1. La Propuesta

Cuando estés en el extremo de la cuerda, ata un nudo y agárrate…

                                                                                       Theodore Roosevelt.

****

Minutos más tarde.

—Benjamín. Soy Álvaro, quiero que prepares el contrato para la señorita Alondra Robles.

— ¿Alondra?

La voz de Benjamín se escuchó sorprendido

—Sí, la envió Ana Laura.

— ¿La maestra?... pero ¿ya tan pronto?, aún tengo cinco personas más como candidatas para el puesto.

—No busques más, ya la encontré, «solo espero que diga que, si», Álvaro lo pensó para sí mismo, teniendo sus dudas.

—Dale una oportunidad a las que tengo como candidatas, es que ya le prometí a una chica que me gusta… para el puesto, claro.

El ingeniero escuchó pedir a Benjamín.

 —De nuevo te repito, yo busco talento, y ya lo encontré, quiero que se presente lo antes posible en la oficina.

 —No seas así —rogó Benjamín.

—Espero que tengas los papeles listos, para el lunes; ya lo sabes, Michel te enviará lo que requieras, buenas tardes—Álvaro cortó la llamada.

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Al llegar Alondra a casa, su hermano y cómplice la esperaba en su habitación.

— ¿Qué tal tu día? —Ernesto preguntó.

—Tuve un día, extraño —la chica comenzó a narrarle la travesía que vivió.

— ¡Qué emoción!, imagínate tener una oportunidad de un mejor trabajo… Te felicito. —Ernesto la acercó para abrazarla y darle un beso sobre su frente. Ella se quedó pensativa, se mordió el labio inferior.

— ¿Y a ti qué tal te fue? —Alondra indagó.

—Pues me pidieron algunos papeles en la oficina, creo que quieren ofrecerme algo mejor, mi jefa ha estado apoyándome, sería genial, ya sabes que si se me hace podremos sobrellevar los gastos y pensar en…

—Vaya por fin llegaron, ¡ya es tarde y no hay dinero para preparar de cenar y sus hermanos vienen en camino!

La voz de su madre los interrumpió haciéndolos quedarse en completo mutismo.

Ernesto y Alondra se miraron a los ojos, los pusieron en blanco.

—Si mamá, yo tengo algo de dinero —respondió el joven molesto.

—Pero con esto no me va a alcanzar, vienen todos —gritó la mujer furiosa.

—Ya te dije que no te eches esos compromisos con ellos, son muchos y no podemos costear los gastos, nunca nos ayudan con nada —respondió él, en tono serio.

— ¡Cállate!, ¡qué dices!, son tus hermanos y son nuestra visita. Alondra. —La mujer se giró hacia ella—, dame dinero para completar la cena.

—No tengo más, compramos tus medicinas, ¿recuerdas?

—Lo que me faltaba, no aportas ¡no comes! —la observó fulminándola con la mirada.

Ernesto tomó de la mano a su hermana y la condujo hacia la calle. La mujer se quedó gritando, haciendo rabieta.

—Esta me la pagan—dijo furiosa.

—Ven acompáñame —Ernesto le pidió.

— ¿A dónde vamos?

—Ya verás.

Tomaron un taxi que los condujo hacia la Ciudad de México, se dirigieron a la colonia Condesa. Un complejo de edificios considerados históricos, por sus más de cien años y por su diseño europeo, estilo inglés.

 Ernesto timbró un par de veces en el interphone, además de textear misterioso en su móvil. De pronto una linda joven salió con una gran sonrisa. Se le abalanzó, abrazándolo con efusión, para después besarlo de forma apasionada, haciendo que Alondra se quedara sorprendida

«Así que tiene novia, pero que bien te lo tenías escondido», pensó mientras estaba atenta a sus muestras de cariño.

—Hola, amorcito, te extrañé— La joven le brindó una hermosa sonrisa.

— ¿Cómo estás, bicho?, yo también te eche de menos. Después de una gran dosis de besos, voltearon a ver a la joven que lo acompañaba.

—Te presento a mi hermana Alondra— Ernesto se sintió algo avergonzado por su tan efusiva demostración de amor delante de ella.

—Aline, mucho gusto. —Estiró su mano para darle un fuerte apretón y un abrazo.

—Entren por favor, estaba por pedir una pizza para cenar —movió su mano cediéndoles el paso.

—Llegamos justo en el momento— Ernesto sonrió.

Subieron hasta el segundo piso, pudieron observar su buen gusto. Todo su apartamento tenía un estilo moderno, utilizando una sala en gris con cojines rojos. El sillón individual llevaba un estampado en tela similar al papel periódico con letras, muy llamativo, al igual que su comedor la mesa era de madera con cuatro sillas y una banca, el lugar se veía limpio y olía fresco, era tan agradable. Tomaron asiento en el comedor, esperando las pizzas.

— ¿Por qué no me habías dicho que tienes novia? —Alondra le preguntó bajito.

—Por dos cosas, no sabía que tan seria podría ser nuestra relación y la otra… ¿Llevarías a alguien a casa?

— ¿Formal? ¿Qué tan formal es esto? —Alondra sintió correr una descarga de ansiedad y temor, al escucharlo hablar.

Justo cuando le preguntaba, sonó el móvil de Alondra, no era un número conocido, respondió un poco dudosa.

