Capítulo 39. Grietas del sistema

La tensión en la estación de policía era casi tangible, tan espesa que se podía cortar con un cuchillo. Los murmullos de los oficiales, no podían ocultar la incredulidad que se reflejaba en sus rostros.

Alex, con una postura firme y decidida que contrastaba con su camisa arrugada y desaliñada, avanzaba escoltado por dos hombres. A pesar de su aspecto descuidado, ahora irradiaba un aura de libertad que inquietaba a todos los presentes. Las miradas que lo seguían eran una mezcla de confusión y rabia, especialmente la de Santiago, quien observaba desde el fondo del vestíbulo. Sus puños estaban apretados con tanta fuerza que sus nudillos brillaban blancos, y su mandíbula estaba tensa, como si tratara de contener un torrente de palabras furiosas.

Santiago se giró hacia el teniente Rodríguez.

— ¿Qué demonios está pasando aquí, teniente? —explotó Santiago, incapaz de contenerse por más tiempo. Su voz, potente y llena de indignación, resonó en el silencio del vestíbulo, deteniendo
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