Marcelo deseaba entrar a la habitación y sostener la mano de Alessandra, asegurarle de que todo estaba bien, de que todo saldría bien; sin embargo, no debía entorpecer el trabajo del médico, no deseaba robarle a Alessandra y su hijo la atención del profesional. Eso no hacía que su corazón estuviera tranquilo, todo lo contrario. Estaba lleno de miedo y de dolor, si perdía a su hijo, él…El golpe de un puño golpeando la pared hizo estremecer a la enfermera que se apresuraba en su dirección.—¡Señor! —exclamó entre asustada y preocupada.Marcelo no se giró para verla, su mano estaba herida, pero nada era comparable con la herida que llevaba en el corazón.—Será mejor que vuelva a la sala de espera, tendrá noticias pronto —le dijo, sin moverse de su sitio, temerosa de convertirse en la víctima de Marcelo. Claro que ella no lo conocía y solo estaba juzgándolo con base en lo que sus ojos estaban viendo, en todo caso, era mejor prevenir que lamentar.Ajeno a los pensamientos de la enfermera
Kate caminó hasta el pequeño corredor del hospital para buscar a Ricardo y esperó a una distancia prudente cuando lo vio hablar por teléfono.La confesión de Marcelo la había dejado preocupada, jamás hubiese podido imaginar el tipo de amores que su hijo tendría. Ella no preguntaba y esperaba a que fuesen ellos quienes le contaran sobre sus conquistas y las novias que habían tenido, creyó que les había dado la confianza para hacerlo. Más que su madre, ella siempre esperó ser también una buena amiga para ellos con quien pudieran sentirse libre para hablar de todo lo que quisiera. Evidentemente, Marcelo no se habría sentido cómodo hablándole de una relación ilícita con una mujer casada.¿Le molestaba? Sí, como madre, no esperaba que uno de sus hijos aceptara un papel de amante, creyó haberlos educado bien; sin embargo, era consciente de que cada persona era un mundo y cada cabeza pensaba diferente, no había fallado como madre. Sencillamente, su hijo eligió el camino que quería recorrer,
«Debemos terminar con esto».Marcelo esperaba tener la oportunidad de explicarse ante Alessandra, pero parecía que ella tenía prisa por dar por finalizada su relación. Dolía, ¡claro que dolía! Pero no tenía cara para culparla y mucho menos, para pedirle que lo escuchara. Si terminar era lo que ella quería, iba a aceptarlo.Finalmente, su madre tenía razón; las palabras tenían más filo que el propio cuchillo. Y Alessandra había escuchado a Miranda, porque él le permitió soltar tanta tontería junta. Su silencio, le iba a costar su relación, su amor, su matrimonio.—Alessandra…—No quiero detalles de tu relación con esa mujer, Marcelo. Solo quiero saber en qué momento de nuestra relación dejaste de pensar en ella —pidió, apretando las sábanas con fuerza, esperando que la respuesta no destruyera su corazón.Marcelo guardó silencio, no porque no supiera la respuesta, sino porque no se había esperado la pregunta. Un silencio que, podía ser malinterpretado por Alessandra; sin embargo, ella
«Bésame».Marcelo se vio sorprendido por la petición de su esposa, sobre todo, emocionado, tanto que no se movió de su lugar, mirándola fijamente.—¿No quieres besarme? —preguntó Alessandra, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua—. Si es así, hemos empezado mal esta segunda oportuni… — Sus palabras fueron interrumpidas por los labios de Marcelo, posándose sobre los suyos, besándola como si la vida se le fuera en ello, mientras lágrimas se derramaban de sus ojos, humedeciendo sus mejillas.Alessandra llevó su mano al cuello de su esposo, enredó sus dedos en los cortos cabellos, presionándolo un poco para profundizar el beso.Marcelo se apartó cuando ella dejó escapar un pequeño gemido.—¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Quieres que llame al médico?Alessandra negó.—Estoy bien —musitó, colocando las manos sobre su vientre—. No debí irme de esa manera —musitó.—Ale…—Expuse su vida al no darme una oportunidad para pensar. Además, todo fue peor cuando recibí las fotos —dijo.Mar
«¿Miranda?»La mujer se giró para encontrarse con el rostro serio de Larissa, ella le sonrió.—Señora Lowell —saludó con falsa cortesía, sus ojos eran una clara demostración de lo que guardaba su corazón.Larissa la observó sin apartar la mirada.—¿Qué es lo que haces en la habitación de mi hija? —le cuestionó, deseando que le diera un solo maldito motivo para sacarla de allí de las greñas. Contenerse le estaba costando toda su fuerza de voluntad, pero no era tonta y dar el primer golpe solo iba a convertir a Miranda en una víctima a ojos de quienes las vieran en el pasillo, sin entender el contexto de lo que ocurría, por lo que esperó a que la mujer se dignara a responder.—Una visita de cortesía, no podía dejar pasar este momento para demostrarle mi pesar y preocupación a Marcelo, somos muy buenos amigos —soltó con veneno—. ¿Lo sabías?—Tan buenos amigos que te metiste en su cama estando casada con Joseph, sí lo sabía —respondió, haciendo que la mirada de Miranda se tornara oscura.