Un hombre se presentó de inmediato como el licenciado Benjamín:

—Señorita Alondra hablo por parte de la Compañía Alvarado y asociados.

La joven se sorprendió por la llamada, tan pronta.

— ¿Se encuentra en la línea señorita? —el licenciado preguntó al percibir silencio tras el móvil.

—Si… lo escucho—respondió rápido.

—Nuestra empresa está interesada en sus servicios, nos han hecho llegar sus papeles, podríamos recibirla lo antes posible, ¿le gustaría? —Benjamín cruzó los dedos para escuchar una negativa por su parte.

Ella dudó unos instantes, mordió su labio inferior…

—Sí, si me interesa— Alondra comprendió que está era una buena oportunidad, dada las nuevas novedades con su hermano.

Entonces recordó que, al finalizar la entrevista, le agradeció la consideración al ingeniero, pero había sido muy clara en su negativa, ya que se sentía muy cómoda con Ana.

—Perfecto, por favor preséntese directo en la oficina del ingeniero Álvaro, el día lunes a las 8:00 am, en punto. Buenas noches. — Cortó la llamada, con una gran molestia… «¿Cómo le diría a Meredith, la mujer a la que intentaba hacer su amante que el puesto ya estaba ocupado?».

—Veremos cuánto dura la tal Alondra a lado de Álvaro—se preguntó. Sonrió malicioso. Por supuesto que él tampoco le haría las cosas sencillas, presionó un lápiz que tenía en la mano y lo rompió.

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Ernesto externó una gran sonrisa, al escuchar la llamada que acababa de recibir Alondra se acercó para abrazarla.

—Estoy tan orgulloso de ti hermanita, ya verás que pronto todo va a cambiar.

— ¿A qué te refieres con eso? —volteó a verlo dudosa.

 —Tiempo al tiempo. —Ernesto besó la frente de su hermana.

—Felicidades. —Aline le dio un apretón de manos.

—Gracias —respondió un poco seca.

No podía evitar sentir algo de abatimiento al no conocer qué suelo estaba pisando, ya que Ernesto y ella tenían planes para salir del infierno por el que pasaban, pero al verlos tan efusivos se dio cuenta que su hermano estaba perdido por ella y que eso alteraría su objetivo. Porque podría estar de más, Una gran congoja la abordó al darse cuenta que él, le ocultaba algo importante.

—Ernesto me ha hablado mucho de ti —comentó Aline emocionada.

— ¿En serio? —Alondra volteó a verla un poco incrédula.

 —Si

—Espero que sean cosas buenas. —Trató de sonreír, pero no lograba conectar su mente con sus emociones.

Cenaron charlando de manera agradable. Alondra se sintió algo apenada al ser Aline quien pagó la pizza. Se sorprendió al escuchar a Ernesto contarle a lo ocurrido con su madre, la joven le dio un beso, no dándole importancia.

Sin embargo, Alondra se asustaba más al darse cuenta la confianza que observaba, no pudo evitar sentirse amenazada por la relación que tenían, «¿qué será de mí, si Ernesto diera un paso más?», se cuestionó. La incertidumbre le provocaba mucho temor.

— ¿A qué te dedicas Aline? —preguntó, tratando de relajarse.

—Soy médico cirujano, trabajo muy cerca de aquí.

Alondra imaginó que Ernesto debió acabarla más o menos la carrera al mismo tiempo que ella si no la hubiese tenido que dejar en un par de ocasiones por las circunstancias que vivían. Sintió nostalgia.

 Alondra se encontraba en la misma situación que él, también había tenido que darse de baja temporal, pero gracias a su apoyo logró regresar y esta vez no pensaba abandonarla. Para poder continuar se cambió de turno, al vespertino.

Ernesto estaba a casi nada de lograrlo, ambos se apoyaron de forma económica, así contribuían con los gastos de la casa, el resto era para el transporte, costos de la universidad. Al final siempre se quedaban sin dinero

— ¿Te gusta el helado? — Aline indagó.

—Por supuesto. —Alondra sonrió. — ¿Y dónde se conocieron? —cuestionó.

—En una reunión—respondió—, tenemos una amiga en común. Ambos se voltearon a ver—. En realidad es mi prima —informó—. Ella me lo presentó cuando estaba en la universidad. Traté de salir con él un par de veces, nunca me hizo caso, se dedicaba a la escuela, hasta que pasaron un par de años y yo… —la joven se quedó callada—. Y bueno tiempo después nos reencontramos en una reunión de exalumnos, le volví a pedir su número y esta vez, no deje de insistir hasta que salimos un par de veces, y nos hicimos novios casi de inmediato.

Alondra mordió sus labios al escucharla.

—Adoro a Ernesto.

Observó en ella una luz especial en su mirada.

— ¿Qué tienes Alondra? —Ernesto distinguió preocupación en su hermana.

—Nada tengo que ir a darle las gracias a Ana Laura y entregarle mi puesto. —Ocultó sus sentimientos.

«¿Y si me deja sola con ellos», se cuestionó con temor.

****

¿A qué le temerá Alondra, ante la sorpresa que se llevó?

Espero que pronto nos cuente lo que le sucede.

Saludos con cariño.

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