Al final de la tarde Alex recibió a Richard Morgan en su estudio. —Creí que Marco Marchetti estaría presente —dijo Richard decepcionado. —Yo también, pero se fue en la tarde sin explicación. Richard frunció el ceño preocupado. — ¿Crees que sospecha algo? —No tiene razones para desconfiar de mí, pero se fue visiblemente afectado con alguna noticia que por supuesto no me dijo. —Quizás era algo personal. —Marco Marchetti no tiene vida personal, solo se preocupa por Bianca y ya sabemos que me ató a ella, del resto la Legión es su vida. —Creí que sin James te tendría más confianza. —Lo hará, porque le demostraré que mi compromiso es al 100%. Se sentirá satisfecho al comprobar que crucé el límite moral. — ¿Te ha pedido algo en específico? Alex negó con la cabeza. —No me cree capaz. Alex extendió un plano en el escritorio para que Richard lo estudiara. — ¿Qué es esto? —Mi graduación. Richard lo vio con el ceño fruncido. —No entiendo.
Richard lo observó en silencio. Por un instante, pensó en los años que habían trabajado juntos, en todas las veces que Alex había estado dispuesto a cruzar líneas que otros no se atrevían ni a mirar. Y, aunque odiaba admitirlo, sabía que Alex tenía razón en algo: Marchetti no confiaría en nadie que no jugara según sus propias reglas. Unos ligeros golpes sonaron en la puerta y Alex sonrió. — ¿Ema? —Preguntó Richard y él asintió. Alex le abrió la puerta a su hija y la cargó dándole muchos besos. —Alex, el trato era la inmunidad, pero ahora esto cambiará las reglas, y tu hija… —Por los hijos un hombre es capaz de todo. Richard suspiró. —Hablando de hijos. Conseguí a Laila Zain, en Boston, y es muy rica. —Por qué no me sorprende —susurró Alex—. Tendré que ir a Boston. —Papá, ¿Puedes venir a ver una película conmigo y con mi mamá? —Entonces yo me retiro —dijo Richard. Richard salió de la casa con pasos firmes, pero con el peso de la conversación aun nubla
La arquitectura de la mansión Salvatore era exquisita y llena de detalles, la escalera que accedía por dos tramos a la segunda planta daba acceso a un hermoso balcón, dejando las habitaciones distribuidas en un óvalo perfecto. Desde la habitación de Alex podía verse de frente la de Bianca, separada claro está por el espacio que hace el balcón. Bianca lucía con ganas de lanzarse a la habitación de Alex como Tarzán si tuviera una liana, pero no solo la detenía el no tener lianas, podría caminar, pero Alex le indicó que no lo hiciera o su salud podría verse comprometida. Apretando la barandilla los observaba con ojos de halcón, eso sentía Irina, pero Alex ni caso. Cada gota de determinación la invertía en llegar a sus aposentos, ahora la pierna le dolía un infierno. En la casa todos dormían, con Irina como muleta logró su propósito. Irina lo ayudó a acostarse. — ¿Dígame dónde tiene material médico que me sirva para atender su herida? —En mi estudio —dijo Alex de for
Olga en la habitación que le asignaron en la mansión Salvatore casi podía sentirse de nuevo en Italia. Quizás era consecuencia de haber visto a Marco de nuevo. Quizás por lo que pasó con Ema y la regla de madera, la cosa era que hay días en donde nos sentimos más cerca del pasado, y hoy sin duda el pasado había atropellado a Olga. Marco Marchetti, al único hombre que amó en su vida, verlo de nuevo no le daba la felicidad que desearía, pues él amenazaba la historia de la vida que inventó sobre ella, y Olga no quería que Irina supiera quién fue ella realmente. Su habitación asignada en esta casa era lujosa, espaciosa y con comodidades que la Olga de Estados Unidos jamás tuvo o pudo brindar a su hija, pero ni siquiera esta opulencia se compara a cómo vivió en su Rusia natal. Allá ella fue una princesa, no de nacimiento. Logró serlo después de volverse una hermosa mujer con muchos talentos. Talentos muy peligrosos… Recuerdo de Olga El internado a donde la enviaron
