Dos años atrás.
El sonido del teléfono hizo que Álvaro, saliera de sus pensamientos; tras cruzar un par de palabras con Benjamín, gerente de talento y cultura de la empresa.
Solicitó que esperara un momento más la persona, que entraría a la última entrevista, para la vacante que era requerida, él más que nadie era quien daría el visto bueno a los candidatos que le estaban enviando. Ya que necesitaba colaboradores con ciertas cualidades, que hasta el momento ninguna persona, antes le habían convencido del todo.
Por ser la vacante de asistente personal y que sería bajo su mando con quien laboraría día a día, necesitaba ser él, quién estuviera satisfecho de encontrar a la persona idónea, para el puesto.
Más de una vez tuvo roces con Benjamín, por dirigirle mujeres muy atractivas, pero poco capacitadas ante sus exigencias. Tomó el teléfono marcándole:
—Es la última vez que me mandas a tus conquistas, con promesas que no vas a cumplirles, ¡entiendes! —Álvaro estaba furioso. Cortó la comunicación, se entretuvo en una breve reunión por videollamada con algunos socios del extranjero.
Llamó a Michel, quien hasta ese día sería su asistente personal.
—Haz pasar a la persona que espera para la última entrevista y recuérdame cuál es nombre.
Segundos después, aquella joven ingresó a su oficina.
Álvaro se distrajo unos instantes respondiendo un correo, hasta que sintió la presencia de la chica. Elevó la mirada y la observó, separó sus labios un momento, entonces sacudió su rostro con rapidez y colocó los ojos en blanco. «Este pendejo no entiende», pensó para sí mismo.
Una mujer, de piel clara, delgada, facciones finas, cabello largo castaño oscuro, y unos sublimes ojos aceitunados cargados de una profunda melancolía, se colocó frente a él. No podía negar que era la chica más hermosa que jamás había visto. Pero estaba seguro que siendo referida por él cabezotas de Benjamín, no podría ante sus exigencias.
Álvaro inhaló profundo.
—Tome asiento señorita por favor. —Se desvió tanto pensando en Benjamín, que olvidó su nombre. — ¿Tú... eres? —titubeó con brevedad, tratando de encontrar su expediente, el cual nunca apareció.
—Alondra Robles —respondió de inmediato.
El tono dulce, pero firme hizo que Álvaro tuviera su atención.
— ¿Hace mucho tiempo que conoces al licenciado Benjamín?
Alondra se sintió confundida por la pregunta que le hizo.
—No, no tengo el gusto de conocerlo —comentó muy segura de eso.
— ¿No?
—No —reafirmó su respuesta.
—Entonces ¿cómo llegaste aquí?
Alondra seguía sin comprender sus cuestionamientos que le hacía.
Justo en ese momento sonó el móvil de Álvaro, estaba por desistir, como lo hizo un par de veces antes, al teléfono de su oficina.
Hasta que tocó la puerta y la abrió la misma Michel, interrumpiéndoles. Álvaro casi fulminó con la mirada, a quien era hasta ese momento su asistente personal.
—Perdón ingeniero, le llama la maestra Ana Laura, es referente a la señorita Alondra.
Álvaro dirigió su mirada a Michel, sin poder comprender que tenía que ver su amiga, en todo esto.
—Disculpa. —Se puso de pie y salió a la recepción en compañía de su asistente y desde ahí aceptó la llamada.
Alondra inhaló hondo aquel aroma fresco y veraniego, algo que nunca había percibido en un hombre. Observó la impresionante altura que tenía, además de distinguir elegancia ante su andar y los finos modales que mostró. Su profunda mirada color chocolate la intimidaron, además de su castaña cabellera y esa voz tan atractiva denotaron que era un hombre cautivador.
Soltó el aire que contenía, tomó un pañuelo desechable de su bolso, se secó las manos que estaban húmedas por los nervios que sentía. Se dio cuenta desde el primer momento que entró a esa oficina, la imponente presencia que tenía el ingeniero, luciendo aquel impecable traje en tono negro y aquella reluciente camisa blanca que sin lugar a dudas debía ser de una marca cotosa.
