«¿Quieres ser mi esposa y mi compañera de vida hasta que la muerte nos separe?»Las lágrimas de Alessandra se precipitaron por sus mejillas al escuchar la petición de Marcelo.—Dime que no estoy soñando —susurró, mordiéndose el labio.—No, pero si fuese un sueño, te aseguro el mejor sueño de todos, Alessandra. Jamás he estado tan seguro de algo en mi vida y eso era porque me faltabas tú —respondió sin vacilar, pues era lo que sentía en el corazón, quizá la vida solo lo estuvo reteniendo con la mujer equivocada para tener esta oportunidad con la indicada.—Yo… acepto ser tu esposa, Marcelo —susurró, estirando la mano para que él le colocara el anillo que guardaba en el interior del estuche.Marcelo deslizó el anillo en el dedo anular y dejó un corto beso sobre él.—Prometo amarte toda la vida —le dijo, poniéndose de pie, abrazándola con fuerza, como si temiera perderla…Alessandra enterró el rostro entre el hombro y el cuello de Marcelo, mientras sus lágrimas continuaron cayendo por su
Larissa y Kate se miraron, tenían los ojos abiertos como platos, mientras trataban de recuperar el habla, las dos quedaron impactadas por la respuesta de Marcelo.—¡¿Dos meses?! —preguntaron al mismo tiempo.—Sí.—Dios, esto no me lo esperaba, ¿qué haremos con tan poco tiempo? —cuestionó Larissa atónita por la confirmación de Marcelo.—Lo mejor que podamos, se nos casan nuestros hijos, Larissa. Creo que no volveré a dormir en las próximas semanas —respondió Kate mientras sus esposos se mordían los labios para no echarse a reír. Entretanto, Alessandra y Marcelo escuchaban en completo silencio.—Tendremos que dividirnos las tareas —comentó Ricardo, tomando la mano de Kate.—Estoy muy de acuerdo con Ricardo, si queremos que esta boda se celebre en dos meses, vamos a ponernos de acuerdo —convino Michael.—Podemos organizar una boda pequeña, solo con nuestras familias y amigos —comentó Alessandra y Marcelo asintió en señal de acuerdo.—¡De ninguna manera! No se casa cualquier mujer, sino m
Marcelo estaba parado frente al altar, tenía las manos detrás de la espalda y la mirada fija en la puerta de la iglesia, esperando ver llegar a Alessandra. La felicidad que le invadía era indescriptible, tal como se lo había comentado a Patrick.—Te ves muy nervioso —dijo Kiara, acercándose a su hermano. Ella lucía una hermosa pancita de unos siete meses.—Me siento nervioso, Kiara. Uno no se casa todos los días y menos con el amor de su vida —comentó, viendo a su melliza sonreír.—Tienes razón y puedo entender cómo te sientes en este momento, es así como me sentí hace cinco meses —comentó ella, colocando su mano sobre el hombro de Marcelo.Él sonrió.—Le hemos ganado a Patrick —dijo en un susurro, mirando en dirección de su hermano y de Meghan, quien hablaba con Mía.—Dudo mucho que ese par se case pronto —respondió Kiara.—Eventualmente lo harán.—Tal vez. —Kiara miró hacia la entrada de la puerta y no pudo evitar tensarse al notar la presencia de Astrid en la iglesia—. Creo que ten
Alessandra buscó a Nicole con la mirada, ella estaba parada junto a una de las columnas y sonreía divertida.—¿Todo bien? —preguntó Marcelo, acercándose a ella, tomándola de la cintura.—Sí —respondió, mirándolo con una ligera sonrisa.—No lo parece —replicó él, caminando a su lado para volver a la mesa.—Tenía intención de lanzar el ramo a Nicole, pero ella ha adivinado mis planes y se ha movido de su sitio.Marcelo se rio.—Eres demasiado traviesa, ¿lo sabías? —preguntó, dándole un corto beso en los labios.—Solo un poco, el necesario —musitó en respuesta, lamiéndose el labio y mordiéndolo de manera que Marcelo gimió. Él sabía lo traviesa que podía ser y en qué sentido ella respondía a su pregunta.—Estoy deseando que todo esto termine, arrastrarte a la suite matrimonial y perderme en tu piel.Alessandra se mordió el labio cuando sintió su sexo estremecerse, ella también lo estaba deseando, los últimos días, apenas tuvieron tiempo de verse. Habían estado ocupados con los últimos det
