Capítulo 36. Ahora todo tiene sentido

Alex se recostó en el catre, ajustando su postura con un movimiento deliberado, como si el frío que calaba sus huesos no lo afectara en absoluto. El eco de los pasos de Santiago desapareció por el corredor, pero las palabras burlonas seguían rondando su mente.

Pasó su mano por la nuca, donde la tensión empezaba a acumularse. ¿Cuánto tiempo pensaba Santiago mantenerlo allí? Y, sobre todo, ¿qué esperaba conseguir con esa demostración de poder? Alex negó con la cabeza. Sabía que la lucha que enfrentaban iba mucho más allá de la incomodidad de una celda helada. Era un juego de fuerza mental, y él no estaba dispuesto a perder.

Respiró hondo y dejó que el silencio lo envolviera, aprovechando el momento para ordenar sus pensamientos.

«Frío» pensó, esbozando una media sonrisa cargada de amargura.

A su cabeza regresaron recuerdos de cuando era residente y decidió ir como médico voluntario de Médicos sin fronteras.

Las noches heladas en Afganistán, cuando daba su cobija a los niños
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