Dirigió su mirada hacia el sencillo traje sastre en tonó azul marino que ella vestía, dándose cuenta que eran de mundos muy distintos.
Minutos después Álvaro regresó con una postura que se le notaba más relajado, se sentó frente a su escritorio, pero esta vez le regaló una cálida sonrisa.
—Disculpa hubo una confusión con todo lo referente a tu entrevista, ya se ha aclarado, no cuento con tu currículum a la mano, empezaremos sin este. Eres alumna de Ana Laura, quien es una gran amiga y colega. Me ha dado muy buena referencia tuya. Ella fue la persona que sacó la cita directa conmigo. Saltándose a talento y cultura, «que no sirven para nada», pensó para sus adentros, supo que Ana Laura lo sabía también.
— ¿Cuentas con alguna experiencia laboral?
Alondra respondió aún sin comprender el porqué de las preguntas:
—Trabajo desde niña, ingeniero. De manera formal a los 18 ingresé a un centro comercial en el área de cajas, hasta los 20 cuando la maestra Ana Laura me invitó a colaborar en su empresa donde lo sigo haciendo.
Al escucharle narrar su pequeño-gran camino laboral, que había recorrido Alondra siendo tan joven, el ingeniero Álvaro se sintió muy conmovido.
— ¿Por qué has decidido dejar la empresa de Ana?
—Yo… no he decidido dejarla, ella me envió en su representación para una cita con usted —Alondra respondió sorprendida.
Álvaro sonrío sin poder creer lo que escuchaba.
— ¿Entonces no vienes a ser entrevistada para la vacante?
—No— Alondra sintió un ligero enrojecimiento correr por sus mejillas al responder.
«Me lleva la mierda», Álvaro pensó para sí mismo. Colocó las manos sobre su frente.
—Michel comunícame con Ana— Solicitó por teléfono.
Minutos después tenían a Ana en altavoz:
—Hola Ana de nuevo.
—Buenas tardes, Álvaro —la mujer saludó con cortesía.
—Me encuentro con la señorita Alondra, ¿podrías explicarle para qué la enviaste a la empresa? —el ingeniero solicitó.
—Hola linda, buenas tardes, antes que nada, disculpa que no te dijera a qué ibas, pero hace unos días cuando charlábamos sobre tu desarrollo profesional, te vi temerosa. Supe por Michel que, también fue mi alumna que dejaba su puesto y quise darte un pequeño empujoncito, para hacer que te entrevistaran. «Creo en ti». Estoy segura que vas a tener mayores opciones de crecimiento profesional, trabajando a lado de Álvaro, aprovecha esta nueva oportunidad, para ti —Ana se disculpó una vez más con Alondra y finalizaron la llamada.
Alondra miró con el rostro desencajado al ingeniero, sin saber que decir. Presionó su labio inferior llena de nerviosismo.
Álvaro se dio cuenta de la confusión que tenía la joven, pero al seguir cuestionándola, supo que ella era la indicada para el puesto, por lo que decidió continuar con la entrevista, mostrando gran interés por hacerla parte de su equipo.
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Esperemos que Alondra no deje pasar esta oferta laboral, ya que necesita mucho de una oportunidad para poder salir adelante, además que Álvaro es una gran persona, con la cual tendrá grandes oportunides.
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Saludos con cariño.