Veinticuatro horas después de su matrimonio y tras doce horas de vuelo, Marcelo y Alessandra aterrizaron en el aeropuerto de Palermo-Punta Raisi en Sicilia, Italia. La pareja salió del aeropuerto y se dirigió al hotel para descansar un par de horas antes de iniciar de manera oficial su luna de miel. Tenían cinco semanas y cinco lugares que habían elegido cuidadosamente para disfrutar de su tiempo a solas.—¿Cansada? —preguntó Marcelo, cuando Alessandra descansó la cabeza en su hombro, buscando que él la abrazara.—Un poco, a pesar de estar acostumbrada a viajes tan largos, siento las piernas como gelatinas —murmuró.Marcelo sonrió, antes de tomar el vuelo, habían hecho el amor, así que era normal que Alessandra se sintiera de esa manera y le gustaba saber que era por su causa.—Te cargaré hasta nuestra habitación —le prometió él, haciendo que las mejillas de Alessandra se encendieran. Recordaba cómo lo había hecho anteriormente y de cómo terminaron en la cama. Ella se estremeció, el r
Marcelo y Alessandra aterrizaron en el aeropuerto de Florencia, en la región de La Toscana, tres horas después de abordar el avión y dejar Palermo, fueron recibidos por una ciudad llena de coloridos, arquitectura y un cielo azul, como el mar.Florencia era su tercera ciudad y también la tercera semana de su luna de miel. Tres semanas lejos de Nueva York y, sin duda, eran las mejores semanas de su vida.—¿Quieres que primero pasemos a comer y luego nos dirigimos al hotel? —preguntó Marcelo, subiendo al taxi, detrás de Alessandra.—Aunque he tenido algunos aperitivos durante el vuelo, muero de hambre —respondió ella, viendo la ciudad a través de la ventanilla del auto.—¡No se diga más! —exclamó Marcelo. Le dio instrucciones al chofer del taxi y se dirigieron al centro de la ciudad, eligieron un restaurante al azar y se deleitaron con los platillos típicos de la casa.Luego, se dirigieron al hotel para dejar las maletas y descansar un momento. Una hora más tarde, Marcelo se dirigió a la
Venecia, la ciudad del amor en Véneto, fue la última parada para los recién casados, llevaban poco más de un mes fuera y habían decidido dejar la región noroeste para el final de su luna de miel.Se hospedaron en el hotel Gazzettino, en San Marcos, a solo unos pocos minutos de la plaza de San Marcos, del puente de Rialto y a 350 metros del Palacio Ducal. Y desde donde podían apreciar la colorida ciudad, casas pintorescas que el único color que parecían compartir entre ellas eran los techos rojos.En su primer paseo, recorrieron las calles y puentes de la ciudad tomados de la mano. Se detuvieron a tomar un café en Rialto, cenaron en Al Vecio, decorado de un blanco inmaculado, con sillas y mesas en color negro, con manteles de un blanco impecable y cristalería. La pareja eligió una mesa con vista al canal, desde donde se podían observar las góndolas, ir y venir con visitantes y propios del lugar.Al día siguiente, continuaron con su tour en la ciudad, visitaron la Basílica de San Marcos
El avión aterrizó a las seis de la tarde en el aeropuerto Internacional John F. Kennedy, en el barrio de Queens, a 26 kilómetros del centro de Nueva York, donde vivían.Marcelo tomó la mano de Alessandra luego de recoger las maletas y caminaron a la sala de espera, donde algunos miembros de la familia se habían reunido para llevarlos a casa.—¡Alessa! —exclamó Michael, emocionado al ver a su hija luego de seis semanas de ausencia. Alessandra corrió a los brazos de su padre, lo saludó con un beso en ambas mejillas, mientras él le dejaba un beso sobre la frente y la estrechaba contra su cuerpo.—Papá —susurró ella, su voz fue apenas audible por el bullicio del aeropuerto.—Bienvenida, mi princesa —le dijo él, separándose de su lado para verla mejor. Alessandra lucí espectacular, su rostro irradiaba de felicidad.—Gracias —respondió ella, buscando con la mirada a su madre, pero Larissa no estaba presente lo cual le sorprendió y preocupó, sin embargo, no tuvo oportunidad de preguntar, pue