FederickMe dirigí a mi primer negocio del día, una importante empresa agrícola con grandes acciones en el mercado. Era un trato muy similar al que había hecho con Dorian, pero esta vez, no iba a permitir que Charlotte me quitara mi comisión. Si pensaba jugarme sucio, yo actuaría con más audacia.Arreglé mi traje, me perfumé por última vez y, con mi portafolio en mano, entré a la empresa. La secretaria me observó de arriba abajo, claramente impresionada. A pesar de que mis ojos estaban algo hinchados por el llanto de la mañana, debía admitir que me veía espectacular.—Buenos días, caballero, ¿en qué puedo ayudarle? —me preguntó con una sonrisa.—Sí, señorita, tengo una cita con el gerente general de la compañía. Es una cita de negocios.—¡Oh! ¿Federick Maclovin?—Sí, soy yo.—Siga, la señora McGregor lo espera.Eso me tranquilizó un poco. Con las mujeres, los negocios solían ir mucho mejor, y esperaba que este no fuera la excepción. Toqué dos veces la gran puerta de la oficina de la g
Punto de vista Charlotte¡Es hermosa! Sí, no puedo mentir ante una realidad que es más que evidente, es una mujer preciosa, no sé porque mi pecho está rebozando a causa de los infinitos celos que siento, mi presión arterial está alta, ¡Lo sé! Para completar mis males, Dorian no deja de hablar como una chicharra. Su voz se está convirtiendo en un horrible ruido.—Charlotte, preciosa, como te decía, las acciones de mi compañía van en incremento, si las cosas siguen así, posiblemente el próximo año pueda ganarme el premio a la mejor compañía agricultura, el mismo que has ganado tú este año.—¿Qué? —Dije sin darle importanciaDorian frunció el ceño y me soltó la mano.—¿Me estás prestando atención? Te noto algo distraída —El hombre me acarició la mejilla —¿Te sientes bien? ¿Tienes algún problema? Recuerda que puedes confiar en mí.Sus palabras taladraron mis sentidos ¿Cómo confiar en alguien que a la primera queria metérmelo?—¡No! Claro que no tengo problemas, solamente tengo cosas pendi
Punto de vista Federick No iba a tolerar otra de sus payasadas. Su mirada se fijó intensamente en la mía y noté la tensión en su expresión; había llegado a conocerla tan bien que podía apostar a que estaba tan ansiosa como yo, aunque en mi caso, el deseo era palpable.—Bueno, Federick, hablemos de tu comisión —interrumpió Charlotte el incómodo silencio.—Es lo justo. He realizado buenos trabajos, y el negocio con McGregor es impresionante —pensar en la comisión que recibiría era como una luz en mi oscura situación; podría comprar un pequeño departamento en los suburbios y liberarme de la carga que mi familia me imponía, especialmente mi madre, que era la que más me agobiaba.Charlotte suspiró resignada; no tenía ninguna excusa válida para negarme la comisión como hizo con el trato de Dorian. Abrió el cajón de su escritorio y sacó su chequera. Revisó las cifras en su laptop y se centró en el cheque.Tras escribir una cantidad, me lo entregó. No puedo negar que estaba lleno de nervios;
CharlotteLa frustración me embargó tras el desplante de Federick, y golpeé el escritorio con mi puño.—¡Mierda! —resoplé, sintiendo el ardor en mis nudillos.Me dejé caer en el gran sillón, mirando al vacío durante un momento.—¡Qué estúpida fui! ¡Federick se volvió a burlar de mí! —grité, furiosa, mientras me servía una copa de vino y me la bebía de un solo trago.Me sentía miserable. No entendía qué había pretendido al intentar seducirlo; en lugar de eso, debí haberlo dejado con las ganas. Pero, como era habitual, mi estúpido subconsciente me había jugado una mala pasada.En el fondo, sabía que no solo buscaba satisfacer mis deseos físicos, sino que anhelaba reparar un poco mi corazón. Era frustrante seguir pensando en lo que había sido mi matrimonio con Federick, en el amor que le di y en la manera en que me sentía amada. Pero la realidad es que no siempre las cosas salen como uno quiere. No supe manejar la situación cuando él era mi esposo, y consumida por la depresión, dejé que