Cuando estés en el extremo de la cuerda, ata un nudo y agárrate… Theodore Roosevelt.****Minutos más tarde.—Benjamín. Soy Álvaro, quiero que prepares el contrato para la señorita Alondra Robles.— ¿Alondra?La voz de Benjamín se escuchó sorprendido—Sí, la envióAna Laura.— ¿La maestra?... pero ¿ya tan pronto?, aún tengo cinco person
Alondra caminaba por el pasillo que daba en el último piso hacia la oficina de Álvaro, su paso era lento, iba recordando la imponente personalidad que el ingeniero tenía, eso la hizo sentir algo nerviosa.—Señorita Alondra, buenos días.Alondra giró hacia la voz que la saludaba, se encontró con él, que iba llegando casi a lado de ella.—Que... tal ingeniero tartamudeó.Escuchar esa voz tan dulce, lo hizo sentir una pequeña punzada en su pecho. Una vez ingresaron a su oficina, él le cedió una silla para que tomara asiento.—Bienvenida a tu nueva empresa.Le escuchó decir.—Gracias —ella sonrió ligero.—Te voy a explicar lo que harás, por lo que estarás esta semana conmigo e
A la mañana siguiente.Alondra encendió el ordenador, conectó la cafetera, ya que el ingeniero le había comentado que le encantaba el café. Sirvió una taza para ella y comenzó a pellizcar un emparedado que Aline le llevó muy temprano, hasta devorarlo.Escuchó unos firmes pasos que se acercaban, escondió los restos de su desayuno, dio un pequeño sorbo a su café.—Buenos días.Escuchó la voz de él, con una energía especial en su tono.Saludó a todas las personas por donde iba pasando, a la señora de la limpieza, a las secretarias y demás compañeros. De pronto dejó de escuchar ruido.—Alondra ¿Dónde andas? —le llamó a su extensión telefónic
… «Nunca te rindas, a veces la última llave, es la que abre la puerta» Anónimo○○○○○○○«La piel se le erizó, al ver sentado en la sala a Luis, a Hugo, sus hermanos en compañía de Juanjo bebiendo al parecer su tercer, seis de cervezas».Pasó saliva rápido, sintió el palpitar acelerado de su corazón.—Princesa por fin llegas. —Juanjo se puso de pie de inmediato y se acercó a ella&mdas
Alondra se acercó a la entrada, observó la mirada hostil de su madre.—Vaya hasta que por fin llegas, ¿traes dinero?, tengo hambre.—Si mamá, ¿cuánto necesitas?—Pues está adentro Luis quiere también para una botella así que sé generosa.—No traigo mucho, solo esto...— ¿Crees que con eso vamos a cenar? —doña Luisa, ‘su madre’, comenzó a gritonearle.—Es todo lo que tengo, lo siento.—Lo siento, lo siento, es tu única cantaleta. —Se acercó Luis reclamando.Entonces ella estalló:—Pues trabaja y paga ‘tú’, tus vicios —lo enfrento colérica.Luis no lo pensó ni
Las manos de Alondra se pusieron temblorosas y sus ojos cristalinos.Gra-gracias —tartamudeó. Se bajó rápido y caminó lo más aprisa posible, sin voltear atrás.Estaba entrando cuando Luis la sujetó por el brazo.— ¡Dame dinero!—Trabaja —Alondra lo dijo sin pensarlo.Entonces el hombre la empujó con fuerza provocando que se golpeara con uno de los pilares, el dorso. Él la miró llenó de rabia, alzó su mano para darle una bofetada.La joven por inercia se cubrió el rostro con ambos brazos.— ¡No te atrevas a tocarla!Alondra pasó saliva con dificultad, al escuchar el tono enfurecido del Ingeniero… Cerca, muy cerca de la casa. Ella volteó en dirección de é
«A menudo en los más oscuros cielos, es donde vemos las estrellas más brillantes»… Richard EvansA la mañana siguiente.—Toma asiento por favor.Alondra lo observ&oacut
Fueron los pasos más largos que había dado, para poder alcanzarlo. Ernesto cayó de inmediato al suelo inconsciente, cuando llegó hasta él, se tiró al piso, la sangre comenzó a mancharle las manos, lo tomó en sus brazos y lo encerró en ellos.—No, no esto no está pasando, esto no está pasando. Anda Ernesto abre los ojitos, vamos hermanito, no me dejes, no me dejes —suplicó, entonces se quitó su suéter y lo colocó sobre sus heridas.—Una ambulancia.Escuchó a Aline gritar, en ese momento ella se agachó, retiró las manos de Alondra para poder examinar el tipo de heridas y los signos vitales de Ernesto.—Presiona más—. Se dirigió a su cuñada. Alzó la mirada no veía a nadie, que los pudiera auxiliar. A continuaci&oacu