tengo que ir, nos vemos luego Maurizio. – dijo mientras salía apresuradamente de la tienda.

- Esa mujer – susurró Maurizio. Su imagen con ese vestido no se saldría de su mente en mucho tiempo. Decidió comprarlo y les pidió que se lo enviaran a la dirección de Aura con una nota.

Aura primero decidió detenerse a comprar algo de cenar, cuando regresó a su casa se sorprendió al ver una caja de regalo en su porche delicadamente envuelto. Lo llevó adentro y cuando lo abrió quedó en shock al ver el vestido de la tienda con una nota “Si fue diseñado para ti, sería una pena verlo rondar en otras por ahí. Nadie le haría justicia como tú.” MR

Aura era un mar de emociones, no podía negar su conmoción al recibir un detalle tan hermoso, definitivamente si Maurizio no chocara con sus planes y además fuera su cliente, ya estuviese llamándolo. Y sentía la urgencia de hacerlo, mientras recordaba esa sonrisa suya y sentía que poco a poco se volvía loca.

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