Irina esperaba por ser atendida en el área de cobranza del banco. Sentía las manos frías y sudadas, ni siquiera cuando había ido a sus exámenes en la universidad se había sentido tan nerviosa, y es que ella siempre se preparaba para cada cosa en su vida. Quizás era su virtud, o quizás su vulnerabilidad. Pero Irina era una mujer que enfrentaba lo que tuviera sin quejarse, siempre y cuando supiera que esperar, odiaba las sorpresas, lo incierto y el misterio. Hoy se enfrentaba a la incertidumbre de no saber nada de lo que le dirá el asesor crediticio. No por conocimiento académico, sino por conocimiento de la existencia de la hipoteca. Una parte de ella aun esperaba que fuera un malentendido. El aire acondicionado del banco, la hacía abrazarse a sí misma, aun cuando vino con la ropa más formal que halló. La versión femenina del traje empresarial, sin la corbata, un lazo adornaba el cuello de su camisa y un moño alto templaba su cabello rebelde. Un hombre con ca
Al final de la tarde, Santiago regresó a su puesto de trabajo con una enorme sonrisa. Su compañera lo ignoró muy concentrada en su computador. Santiago se sentó mirando a su escritorio. —Debes estar furiosa. Su compañera alzó las cejas y lo miró de reojo. —Es casi hora de irme y tengo el papeleo al día, no tengo razones para estar furiosa. Santiago se levantó y caminó hacia el escritorio de su compañera. —Me gusta tu actitud, continua así y te mantendré en mi unidad cuando obtenga mi promoción de sargento. ¿Te gustaría? La detective dejó de teclear y lo observó negando con la cabeza. —Todo sea por ganar, ¿verdad Santiago? —Hannah, has sido tú quien comenzó esta rivalidad. —No es así como lo recuerdo. Hannah se levantó y quiso pasar y Santiago se atravesó en su camino. —No me has dicho si querrás pertenecer a mi equipo. Hannah tomó aire y se disponía a insultarlo, pero en ese momento sonó el teléfono de Santiago, él miró en la pantalla que er
La tensión en la estación de policía era casi tangible, tan espesa que se podía cortar con un cuchillo. Los murmullos de los oficiales, no podían ocultar la incredulidad que se reflejaba en sus rostros. Alex, con una postura firme y decidida que contrastaba con su camisa arrugada y desaliñada, avanzaba escoltado por dos hombres. A pesar de su aspecto descuidado, ahora irradiaba un aura de libertad que inquietaba a todos los presentes. Las miradas que lo seguían eran una mezcla de confusión y rabia, especialmente la de Santiago, quien observaba desde el fondo del vestíbulo. Sus puños estaban apretados con tanta fuerza que sus nudillos brillaban blancos, y su mandíbula estaba tensa, como si tratara de contener un torrente de palabras furiosas. Santiago se giró hacia el teniente Rodríguez. — ¿Qué demonios está pasando aquí, teniente? —explotó Santiago, incapaz de contenerse por más tiempo. Su voz, potente y llena de indignación, resonó en el silencio del vestíbulo, deteniendo
El auto negro se deslizó por las calles, alejándose de la ciudad y adentrándose en una zona aislada y apartada de la sociedad. Alex, sentado en el asiento trasero, observaba el paisaje pasar con una mezcla de satisfacción y anticipación. Finalmente, el auto se detuvo frente a un edificio anodino y sin ventanas. Dentro lo esperaban tres hombres y una mujer. Los hombres vestían chaquetas del FBI, la mujer un traje elegante. La mujer, que parecía ser la líder del grupo, se acercó a Alex con el ceño fruncido. —Todo esto se ha complicado demasiado —dijo con voz tensa—. Quitar a la policía del camino ha sido una verdadera pesadilla. Mantenerlo como informante esta vez nos pudo haber costado demasiado. —No puedo seguir bajo la vigilancia de ese detective. El tal Santiago Villalobos —indicó Alex—, la ha agarrado en mi contra, echará todo a perder. —El caso se lo quitamos a la policía, no tendrás que preocuparte más —contestó la mujer. —Gracias, señora —respondió Alex con
