Alex se echó a reír. —Puede que esté delirando, pero respóndeme algo Irina ¿por qué te caigo tan mal? —No me cae mal —respondió Irina de forma violenta. —Creí que habíamos quedado de acuerdo en que era mi enfermera… —Venía a ver como estaba, pero vi a Ema correr con las tijeras. —Te perdono, porque fue por atender a mi hija que me olvidaste, aunque para qué negarlo, me entristece que no esté pendiente de mí. Irina hizo una mueca inconforme. —Le dije que lo mejor era que le realizaran una limpieza quirúrgica y volvieran a suturar la herida. —Y yo te dije que no iría al hospital a escuchar como mis subordinados me reclaman y hacen hincapié en lo mal paciente que soy, contigo tengo suficiente regaño. —Sabe que debería ir, pero de nada sirve que se lo diga si no me hará caso. — ¿Estuviste hablando con nana Tita? — ¿Por qué? —Ya hablas como ella, tenía esperanza de que hubieran comentado mi situación y se hubieran preocupado por mí. —Dr. Salvatore, s
Irina vio desde la cocina regresar a Bianca de su revisión médica acompañada de las dos enfermeras. Bianca con una mirada intencionada y su perpetua sonrisa les indicó a las enfermeras que entraran por la puerta de servicio. Irina se levantó y fue a recibirla, Ema estaba en la puerta, había visto a su madre por la ventana y anhelaba que la viera arreglada. En cuanto la puerta se abrió Ema con las mejillas rojas y las manos en las caderas mostró a la más pura e inocente pasarela su vestido y look nuevo. —Mami, mira que bonito vestido y mi cabello está peinado. Bianca frunció el ceño y dirigió las manos a su cabello sujetando los pequeños rizos. — ¿Pero qué es esto? ¿Quién autorizó que le cortaran el cabello a Ema? Ema apretó sus manitos en el pecho. —Irina me… ella me… — ¡Habla de una vez Ema y no tartamudees! —Yo la llevé a que le cortaran el cabello, señora Bianca, asumo por completo la responsabilidad —se apresuró a decir Irina al llegar, entendió que e
Irina quiso quitar las manos de Ema de ella e irse con dignidad, pero Ema no estaba dispuesta a perderla. —No te vayas Irina por favor, no quiero que te vayas —suplicó la niña entre sollozos desesperados. —Por favor Irina, lleva a Ema a su habitación —pidió Alex. —Esa mujer debe alejarse de mi hija —espetó Bianca. — ¡Es que no ves que Ema está aterrada! —Increpó Alex. —Por favor Irina, quiero ir a mi cuarto —suplicó Ema, Irina al verlo la cargó y se la llevó de allí, con la rapidez de quien se aleja de un nido de serpientes. Cuando Alex escuchó la puerta de la habitación de Irina cerrarse miró a Marco. —No puedo despedirla. Bianca en su arranque de histeria golpeó a Irina, lo último que necesito es un pleito legal. —Estoy de acuerdo, no puedes despedirla —corroboró Marco. Bianca abrió la boca completamente incrédula. — ¿Cómo puedes decir eso, papi? ¡Ella está intentando destruirme! Marco negó con la cabeza, exasperado. —No dramatices, Bianca, por fa
Irina cerró cuidadosamente la puerta de la habitación de Ema después de asegurarse de que la niña estuviera profundamente dormida. Ya estaba oscureciendo y no había vuelto a ver a Bianca. Irina se mantuvo todo el día con Ema que después de tantas emociones, por fin en paz había dormido. En la cocina se encontró con Marco que tomaba un café conversando con Matilde, esta se retiró cuando Irina entró. —Irina, tómate un café conmigo. —No gracias… Marco la observó con los ojos entrecerrados. Irina notó que no era un hombre acostumbrado a que le negaran nada, pero ella no formaba parte de su “legión” Pensó con amargura. —Siéntate sin beber nada entonces, quiero hablar contigo. Irina suspiró profundamente mientras tomaba asiento frente a Marco, con un vaso de agua entre las manos como un escudo. Sabía que había algo en la mirada del hombre que la incomodaba, una mezcla de curiosidad y autoridad que le ponía en alerta. —Dígame, señor Marco, ¿en qué puedo ayudarlo? —pr
