«La señora sufrió un accidente saliendo del estacionamiento y está siendo llevada al hospital».El aire abandonó los pulmones de Marcelo, como cuando alguien recibe un golpe en la boca del estómago. Y sintió cómo de repente su corazón bombeó con más fuerza, convirtiendo su sangre en ardiente lava. Quemaba, cada respiro que daba para buscar oxígeno ardía en sus fosas nasales y quemaba su garganta, haciendo insoportable el ardor en sus pulmones.—¿Qué? —preguntó con voz ahogada, sintiéndose paralizado.—No sé mucho más, señor, por favor, dese prisa —le urgió la mujer al otro lado de la línea.Marcelo no supo si colgó la llamada, ni siquiera le importó la presencia de Miranda, salió corriendo en busca de su esposa, sintiendo que el corazón se le salía por la garganta. Si llegaba a pasarle algo a Alessandra, no iba a perdonárselo. ¡No! Ella tenía que estar bien, él tenía que explicarle las cosas, tenía que decirle que la única dueña de su corazón y de su amor era ella y nadie más.Cuando
«La paciente presenta un embarazo de seis semanas y un sangrado que puede comprometer la vida del feto».Marcelo no creyó que pudiera sentirse peor, pero se había equivocado totalmente. Las palabras del doctor fueron un nuevo golpe y una nueva ola de terror para él. Por segunda vez, en lo que iba de la tarde, sintió cómo el piso se movía bajo sus pies. ¡Qué caro estaba pagando el haber conocido a Miranda y el enredarse con ella! Si hubiese podido llegar a imaginar lo que pasaría, él…—¡No!El grito de Larissa interrumpió sus pensamientos, él levantó la mirada y la vio aferrada a los brazos de Michael. Tenía enterrado el rostro contra su pecho, pero sus hombros temblaban producto de su llanto. Solo entonces sintió los brazos de su padre alrededor de su cuerpo y se dio cuenta de que era sostenido por él. Marcelo ni siquiera fue consciente del momento en que sus piernas perdieron toda su fuerza o del momento en que sus labios pronunciaron una lamentación que conmovió a todos.—Si hay alg
Marcelo deseaba entrar a la habitación y sostener la mano de Alessandra, asegurarle de que todo estaba bien, de que todo saldría bien; sin embargo, no debía entorpecer el trabajo del médico, no deseaba robarle a Alessandra y su hijo la atención del profesional. Eso no hacía que su corazón estuviera tranquilo, todo lo contrario. Estaba lleno de miedo y de dolor, si perdía a su hijo, él…El golpe de un puño golpeando la pared hizo estremecer a la enfermera que se apresuraba en su dirección.—¡Señor! —exclamó entre asustada y preocupada.Marcelo no se giró para verla, su mano estaba herida, pero nada era comparable con la herida que llevaba en el corazón.—Será mejor que vuelva a la sala de espera, tendrá noticias pronto —le dijo, sin moverse de su sitio, temerosa de convertirse en la víctima de Marcelo. Claro que ella no lo conocía y solo estaba juzgándolo con base en lo que sus ojos estaban viendo, en todo caso, era mejor prevenir que lamentar.Ajeno a los pensamientos de la enfermera
Kate caminó hasta el pequeño corredor del hospital para buscar a Ricardo y esperó a una distancia prudente cuando lo vio hablar por teléfono.La confesión de Marcelo la había dejado preocupada, jamás hubiese podido imaginar el tipo de amores que su hijo tendría. Ella no preguntaba y esperaba a que fuesen ellos quienes le contaran sobre sus conquistas y las novias que habían tenido, creyó que les había dado la confianza para hacerlo. Más que su madre, ella siempre esperó ser también una buena amiga para ellos con quien pudieran sentirse libre para hablar de todo lo que quisiera. Evidentemente, Marcelo no se habría sentido cómodo hablándole de una relación ilícita con una mujer casada.¿Le molestaba? Sí, como madre, no esperaba que uno de sus hijos aceptara un papel de amante, creyó haberlos educado bien; sin embargo, era consciente de que cada persona era un mundo y cada cabeza pensaba diferente, no había fallado como madre. Sencillamente, su hijo eligió el camino que quería recorrer,
