Giacomo se llevó las pastillas para el dolor a la boca y bebió un sorbo de agua. Era el último día del tratamiento. Los mareos habían desaparecido por completo, al igual que el dolor de cabeza.Se inclinó hacia adelante para dejar el vaso sobre la mesa de café y luego volvió a recostarse en el sofá, con la mirada fija en Adriano y Sebastian. Los había citado el día anterior, tras su encuentro con Arianna y mientras Carmine tomaba una siesta, para ponerlos al tanto de lo sucedido.Aún no había decidido qué hacer respecto a Arianna, y esperaba que ambos lo ayudaran a tomar una decisión. Después de todo lo que habían hecho por él, valoraba demasiado sus opiniones.—¿Cómo ha estado mi hija después de lo de ayer? —preguntó Adriano.—Ella… está más tranquila.Sebastián soltó un bufido.—No tienes que mentirnos. Conocemos a Carmine. No estará feliz hasta que Arianna obtenga su merecido.Adriano asintió de acuerdo con Sebastian.—¿Ya has decidido que vas a hacer con ella?Giacomo negó con la c
En cuanto Giacomo entró en la habitación, Arianna levantó la cabeza. La mujer que alguna vez lo había conquistado parecía haber desaparecido por completo. Su rostro estaba demacrado, tenía ojeras bajo los ojos y la mirada vacía. Aquella imagen, en otras circunstancias, podría haber despertado algo de compasión en él, pero no fue así.—Creí que no volvería a verte —dijo ella con una sonrisa que no llegó hasta sus ojos.Giacomo avanzó en silencio y tomó asiento frente a ella. Cruzó las manos sobre la mesa y dejó que su mirada recorriera la habitación. Era un espacio reducido, austero, desprovisto de cualquier mobiliario salvo por la mesa que lo separaba de Arianna y las dos sillas en las que ambos estaban. El lugar le recordaba a las salas de interrogatorio en las que había estado en el pasado.No creía que fuera legal retener a Arianna allí, prácticamente podría considerarse un secuestro. Cuanto más tiempo la retuvieran en aquel lugar, más riesgo corría B Security. Incluso si la agenci
Giacomo avanzó hacia su madre con pasos lentos, observándola con atención. Ella estaba sumida en sus pensamientos, así que no lo notó llegar.La enfermera de recepción le había mencionado que hoy era uno de esos días buenos, aunque le advirtió que eran cada vez más escasos y que debía aprovecharlos mientras duraran. Era difícil aceptar que, algún día, su madre dejaría de recordarlo por completo, que se convertiría en un desconocido para ella.Giacomo alejó aquellos pensamientos, decidido a no dejar que la tristeza empañara aquel día. Su madre aun lo recordaba y eso era lo único que importaba aquel día. Se enfrentaría al resto cuando llegara el momento de hacerlo.Con una sonrisa, se arrodilló frente a su madre, y ese gesto finalmente logró captar su atención.—¡Hijo! —exclamó su madre con entusiasmo mientras lo tomaba del rostro con ambas manos. Se inclinó hacia él y le dio un beso en la frente—. ¿Dónde has estado? Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que te vi. Por favor, dime
Carmine se retiró las vendas de los ojos y apretó los labios para evitar reír al ver el rostro de Giacomo. Él tenía la cara manchada con restos de yogurt de fresa, producto de cada vez que había intentado darle de comer, evidentemente sin mucho éxito.—No lo hice tan mal —musitó.—No, por supuesto que no —respondió Giacomo, tratando de contener la risa. No necesitaba verse en un espejo para saber el estado de su rostro.—Creo que te faltó un espacio en su mejilla derecha —comentó Lionetta, y esas palabras fueron suficientes para que todos los presentes en la sala estallaran en carcajadas.Carmine la estaba pasando bastante bien. Durante toda la tarde, las risas no habían cesado, mientras jugaban a los diferentes juegos que su familia había organizado, cada uno más divertido que el anterior. A Carmine le había gustado especialmente ese último, aunque le tomó al menos diez intentos lograr llevar una cucharada de yogurt a la boca de Giacomo.—¿Quién quiere ser la siguiente pareja? —pregu
