Carmine se acomodó junto a Nerea, la jefa de Sistemas y codirectora de B Security, para poder observar mejor la pantalla de la computadora.—¿Estás segura de que quieres ver esto? —preguntó su padre desde detrás de ella.Su padre había manifestado su desacuerdo con ella desde el momento en que pidió revisar las grabaciones de seguridad del edificio. A pesar de ello, Carmine había insistido en que se las mostraran.Necesitaba respuestas, y hasta que Giacomo despertara, esas grabaciones eran su única pista para entender lo que había sucedido el día del incidente. Tal vez, con un poco de suerte, notaría algo que los demás habían pasado por alto. Aunque no se hacía demasiadas ilusiones, considerando que el equipo de seguridad era de primer nivel y que, de haber algún detalle relevante sobre el atacante de Giacomo, ya lo habrían identificado.Habían pasado cinco días, y el estado de Giacomo seguía sin cambios. Los médicos no ofrecían respuestas concretas, limitándose a decir que debían esp
—¿Cuánto tiempo más? —preguntó Carmine.La expresión del médico apagó cualquier atisbo de esperanza de que finalmente tuviera buenas noticias tras dos semanas de incertidumbre.—No podemos saberlo con exactitud.Carmine apretó los labios, conteniendo la frustración.—Eso es lo mismo que dijeron al principio... y lo mismo que me dijeron hace unos días —replicó, esforzándose por no alzar la voz.Sabía que los médicos que los médicos habían hecho todo lo posible por Giacomo y que no había más que pudieran hacer por el momento. Sin embargo, eso no le impedía sentirse furiosa con ellos por no darle las respuestas que quería.Sintió un leve apretón en el hombro, y al voltear, encontró la mirada reconfortante de su padre. De no ser por su familia, hace días que se habría derrumbado. —Aun así, los exámenes mostraron que hay signos de mejoría en la actividad cerebral…—Eso es bueno ¿verdad?—Así es. Hemos controlado la inflamación y no hay signos de una infección, por el momento no hay nada
Giacomo intentó mover sus manos otra vez, apretar la mano de Carmine con más fuerza, pero incluso el pequeño movimiento que ya había hecho, había requerido un gran esfuerzo. El resto de su cuerpo permanecía inmóvil, como si pesara una tonelada y se negara a obedecerle. ¿Qué le había pasado? ¿Cuánto tiempo llevaba dormido?Estaba profundamente confundido, y por más que lo intentaba, no lograba pensar con claridad. Era como si un manto pesado cubriera sus pensamientos, haciéndole difícil concentrarse.—Giacomo, ¿puedes oírme?La dulce voz de Carmine era un bálsamo para él, lo ayudaba a calmar la inquietud que amenazaba con apoderarse de su mente. De no ser por su presencia, habría sucumbido a la desesperación ante su incapacidad para moverse. Detestaba la sensación de no tener control sobre su propio cuerpo.Aunque no recordaba nada de los últimos días, estaba seguro de haber escuchado la voz de Carmine en más de una ocasión, un eco constante en el fondo de su mente.Intentó hablar, pero
Giacomo abrió la boca con desgana cuando Carmine le acercó la cuchara. Al probar la comida, hizo una mueca de desagrado. Nada le parecía más insípido que la comida de hospital, y después de tantos días allí, le gustaba cada vez menos.—Daría cualquier cosa por comer algo diferente.—Pobre bebé —se burló Carmine, ofreciéndole otro bocado—. Te prometo que en cuanto estés mejor podrás comer lo que quieras, hasta entonces es mejor seguir las indicaciones del médico. Giacomo ni siquiera intentó discutir, sabiendo que sería inútil. Carmine podía ser más estricta que médicos y enfermeras juntos. Desde que había despertado, ella se había asegurado de que cumpliera cada indicación médica al pie de la letra, y cuando no estaba presente, las enfermeras no dudaban en mencionar su nombre para mantenerlo a raya.Todos parecían encontrar gracioso que siguiera las órdenes de su "esposa" sin rechistar. Sin embargo, él no tenía intención de desafiarla, por muy aburrido que estuviera de estar hospital
