40: Miedo al amor

No sabía qué decir o qué hacer, todo lo que Aramis me había dicho era un poco confuso. ¿Cuál iba a ser mi elección? ¿Selim o Zahid?

—Se supone que en el corazón de una mujer debe haber un solo hombre, no hay espacio para alguien más.

—Querida, el corazón de una mujer es más profundo que el océano. Así que créeme que espacio hay ahí, pero debes escoger a uno de los dos, solo recuerda que Selim hasta el momento no ha mostrado interés alguno en ti —Aramis se levantó de la banca y me miró —lo que te dije no fue para que vinieras a confundirte, sino todo lo contrario, deseo que ames sin remordimientos al hombre que está dispuesto a darte todo aquello que quieres y que mereces.

—Gracias, Aramis —me levanté y lo abracé —te amo, hermanote.

—Y yo a ti, hermanita.

Él me dio un beso en la cabeza y luego me llevó entre sus brazos. Entramos en la habitación de Zahid que se encontraba con su familia.

—¿En dónde demonios te habías metido? —él me miró con reproche —pensé que te habías esfumado o que
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