Narrador John salió de la oficina de Charlotte con el ánimo por los suelos, maldiciendo en silencio. Por un lado, estaba enamorado de Greta, pero por otro, le inquietaba lo que su familia pensaría si descubría su nuevo romance. Había perdido todo su patrimonio por culpa de las mujeres, y aunque Magdalena en algún momento parecía haberlo perdonado, lo único que realmente le interesaba era su estabilidad económica. Siempre le hizo creer a John que lo amaba.Después de terminar su turno en la compañía, sacó su teléfono y marcó el número de su hijo.—¿Papá, estás bien? —preguntó Federick, preocupado, ya que su padre rara vez lo llamaba a menos que fuera por una emergencia.—¿Podemos hablar, Federick?—Sí, claro. Ahora tengo una reunión importante. ¿Es muy grave o puedes esperar hasta la tarde?—No te preocupes, hijo, puedo esperar.Colgó la llamada y se dirigió a su apartamento. Al llegar, se encontró con Magdalena esperándolo, algo inusual después de tantas discusiones y peleas reciente
FederickDe nuevo, esa noche pasó en blanco para mí. No podía dejar de pensar en Charlotte y en todo lo que sucedía a mi alrededor. Necesitaba reflexionar cuidadosamente, porque parecía que lo único que hacía ella era humillarme, llevándome al punto de pedirle clemencia. Pero ese lujo, definitivamente, no se lo iba a conceder.Muy temprano, volví a estar frente a mi oficina. Esta vez, no iba a permitir que Charlotte se saliera con la suya, incluso si eso significaba renunciar a todo lo que había logrado en la empresa. Era tan predecible: siempre llegaba a la misma hora, se bajaba del elevador y se dirigía directo a su oficina. Esa mañana no fue la excepción.La reconocí antes de verla, pues el embriagador olor de su perfume invadió mis fosas nasales desde lejos. Los ecos de sus tacones resonaban con pasos firmes, y, con cada sonido, mi corazón se aceleraba. Desde aquel último encuentro apasionado, no habíamos tenido contacto, y eso me ponía terriblemente nervioso.Charlotte llegó con
CharlotteDespues de pensarlo mejor, llegué a la conclusión de que John no iba a hacer lo que le pedí. Era lógico: perder su papel de padre y esposo abnegado era como perder su orgullo. Pero necesitaba confirmarlo por mí misma. Sabía que John llegaría a trabajar a las seis de la tarde, y su mayor debilidad en ese instante era Greta, la humilde empleada de la cafetería, una buena excusa para que él llegara temprano. Así que decidí llamar a Greta a mi oficina.Cuando ella entró, sus ojos estaban llenos de lágrimas, su rostro enrojecido y la cabeza baja, llena de vergüenza.—¿Me mandó a llamar, señora Charlotte? —preguntó con la voz entrecortada.—Sí, Greta, la llamé porque es muy importante que hablemos sobre lo sucedido en el parqueadero. —Mi voz se suavizó; no había rencores contra ella.—Sí, señora, sé que debo dar la cara por lo ocurrido. Perdóneme por no haber venido antes sin que me llamara. —La pobre mujer se desató a llorar como si la hubieran golpeado. Me levanté de mi silla y
NarradorGreta no solo sostenía en sus manos el dinero destinado a la inmobiliaria, sino también las instrucciones sobre cómo debía comunicarse con Magdalena; esa era la condición impuesta por Charlotte para poder hacer efectivo el cheque. La mujer estaba sumamente nerviosa, con el corazón hecho trizas y completamente desorientada. En el fondo, sabía que se había enamorado de aquel hombre mayor, quien la había llevado a la cama en múltiples ocasiones utilizando engaños, prometiéndole un mundo lleno de posibilidades, y ella se entregó con la esperanza de que él la amaba de verdad.Con lágrimas en los ojos, observó cómo su teléfono sonaba insistentemente; era su amado, quien la buscaba desde hacía un par de horas. Tenían una cita antes de que comenzara su jornada laboral y, evidentemente, el único destino al que se dirigía era su apartamento. Charlotte le había dado la dirección y le había instalado una pequeña y moderna cámara en su chaqueta, para poder vigilar todos los movimientos de