Giacomo dejó que Adriano lo ayudara a llegar a la silla de ruedas, aunque bien habría podido llegar por su cuenta. Los mareos eran menos frecuentes y sus piernas ya no se sentían como gelatina.—Con cuidado —dijo Carmine, su voz llena de preocupación.—Estoy bien, tesoro —respondió Giacomo con una sonrisa tranquila—. Y pronto estaré mejor para volver a cuidar de ti.—Como debe de ser —intervino Adriano—. Ya has dormido suficiente.—¡Papá!Giacomo sonrió. Adriano podía parecer rudo, pero había sido testigo de su preocupación en más de una ocasión.Siempre había soñado con tener una familia grande y unida como la de Carmine, y sentía que, gracias ella, había ganado una. Los padres y los hermanos de Carmine se habían turnado para visitarlo a diario, y entre su sentido del humor y la calidez de todos, habían logrado hacer que sus días en el hospital fueran mucho más tolerables.—¿Es necesario esto? —preguntó él.—Pasas un tiempo en coma y todo el mundo te cuida como si fueras de cristal —
Carmine se despertó sobresaltada, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración agitada. Había tenido una pesadilla, una que prefería no recordar. Levantó la mirada, y se encontró con el rostro tranquilo de Giacomo, dormido a su lado. Verlo a su lado la hizo sentir mucho mejor.Estiró una mano y la colocó sobre su mejilla. El calor de su piel le confirmó que aquello era real.De repente, Giacomo abrió los ojos, e, instantáneamente, una sonrisa cálida adornó su rostro.—¿Todo bien? —preguntó él en un susurro.—Mejor que nunca —respondió, sonriendo también.Su hija aprovechó el momento para hacer notar su presencia con una patada. Carmine hizo una leve mueca. Aunque no era realmente doloroso, sí resultaba un poco incómodo.—¿Qué sucede? —Giacomo se veía visiblemente preocupado.—Nada grave. Solo nuestra hija tratando de hacer notar su presencia. Giacomo se deslizó hacia abajo y acomodó la mejilla sobre su vientre. Él empezó a murmurar sobre su vientre mientras la acariciaba con
Giacomo se llevó las pastillas para el dolor a la boca y bebió un sorbo de agua. Era el último día del tratamiento. Los mareos habían desaparecido por completo, al igual que el dolor de cabeza.Se inclinó hacia adelante para dejar el vaso sobre la mesa de café y luego volvió a recostarse en el sofá, con la mirada fija en Adriano y Sebastian. Los había citado el día anterior, tras su encuentro con Arianna y mientras Carmine tomaba una siesta, para ponerlos al tanto de lo sucedido.Aún no había decidido qué hacer respecto a Arianna, y esperaba que ambos lo ayudaran a tomar una decisión. Después de todo lo que habían hecho por él, valoraba demasiado sus opiniones.—¿Cómo ha estado mi hija después de lo de ayer? —preguntó Adriano.—Ella… está más tranquila.Sebastián soltó un bufido.—No tienes que mentirnos. Conocemos a Carmine. No estará feliz hasta que Arianna obtenga su merecido.Adriano asintió de acuerdo con Sebastian.—¿Ya has decidido que vas a hacer con ella?Giacomo negó con la c
En cuanto Giacomo entró en la habitación, Arianna levantó la cabeza. La mujer que alguna vez lo había conquistado parecía haber desaparecido por completo. Su rostro estaba demacrado, tenía ojeras bajo los ojos y la mirada vacía. Aquella imagen, en otras circunstancias, podría haber despertado algo de compasión en él, pero no fue así.—Creí que no volvería a verte —dijo ella con una sonrisa que no llegó hasta sus ojos.Giacomo avanzó en silencio y tomó asiento frente a ella. Cruzó las manos sobre la mesa y dejó que su mirada recorriera la habitación. Era un espacio reducido, austero, desprovisto de cualquier mobiliario salvo por la mesa que lo separaba de Arianna y las dos sillas en las que ambos estaban. El lugar le recordaba a las salas de interrogatorio en las que había estado en el pasado.No creía que fuera legal retener a Arianna allí, prácticamente podría considerarse un secuestro. Cuanto más tiempo la retuvieran en aquel lugar, más riesgo corría B Security. Incluso si la agenci