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3 Esto no debería estar pasando.

Alguien llamó a la puerta, Mariana supuso que Maru había llegado antes de la hora pautada. Cuando abrió su rostro se llenó de asombro, Alejandro se quedó mirándola fijo como un halcón cazando su presa. Llevaba puesto un traje color gris con una corbata finamente combinada, Mariana reconoció el traje, era el que ella misma le había regalado para su cumpleaños el año anterior. Con los hombros erguidos camino adentrándose en la cabaña.

—Ya que no me invitas a pasar pues me invito yo solo.

Ella dejó la puerta abierta.

—¿Qué haces Alejandro?

—Sabes la respuesta, pero te lo voy a decir; vine por ti, para llevarte conmigo.

—No iré contigo, lo nuestro ya se acabó. —Alejandro puso una dura expresión y le habló con una voz fuerte.

—Lo muestro acabará cuando a mi se me dé la gana. —Mariana se afligió.

—Alejandro esto no puede continuar así, tenemos demasiados problemas. —Él se metió la mano debajo de la chaqueta y sacó un revólver, rápidamente se acercó a ella y lo puso sobre su frente, Marina comienzo a sollozar muertas su cuerpo temblaba de miedo.

—¿Me vas a matar? —Dijo con la voz temblorosa, Alejandro tenía una horrible mirada en sus ojos, la expresión de tu rostro denotaba rasgos de locura.

—Si te mato o no depende de ti.

—¿Qué quieres?

—Que regreses conmigo, y si no lo haces juro que te mataré, te meteré un tiro en medio de esos lindos ojos claros que tanto adoro... cuando te vea muerta y se apague tu mirada, me mato yo también, mi cuerpo caerá muerto junto al tuyo.

Mariana comenzó a llorar y lo miró con miedo.

—¿Por qué dices esas cosas tan horribles? —Él la miró con rabia.

—Horrible me siento yo con tu indiferencia, con tu abandono, cuando escupes el amor que siento por ti.

Ella agachó el rostro, mirando hacia el suelo dijo entre sollozos:

—Lo siento. —Alejandro la agarró del mentón, con un carácter más dócil le dijo:

—¿Por qué no quieres entender que te amo y te quiero para mí?

—Si lo entiendo, es solo que me… tus celos dañan nuestro amor. —Alejandro se consternó.

—¿Es por eso que me dejaste? 

Mariana no quería estar con Alejandro, pues ya no lo amaba pero tenía presente que él podría matarla si no regresaba con él.

—Necesito que cambies y dejes de celarme, sabes que te quiero y jamás voy a traicionarte.

—Lo sé, pero es que no soporto perderte de vista, no soporto ignorar en dónde estás, siento que me vuelvo loco. —Ella le tocó la cara.

—Tienes que confiar en mí, y debemos ir a terapia de pareja, no has querido hacerlo, pero si queremos continuar, debemos trabajar en nuestra relación. —Sus palabras fueron convincentes, Alejandro guardó el arma, reflexionó mientras la escondía debajo de la chaqueta, luego le agarró la cara con ambas manos con una voz apacible agregó:

—Si mi reina, haremos lo que tú dices, iremos a terapia.

Las cosas mejoraron un poco, con la terapia, Alejandro pareció volverse más asertivo en su relación con Mariana, y se había hecho un poco más flexible en la relación; pero Mariana ya no lo amaba. No se atrevía a dejarlo de nuevo; él había cambiado con la terapia, pero ella sabía que el monstruo continuaba ahí adentro, solo era cuestión de provocar que despertara tal vez peor y más peligroso que antes.

El día de la boda que parecía de un cuento de hadas, Renato agarró a Mariana de su brazo y se dispusieron a caminar hacia el altar. A medida que se acercaban, Mariana sentía que un horrible escalofrío se adueñaba de cada poro de su cuerpo. 

Renato se la entregó a Alejandro, le dijo algunas palabras que ella no escuchó, estaba enajenada del momento más impotente de su vida, su boda. 

Renato la dejó en manos de Alejandro y se sentó con los demás miembros de su familia.

La ceremonia inició, Mariana y Alejandro se arrodillaron en la butaca para oír la misa nupcial. Llegado el momento se pusieron de pie, el padre dio algunas palabras acerca de la unión matrimonial, Mariana no oyó ninguna des su palabras, estaba parada al lado de Alejandro, volteó a mirarlo,  había miedo en sus ojos, por un momento agachó el rostro y se miró el vientre, llena de angustia pensó dentro de sí:

"Dentro de mi crece un niño que no es de Alejandro, ¿cómo podré sostener esta mentira? No puedo continuar con esto."

De pronto y antes que el padre les hiciera la esperada pregunta, Mariana volteó a ver a Alejandro.

—No podemos continuar con esto. —Alejandro se consternó.

—¿Qué haces?

—No podemos casarnos.

—Estamos delante de toda esta gente, no podemos retractarnos ahora. —Ella se destapó a llorar angustiada y de puso la mano sobre su boca.

—Lo siento, no quería hacerlo. —Renato y los demás que estaban cerca de ellos se percataron de que algo sucedía. Renato se acercó.

—¿Qué sucede Mariana? —Ella no respondió, los padres de alejandro se acercaron, todo el mundo en la iglesia comenzó a murmurar. El padre les dijo que llevaran aparte a la novia, Mariana y sus padres salieron por un lado hacia una sala. Alejandro se exasperó, no podía comprender la actitud de Mariana y tampoco podía disimular su enojo. 

—Está nerviosa —Dijo Andrea —. Ya se le pasará —Él frunció el ceño.

—¿Cómo me va a decir que no podemos continuar? Me siento ridículo. —Ignacio le dijo a su hijo.

—Compórtate, no salgas con tus patanerías delante de todos los invitados.

—Ella es la que está haciéndome quedar mal delante de todos, de mis amigos, de los amigos de la familia Alcázar y de toda la alta sociedad de Miami.

—Calmate hijo —Dijo Andrea —. Mejor vamos a esperar que ella se tranquilice.

Mariana quiso ir al tocador, Altagracia iba acompañarla.

—¿Quiero ir sola mamá?

—¿Segura?

—Si, no te preocupes, necesito refrescarme.

Ella entró sola al baño, abrió la llave del lavabo y bebió agua. Luego vio a través del espejo al angustia que había en su rostro, lloró y dijo:

—No puedo casarme con Alejandro, prefiero desaparecer, no volver nunca.

Salió y observó el pasillo, cerciorándose que no hubiera nadie, se arrancó el velo y la cola del vestido, luego se fue hacia otra salida de la iglesia sin que nadie la viera.

No pasó mucho tiempo para que su familia se percatara de su huida.

Altagracia estaba abismada, le dijo a Carlos su otro hijo y a su esposo.

—¡¿A dónde se habrá ido?! ¿Ahora cómo se lo decimos a Alejandro. —Alberto se enojó.

—¿Qué demonios le pasa a Mariana? Cómo lo va a dejar plantado. —En ese momento Alexa la hermana de Alejandro llegó.

—¡¿Qué?! ¿Mariana dejó plantado a mi hermano? —Altagracia preocupada le dijo:

—Se fue sin decir nada, solo desapareció. —Alexa muy sorprendida agregó:

—¡¿Pero por qué?!

—No dijo nada.

—¡Mi hermano va a enloquecer! ¡Esto no debería estar pasando.

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