A primera hora de la mañana Bianca se levantó de la cama para recibir los primeros rayos de sol desde su chaise longe en la habitación. —Si quiere ir afuera puedo acompañarla —propuso Irina. —Saldré cuando venga mi papá a visitarme —respondió Bianca con los ojos cerrados—. Adoro el sol, deberías probarlo. ¿Tu cabello es rubio natural? —comentó Bianca sin abrir los ojos. —Sí… —respondió Irina sin comprender qué tenía que ver. —El cabello rubio se ve mejor acompañado de una piel dorada —comentó Bianca sin mirarla. —No me había detenido a pensar que estaba muy pálida. —No te preocupes, seguro que lo haces lo mejor que puedes... aunque no sea suficiente. — ¿Suficiente? —Preguntó Irina en voz baja. Bianca abrió los ojos y sonrió de forma encantadora. —Ya sabes querida, hacemos lo que podemos para vernos bien, pero después de casadas los esposos dejan de apreciar el esfuerzo. —Bueno señora Bianca, el dolor que anoche experimentaba su esposo no es cualquier c
Irina no se quedó paralizada, corrió y le quitó las tijeras de las manos a la pequeña. Ema lloraba desconsolada mirando la melena de cabello a sus pies, como quien observa la tragedia del crimen que acaba de cometer. — ¡Ema! ¿Por qué cortaste tu cabello? —Mi cabello es feo y mi mamá lo odia —dijo Ema, con tristeza—. Siempre dice que es un desastre, se me enreda y no puedo peinarlo y que quede como el de ella. Irina sintió que las lágrimas se le agolpaban en los ojos. El sufrimiento de esa niña, su anhelo de ser amada y aceptada tal como era, la conmovió profundamente. Ella también había luchado contra sus propios rizos durante años, deseando tener el cabello lacio y brillante de otras chicas. —Ema, la solución no era cortarlo, tu mamá seguro sabe mucho de cuidado del cabello, era algo que podían hacer juntas. Ema negó con la cabeza. —Mi mamá lo odia en verdad. Irina abrazó a Ema, ahora que lo había cortado sí que tenía los rizos aún más levantados, ahora serí
Alex se echó a reír. —Puede que esté delirando, pero respóndeme algo Irina ¿por qué te caigo tan mal? —No me cae mal —respondió Irina de forma violenta. —Creí que habíamos quedado de acuerdo en que era mi enfermera… —Venía a ver como estaba, pero vi a Ema correr con las tijeras. —Te perdono, porque fue por atender a mi hija que me olvidaste, aunque para qué negarlo, me entristece que no esté pendiente de mí. Irina hizo una mueca inconforme. —Le dije que lo mejor era que le realizaran una limpieza quirúrgica y volvieran a suturar la herida. —Y yo te dije que no iría al hospital a escuchar como mis subordinados me reclaman y hacen hincapié en lo mal paciente que soy, contigo tengo suficiente regaño. —Sabe que debería ir, pero de nada sirve que se lo diga si no me hará caso. — ¿Estuviste hablando con nana Tita? — ¿Por qué? —Ya hablas como ella, tenía esperanza de que hubieran comentado mi situación y se hubieran preocupado por mí. —Dr. Salvatore, s
Irina vio desde la cocina regresar a Bianca de su revisión médica acompañada de las dos enfermeras. Bianca con una mirada intencionada y su perpetua sonrisa les indicó a las enfermeras que entraran por la puerta de servicio. Irina se levantó y fue a recibirla, Ema estaba en la puerta, había visto a su madre por la ventana y anhelaba que la viera arreglada. En cuanto la puerta se abrió Ema con las mejillas rojas y las manos en las caderas mostró a la más pura e inocente pasarela su vestido y look nuevo. —Mami, mira que bonito vestido y mi cabello está peinado. Bianca frunció el ceño y dirigió las manos a su cabello sujetando los pequeños rizos. — ¿Pero qué es esto? ¿Quién autorizó que le cortaran el cabello a Ema? Ema apretó sus manitos en el pecho. —Irina me… ella me… — ¡Habla de una vez Ema y no tartamudees! —Yo la llevé a que le cortaran el cabello, señora Bianca, asumo por completo la responsabilidad —se apresuró a decir Irina al llegar, entendió que e