Carmine estaba dormida cuando sintió algo húmedo entre sus piernas. Abrió los ojos y se dio cuenta de que apenas estaba amaneciendo. Se incorporó lentamente y miró la mancha húmeda entre sus piernas. Le tomó un segundo darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Acababa de romper fuente.Una leve contracción la molestó y soltó un gemido, más que nada por la sorpresa.—¿Qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó Giacomo, incorporándose demasiado rápido para alguien que hasta hace poco estaba profundamente dormido.—Yo… creo que es hora —explicó Carmine, mirando hacia sus piernas.Giacomo siguió la dirección de su mirada y, al ver la macha húmeda, su mente terminó de despejarse.Carmine iba a dar a luz.Durante un instante, Giacomo permaneció en shock, en la misma posición. Se había preparado para ese momento, había hecho una lista mental de todo lo que debía hacer, pero ahora que finalmente estaba sucediendo, parecía como si se hubiera olvidado de todo.—Giacomo —llamó Carmine con una voz suave,
Giacomo se inclinó y depositó un beso suave en la frente de Carmine. Ella se había quedado profundamente dormida poco después de que se llevaran a su hija para hacerle una revisión completa. Era natural que estuviera exhausta después de todo el esfuerzo que había hecho.Había creído que no podía amarla más de lo que ya lo hacía, pero estaba equivocado. Verla luchar para dar vida a su hija hizo que sus sentimientos hacia ella se profundizaran aún más.Una sonrisa cálida se dibujó en su rostro al pensar en su pequeña bebé. No había conocido ser más hermoso y perfecto que su hija. Una sola mirada a su hija le bastó para saber que sería capaz de dar hasta su propia vida por garantizar su felicidad. Y ese pensamiento le había tranquilizado. Durante mucho tiempo, había temido ser como su padre. Sin embargo, en ese instante, supo con certeza que no era para nada como él. Jamás sería capaz de hacer algo que pudiera lastimar a su hija.Con cuidado de no hacer ruido, se levantó y caminó hacia la
Carmine tomó la mano de Giacomo y bajó del auto. Él regresó para sacar a su hija, cargando con cuidado el moisés. Una vez listo, volvió junto a Carmine y tomó su mano. Juntos se dirigieron hacia el asilo.Tan pronto como Carmine se sintió mejor, insistió en llevar a su hija a conocer a Constanza. El resto de la familia ya había tenido esa oportunidad, y ella deseaba que la madre de Giacomo también pudiera vivir ese momento especial.Giacomo no había estado del todo convencido de que Carmine estuviera en condiciones de salir de casa tan pronto, pero finalmente cedió. Aunque se preocupaba profundamente por ella, Carmine sabía que él también ansiaba que su madre conociera a la pequeña Constanza pronto, aunque nunca lo diría en voz alta. Él jamás le pediría algo que creía que ponía en riesgo su salud.—¡No puede ser! —exclamó la enfermera en recepción, poniéndose de pie de inmediato. Rodeó el mostrador y se acercó a ellos con una enorme sonrisa en el rostro—. ¡Oh, por Dios! ¡Es una bellez
Carmine sonrió al ver a Giacomo en el sofá con su pequeña acurrucada sobre su pecho. La escena no le sorprendió. Giacomo pasaba gran parte del tiempo que estaba en casa, cuidando de su hija. Con poco más de tres semanas de nacida, su bebé tenía completamente conquistado a su padre.Recordó todas las veces que Giacomo le había hablado de su sueño de formar una familia, una a la que pudiera llamar suya. Era evidente al verlo interactuar con su hija que no se habían tratado de palabras vacías. Giacomo era, sin duda, un padre excepcional.Giacomo no llevaba camiseta, siguiendo el consejo de que el contacto piel con piel era ideal para el bebé. Carmine no podía negar que, además de ser un gesto tierno, era también un deleite para la vista.—Por eso te extraña tanto cuando estás en el trabajo —comentó Carmine con una sonrisa divertida.Giacomo había regresado al trabajo hacía poco más de una semana. El primer día lejos de Carmine y su hija había sido el peor. No pudo relajarse por completo