Olga llevó con apremio a Irina sin dejar que Marco dijera más. Al entrar en la habitación, Olga se sentó en la cama, con el rostro pálido y las manos presionando sus sienes. Su malestar era evidente. — ¿Mamá puedes explicarme quién es Marco Marchetti para ti? Olga negó con la cabeza. —Es un hombre peligroso, es todo. —Sé que es un hombre peligroso, pero no puede hacernos nada, es América. El hombre te aterra ¿Por qué? —No creo que quiera hacernos daño. No es por eso que digo que es peligroso, si me ves así es porque tengo demasiado dolor de cabeza. Olga apretó los ojos y masajeó sus sienes, Irina se preocupó. —Ay mamá, ¿jaquecas de nuevo? Todo este estrés es demasiado para ti. —No te preocupes, estaré mejor, pero… ¿Qué pasó, hija? —preguntó Olga, esforzándose por sonar tranquila—. Te conozco, y la cara que traes anuncia problemas. Irina soltó un suspiro y se sentó junto a ella, como buscando fuerzas para contar lo que había sucedido. —Fue horrible,
La desesperación de Marco era evidente en su postura, y semejante prueba de fuego, Olga no había tenido jamás, ni siquiera cuando ambos eran casados y su relación prohibida sentía tanto miedo de él, de lo que representaba, de cómo la arrastraría. —Tienes que olvidarme, Marco —respondió ella, tratando de mantener la compostura, aunque su tono traicionaba la lucha interna que libraba—. Lo que sea que creas que esté ocurriendo... no puede ser. Marco finalmente la soltó, pero no retrocedió ni un centímetro. En cambio, la miró como si estuviera tratando de grabar cada detalle de su rostro en su mente. — ¿Olvidarte? —Su tono se volvió bajo, casi un susurro cargado de incredulidad—. ¡Jamás! No puedo hacerlo. Encontrarte es mi milagro, y me duele tu rechazo, Olga… Por favor. Olga cruzó los brazos frente a su pecho, como si intentara protegerse de algo mucho más grande que él. —Eso fue hace años, Marco. Yo seguí adelante con mi vida. Tú deberías haber hecho lo mismo. De hecho
Irina entró detrás de Alex a su estudio. Alex observó la puerta y sonrió de lado, se levantó de su asiento para cerrarla, Irina lo detuvo. —Deje la puerta abierta, por favor. No quiero más problemas con su esposa. —No te preocupes, no tardaremos demasiado. —La gente habla. —Que hablen —enfatizó Alex elevando los hombros y cerró la puerta. Irina tomó asiento y esperó que él regresara. —Iba a decirle que me voy —comentó Irina, tratando de mantener una postura neutral—. No hay necesidad de que me despida, aunque le agradeceré si me da una recomendación. Alex se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa mientras la miraba fijamente. —Por favor, Irina. No te vayas. Irina levantó las cejas, sorprendida por su tono directo. —¿Por qué? Bianca claramente no me quiere aquí, y no creo que nada cambie, ella no me necesita, está bien atendida. Alex hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras exactas. Finalmente dijo. —No quiero que t
Alex le abrió la puerta a Irina para que saliera y recibió a Richard que lo esperaba. Cerró la puerta con un movimiento firme pero silencioso, asegurándose de no llamar la atención. —Quiero hablar contigo antes de que Marco llegue —comentó Alex en voz baja. —Marco está perdiendo la cabeza —dijo Richard en voz baja, como si temiera que alguien lo escuchara—. Está obsesionado con la madre de tu enfermera. — ¡¿Qué?! —Alex se echó a reír—. Es un don Juan, Matilde estará complacida de quitárselo de encima. Alex tomó asiento e invitó a Richard a sentarse también. —No Alex, no has entendido, te digo que es una verdadera obsesión. Alex dejó escapar un suspiro pesado y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en su escritorio. —¿Obsesionado cómo? —preguntó, aunque ya intuía la respuesta. Richard se recostó en la silla, cruzando los brazos, con una expresión que denotaba preocupación. —Dijo que será su reina. No lo dijo como una metáfora, Alex. Está decidido.