Alex dio un paso más cerca del agente en contra y lo miró a los ojos. —Te mata que no tienes pruebas en mi contra. —Tenías motivos y oportunidad, solo falta que lo confieses —respondió el agente. —James Foster era un desgraciado, a todo el mundo traicionaba, enemigos le sobraban. — ¿Y por eso pensaste que lo dejaríamos pasar? —espetó el agente. —Dejaron que la policía se involucrara y yo fui humillado públicamente por su incapacidad, es un descaro que encima sin pruebas me acusen—espetó Alex. —No nos interesó la muerte de James Foster porque creímos que nos llevaría a alguna parte —decretó la mujer para que Alex y el agente dejaran de discutir—. Pero como fiscal tengo la necesidad de aclarar que usted no tiene permiso de matar a todo el que se la juega. Alex rio con ironía. —Ya que no me van a acusar de ese crimen… —Por ahora —espetó la fiscal. —Les agradezco que me hayan rescatado —dijo Alex con ironía—, ahora tengo que regresar a mi vida, tengo mucho t
Richard estaba tan perdido como Alex. —Alex, no sé nada de esa mujer, déjame buscar en los archivos que tenemos de James Foster, pero obviamente no sabía que su esposa tenía conexión con la Bratva. —Son el FBI por todos los cielos, tengo mi vida en sus manos y son inútiles. La policía sí lo sabe ¿Cómo es que la policía lo sabe? —La policía no tiene forma de saber más que nosotros —Richard entró a su usuario desde la computadora y vio el registro de Irina, leyó a grandes rasgos: —Irina es ciudadana estadounidense, hija natural de Olga Ivannova —Richard continuó leyendo tarareando—. Quizás es cierta la información que te dan. Olga entró al país embarazada con una ONG, pero luego hay un desastre burocrático, la mujer sigue hoy en día con su estado migratorio estancado. —Pero la policía sabe el pasado pintoresco de su madre. —Alex, la policía no sabe esto, estuve todo el día reunidos con ellos, en realidad ellos no tienen nada, solo la investigación del accidente de Ja
Richard pasó ambas manos por su rostro. —Cada vez esto consume más tu vida, el hombre se burló de ti. Alex, creeme que lo comprendo. Muerto el perro se acabó la rabia. Pero algo falta, si James pretendía manipularte con tu familia, crear un miembro nuevo no sería suficiente, si trabaja al estilo Marco, sus planes tienen opciones, algo falta. Y lo más lógico es que sea la esposa, si ella sabe… —Creo que no lo sabe. —No puedes estar seguro de nada. Esa mujer lleva la mafia en la sangre. —Pero tiene a mi hijo, James no me mintió. Le hice pruebas, Irina Foster es su madre y yo su padre biológico. —Bien, es tu hijo, pero ¿y qué? James está muerto y puedes demandar a su esposa y reclamar a tu hijo. —No lo sé, Rick, algo más debe haber, pero no lo dejé decir nada más. —Te volviste loco de rabia y lo mataste. Alex se echó a reír. —James murió dentro de un vehículo en la autopista… —Sabes lo que quiero decir y toda esta conversación es extraoficial, es entendible
Irina volteó, preparada para la inminente verdad, no había razón plausible para que ella estuviera aquí, pero en cuanto volteó su mirada tuvo que bajar. La pequeña Ema abrazando a su peluche sonrió al verla. Irina no había visto a la niña el día de hoy, sintió un gran alivio al ver que era ella, pero también la ternura de la niña la hizo sonreír. — ¿Vino Ryan? —Preguntó Ema. Irina se inclinó para quedar a su altura. —No, él se quedó con mi mamá. La niña bajó los ojos y se le dibujó un puchero. — ¿Ahora él no vendrá contigo? —Preguntó con la voz partida, Irina sintió que sus ojos se aguaban, la tristeza de la niña era tan evidente, Irina posó su palma en su cabello y la niña de inmediato la abrazó colocando el rostro en su abdomen. Irina estaba acostumbrada a interactuar con niños en su trabajo, incluso había trabajado en oncología y fue muy duro, pero no puede explicar la ternura que le inspira esta niña, un anhelo, como si la niña pudiera expresarle la gran