Miranda se entretuvo mirando al hombre, ¿estaba dormido o inconsciente? Ella se acercó un poco más y observó las facciones del tipo. Estaba pálido como una hoja de papel, sus labios también habían perdido su color. ¿Cómo un hombre en ese estado podía hacer una declaración? Dudaba mucho que pudiera, pero, ¿para qué arriesgarse? ¿Para qué dejar cabos sueltos si podía atarlos de una buena vez?—Debiste morirte, pero no te preocupes, que esta vez me aseguraré de que te vayas de este mundo derechito al infierno y, así, no tengas tiempo de culparme por el accidente de Alessandra Lowell, ya me las arreglaré para deshacerme de ella. Yo tengo que recuperar mi vida y nadie se interpondrá en mi camino —expresó con rabia contenida, mientras se acercaba para quitarle el oxígeno, eso era mejor que apagar la máquina, sería menos sospechoso y si alguien entraba, lo más probable era que creyeran que fue él solito quien se quitó la máscara.Miranda sonrió con satisfacción, cobraría con ese pobre infeli
Cinco días después, Alessandra y Kiara fueron dadas de alta por su respectivo médico. Ambas fueron llevadas a la mansión Ferreira por insistencia de Kate, ya que los padres de Alessandra tenían programado un viaje.—Entonces, ¿irán a Brasil? —preguntó Alessandra, mientras Larissa la acomodaba en la cama, contra el respaldo para que estuviera cómoda.—Sí.—¿Todo está bien con Fabio? —quiso saber.—No pienses de más, cariño, tu única preocupación debe ser recuperarte. El médico ha dicho que en unas semanas podrás retomar tu vida con normalidad, siempre y cuando seas precavida —le recordó.—Lo sé, mamá, no te preocupes, no haré nada que ponga en peligro la vida de mi bebé y si tengo que estar metida en la cama los siguientes meses, obedeceré —respondió con una ligera sonrisa.—No será mucho tiempo, hija.—¿Cuándo se van?—Hoy por la noche, tu padre se ha encargado de conseguir un vuelo privado a São Paulo.Alessandra frunció el ceño, su madre quería que no se preocupara por nada, sin emba
Marcelo estaba seguro de que podía pasarse una vida entera admirando el rostro perfecto de Alessandra y no se cansaría. Era una mujer tan especial, amorosa y detallista. Un alma sensible y fuerte a la vez, con un corazón noble, capaz de perdonar y seguir amándolo como si jamás la hubiese lastimado. Aunque, no fue intencional, fue el motivo por el cual salió herida.Él habría seguido admirando a su perfecta esposa si Ashton no hubiese elegido ese momento para despertar y empezar a moverse como un pequeño gusanito. Marcelo trató de levantarlo para mecerlo, pero la frazada estaba bajo el brazo de Alessandra, por lo que dejó sus intenciones y volvió al lado de su esposa.Marcelo se inclinó sobre el rostro relajado de su esposa, le dejó un beso en la mejilla con toda la intención de despertarla. Encontrarla con Ashton inevitablemente le hizo pensar en su hijo o hija, en el momento que llegara al mundo y se convirtiera en el centro de sus vidas.—¿Marcelo? —preguntó ligeramente aturdida por