Una noche, mientras estaban cenando en la villa, Valentina no pudo contenerse más.
—Alessandro—, comenzó, su voz temblorosa. —Te amo, lo hago con todo mi corazón. Pero no sé si eso es suficiente.
Él la miró, sus ojos oscuros llenos de emoción. — ¿Qué quieres decir?—, preguntó con voz suave.
—Necesito saber quién eres, toda la verdad. Necesito saber en qué me estoy metiendo si decido seguir adelante contigo—, respondió Valentina, las lágrimas bordeando sus ojos.
Alessandro extendió su mano y acarició su mejilla. —Valentina, te dije que hay cosas que es mejor no saber.
— ¡Pero yo necesito saberlas!—, exclamó ella, levantándose de la mesa. —Necesito saber si puedo manejarlo, si puedo vivi
En las sombrías profundidades de Nápoles, en un lujoso escondite que alguna vez fue un monasterio del siglo XVI, Carlo Romano, el temido y respetado capo de la familia Romano, contemplaba su imperio. Su oficina, un vasto salón con techos altos y ventanas de vidrieras, estaba decorada con un exquisito mobiliario antiguo y tapices que contaban historias de poder y conquista.Carlo, un hombre de estatura imponente, con un traje negro a medida, tenía un aire de brutalidad refinada. Sus ojos oscuros y su expresión impasible ocultaban una mente astuta y despiadada. Los negocios ilícitos de Carlo incluían tráfico de drogas, extorsión, y contrabando de armas. Su reputación era de un hombre que no dudaba en eliminar a cualquiera que se interpusiera en su camino.La enemistad entre la familia Romano y la familia de Alessandro, los Lombardi, se remontaba a varias generaciones. Una disputa territorial en los años 20, cuando las dos familias eran todavía pequeñas bandas rivales, se convirtió en un
Las calles de la ciudad estaban sombrías bajo la luna llena. En el escondite de Alessandro, un edificio discreto en un viejo barrio, la tensión flotaba en el aire como una espesa niebla. Sus hombres, en su mayoría miembros de la familia Lombardi y allegados de confianza, se movían con cautela y propósito. Alessandro estaba en su oficina, mirando por la ventana hacia la calle, sus pensamientos lo atormentaban.La puerta de la oficina se abrió de golpe y Enzo, su fiel guardaespaldas, entró con una expresión seria.—Alessandro, tenemos que hablar—, dijo Enzo con un tono severo.Alessandro asintió y se giró para enfrentarlo. — ¿Qué ha sucedido?——Tenemos confirmación. Fue Carlo Romano quien ordenó el asesinato de Roberto. Nuestros informantes lo han confirmado—, inform&oac
Valentina siguió su historia,disfrutando de la noche tranquila que estaban pasando—Mi abuelo no era un hombre fácil, pero cando te ganabas su amistad o su lealtad, era para siempre. Luego de eso, nacimos los nietos y mi abuelo no podía dejar de mimarnos. Eso incluyó a la familia de mi padre, que tampoco gustaba mucho de mi madre, pues la veían poca cosa para integrarse a una familia tan pudiente. Sin embargo yo nunca he tenido una relación muy cercana con la familia de mi padre, hasta el día de hoy.—¿No te hacen falta?—preguntó Alessandro.—No extrañas lo que no conoces. Ellos nos veían en fechas importantes, nos enviaban regalos pero nunca fue el cariño que nos mostraba la familia de mamá.Alessandro asintió, absorbiendo cada palabra con interés. —Es muy interesante todo l
De vuelta en la ciudad, el corazón de Alessandro, latía con una mezcla de alivio y pesar. Había vengado a su primo, pero sabía que las cosas no volverían a ser las mismas. Se sentía desgarrado entre su lealtad a la familia y lo que sentía por Valentina.Cuando finalmente llegó al apartamento de Valentina, la encontró esperándolo abrió la puerta enseguida con una sonrisa en sus labios. Al verlo, con su ropa manchada y su expresión atormentada, su rostro palideció.—Alessandro, ¿qué ha pasado?—, preguntó con voz temblorosa.Él cerró la puerta detrás de él y la miró a los ojos. —He tomado decisiones esta noche, Valentina. Decisiones que cambiarán mi vida para siempre—, confesó con voz ronca.Ella se asustó pensando
Después de un tiempo, tomó una decisión. Necesitaba hablar con Alessandro, afrontar la realidad juntos y entender los riesgos que corrían. Ella no estaba dispuesta a abandonarlo, pero necesitaba saber que él también estaba comprometido en proteger lo que tenían.Valentina tomó su teléfono y marcó el número de Alessandro. Él respondió casi de inmediato. —Valentina, ¿estás bien? Escuché la voz de tu hermano—.—Necesitamos hablar, Alessandro. En persona—, dijo con firmeza.—Claro, ¿quieres que vaya a tu apartamento?— preguntó Alessandro.—No, encontrémonos en el parque. En nuestro banco—, respondió Valentina.Una hora más tarde, se encontraron en el parque, sentados en el banco que hab&iacut
Alessandro se quedó allí, en la opulenta sala de estar de su casa, con el peso de las palabras de Antonio asentándose en su pecho. Miró a su alrededor, a los lujosos muebles y las obras de arte, y se preguntó si todo esto valía la felicidad y seguridad de Valentina.Un hombre mayor, quien había observado la escena en silencio, se acercó a Alessandro. Era tío Giovanni, uno de los miembros más antiguos de la familia y un confidente cercano de Alessandro.— ¿Qué vas a hacer, ragazzo?— preguntó Giovanni con voz grave. Yo habría mandado asesinar al hombre que llegara a mi casa a golpearme, pero lo cierto es que ese muchacho, tiene un punto. Si su hermana es la joven hermosa y dulce con la que te he visto últimamente, él tiene razón en preocuparse. Sobre todo si tienes intenciones serias con ella. No es fácil tr
En una lúgubre habitación de una vieja mansión, Carlo Romano estaba en su estudio, sentado en su escritorio de caoba maciza, rodeado de paredes cubiertas de antiguos cuadros de familia. Sobre el escritorio, había un cenicero de cristal y papeles dispersos. La única luz provenía de un flexo antiguo, que lanzaba sombras dramáticas sobre su rostro severo. Todavía estaba algo convaleciente por la herida causada por Alessandro, pero el médico había podido salvarlo, y ahora se recuperaba bien. Mientras lo hacía planeaba su próximo ataque.Luciano, su mano derecha, un hombre corpulento y de mirada penetrante, entró en la habitación con una carpeta en la mano.—Creo que encontré algo interesante—, dijo Luciano, colocando la carpeta sobre el escritorio.Carlo abrió la carpeta y observó las fotos y doc
—Pero él…ha asesinado personas, y yo no sé si puedo vivir con eso.— ¿Te lo ha dicho?—No hace falta. Es un jefe de la mafia, ¿qué crees que hace?—No lo voy a defender, pero jugando de abogado del diablo, puedo decirte que seguramente no eran las mejores personas. Si está protegiendo a su familia, a su gente y esas personas amenazan eso, se habrá visto en la necesidad de protegerlos como sea. ¿Has hablado con él sobre tus miedos?Valentina negó con la cabeza. —Temo que si lo hago, piense que no confío en él.—Valentina, el amor no solo es pasión, también es comunicación y confianza. Si realmente lo amas y él te ama a ti, necesitas tener esa conversación, sin importar lo difícil que sea—, aconsejó Isa