«Debemos terminar con esto».Marcelo esperaba tener la oportunidad de explicarse ante Alessandra, pero parecía que ella tenía prisa por dar por finalizada su relación. Dolía, ¡claro que dolía! Pero no tenía cara para culparla y mucho menos, para pedirle que lo escuchara. Si terminar era lo que ella quería, iba a aceptarlo.Finalmente, su madre tenía razón; las palabras tenían más filo que el propio cuchillo. Y Alessandra había escuchado a Miranda, porque él le permitió soltar tanta tontería junta. Su silencio, le iba a costar su relación, su amor, su matrimonio.—Alessandra…—No quiero detalles de tu relación con esa mujer, Marcelo. Solo quiero saber en qué momento de nuestra relación dejaste de pensar en ella —pidió, apretando las sábanas con fuerza, esperando que la respuesta no destruyera su corazón.Marcelo guardó silencio, no porque no supiera la respuesta, sino porque no se había esperado la pregunta. Un silencio que, podía ser malinterpretado por Alessandra; sin embargo, ella
«Bésame».Marcelo se vio sorprendido por la petición de su esposa, sobre todo, emocionado, tanto que no se movió de su lugar, mirándola fijamente.—¿No quieres besarme? —preguntó Alessandra, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua—. Si es así, hemos empezado mal esta segunda oportuni… — Sus palabras fueron interrumpidas por los labios de Marcelo, posándose sobre los suyos, besándola como si la vida se le fuera en ello, mientras lágrimas se derramaban de sus ojos, humedeciendo sus mejillas.Alessandra llevó su mano al cuello de su esposo, enredó sus dedos en los cortos cabellos, presionándolo un poco para profundizar el beso.Marcelo se apartó cuando ella dejó escapar un pequeño gemido.—¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Quieres que llame al médico?Alessandra negó.—Estoy bien —musitó, colocando las manos sobre su vientre—. No debí irme de esa manera —musitó.—Ale…—Expuse su vida al no darme una oportunidad para pensar. Además, todo fue peor cuando recibí las fotos —dijo.Mar
«¿Miranda?»La mujer se giró para encontrarse con el rostro serio de Larissa, ella le sonrió.—Señora Lowell —saludó con falsa cortesía, sus ojos eran una clara demostración de lo que guardaba su corazón.Larissa la observó sin apartar la mirada.—¿Qué es lo que haces en la habitación de mi hija? —le cuestionó, deseando que le diera un solo maldito motivo para sacarla de allí de las greñas. Contenerse le estaba costando toda su fuerza de voluntad, pero no era tonta y dar el primer golpe solo iba a convertir a Miranda en una víctima a ojos de quienes las vieran en el pasillo, sin entender el contexto de lo que ocurría, por lo que esperó a que la mujer se dignara a responder.—Una visita de cortesía, no podía dejar pasar este momento para demostrarle mi pesar y preocupación a Marcelo, somos muy buenos amigos —soltó con veneno—. ¿Lo sabías?—Tan buenos amigos que te metiste en su cama estando casada con Joseph, sí lo sabía —respondió, haciendo que la mirada de Miranda se tornara oscura.
Miranda se entretuvo mirando al hombre, ¿estaba dormido o inconsciente? Ella se acercó un poco más y observó las facciones del tipo. Estaba pálido como una hoja de papel, sus labios también habían perdido su color. ¿Cómo un hombre en ese estado podía hacer una declaración? Dudaba mucho que pudiera, pero, ¿para qué arriesgarse? ¿Para qué dejar cabos sueltos si podía atarlos de una buena vez?—Debiste morirte, pero no te preocupes, que esta vez me aseguraré de que te vayas de este mundo derechito al infierno y, así, no tengas tiempo de culparme por el accidente de Alessandra Lowell, ya me las arreglaré para deshacerme de ella. Yo tengo que recuperar mi vida y nadie se interpondrá en mi camino —expresó con rabia contenida, mientras se acercaba para quitarle el oxígeno, eso era mejor que apagar la máquina, sería menos sospechoso y si alguien entraba, lo más probable era que creyeran que fue él solito quien se quitó la máscara.Miranda sonrió con satisfacción, cobraría con ese pobre infeli