Capítulo 32

En una lúgubre habitación de una vieja mansión, Carlo Romano estaba en su estudio, sentado en su escritorio de caoba maciza, rodeado de paredes cubiertas de antiguos cuadros de familia. Sobre el escritorio, había un cenicero de cristal y papeles dispersos. La única luz provenía de un flexo antiguo, que lanzaba sombras dramáticas sobre su rostro severo. Todavía estaba algo convaleciente por la herida causada por Alessandro, pero el médico había podido salvarlo, y ahora se recuperaba bien. Mientras lo hacía planeaba su próximo ataque.

Luciano, su mano derecha, un hombre corpulento y de mirada penetrante, entró en la habitación con una carpeta en la mano.

—Creo que encontré algo interesante—, dijo Luciano, colocando la carpeta sobre el escritorio.

Carlo abrió la carpeta y observó las fotos y doc

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