—Joanne disfruta mucho de jugar con Lea y Emery —notó Alessia.—Sí, aunque dice que no quiere tener hijos.—¿En serio?—Sí —ríe—. Dice que no cambiará pañales ni nada de eso.Ale sonrió y bebió un poco más de su café. Se encontraban en su pequeño balcón que no tenía una vista tan hermosa como el de Matthew, pero vivían en Nueva York y Ale consideraba que cualquier escenario podía ser bonito con la historia adecuada. Ella misma lo estaba experimentando. Y permanecieron callados contemplando la luna llena.Tenían cientos de temas irrelevantes para hablar como lo floja que era Celine, las novelas que encontraban prometedoras o la propuesta descabellada de Lisa para tener un Starbucks en la empresa; pero sabían que era momento de enfrentar temas importantes.Temas serios.Temas… amorosos.Matthew se aclaró la garganta porque se le secó solo pensando en esas dos palabras, «temas amorosos». Era la primera vez que usaba esas dos palabras en la misma oración. Con su ex esposa fue diferente,
Alessia lo observó correr detrás de su hija y, lejos de sentirse mal, su admiración por él aumentó. No podría estar con alguien que minimizaba los sentimientos de sus hijos.Matthew abrió la puerta sin tocar y encontró a Joanne sentada en el suelo frente a una casa de muñecas. Su hija era un paisaje triste con las lágrimas silenciosas rodando por su rostros y una trenza mal hecha en su cabello.El corazón de Matthew se oprimió y, con cautela, tomó asiento a su lado.—Tu tenías una casa de muñecas así —señaló él.—Es esta —dijo Joanne—. Se la regalé a Lea.Matthew sabía que Joanne le había hecho varios regalos, pero no sabía cuáles.—Ya estás dejando la etapa de las muñecas —suspiró Matthew con tono nostálgico.Joanne encogió los hombros.—Las Barbie son bonitas.—¿Te gustaría ir a ver Barbies?—Ajá.Permanecieron callados un rato mientras Joanne recorría los rincones de esa casa de juguetes. Encendió las luces, las apagó y luego presionó el botón para reproducir una suave melodía de
—Te ves radiante —opinó Lisa cuando Alessia atravesó la puerta de su oficina—. ¿Un buen fin de semana?—Un excelente fin de semana —confirmó Ale y colocó su portafolio nuevo en color morado sobre su escritorio—. ¿Y ustedes?El «ustedes» era formalidad. A Alessia no le interesaba en lo más mínimo el fin de semana de Celine, sólo el de Lisa.—Bien, tuve una cita con un chico que conocí en una aplicación y… no será mi siguiente novio, pero me re acomodó la existencia y estoy agradecida por eso —sonrió Lisa—. ¿Y tú, Celine? ¿Te sacaron una muela o por qué la cara?Celine puso los ojos en blanco y bebió de su café frío de Starbucks.—Fiestas, cine, un almuerzo con mis amigas, todo muy bien —suspiró la más joven y señaló la pantalla—. ¿En serio piensan que estas cosas van a salvar la editorial? Alessia encogió los hombros, tomó asiento frente a su escritorio y dijo:—He encontrado algunas historias que son buenas, probablemente decidan ofrecerles un contrato editorial.—Pues… deberían empe
Alessia recorrió el pasillo caminando rápido en sus tacones altos mientras recordaba su domingo familiar. Alessia, Matthew, Lea, Emery y Joanne salieron a almorzar, luego dieron una vuelta en la plaza y Matthew le regaló ese nuevo portafolio. Joanne comenzaba a aceptarla un poco, no del todo, todavía hacía muecas cuando notaba alguna muestra de cariño, pero estuvo de acuerdo en regalarle el portafolio porque hasta ayudó a Ale a elegir el color.En ese almuerzo Matthew le contó a Ale todos los planes que tenía para la editorial. Quería que se publicaran más novelas en menores tirajes mientras encontraban la opción ideal, aquella que los sacarían de los números rojos, y en la mirada de su novio encontró mucha ilusión. En verdad quería levantar la empresa, no por poder o dinero, sino porque en verdad creía en que la editorial podía hacer algo bueno por los escritores. Si lo lograba, podrían publicar a muchísimos más autores.Adele, la secretaria de Matthew, se sorprendió al verla llegar
—Hola, Joanne —saludó Ale sin estar muy convencida de si lo hizo con suficiente amabilidad o quizá fue algo arisca, es que la pequeña la miraba con desconfianza—. ¿Se encuentra tu papá en casa?Joanne vestía con sus mallas rosas por debajo de un short de mezclilla ancho y una playera de Barbie. Llevaba el cabello recogido en un ajustado chongo y decorado por un moño blanco.—No —respondió la niña y se apartó para dejarla pasar—. ¿Quieres esperarlo?—Sí, gracias.Alessia entró. El departamento se encontraba impecable, incluso con aroma a cloro y algún aromatizante ambiental. Joanne explicó que acababan de hacer la limpieza.—¿Quieres algo de tomar? —preguntó Joanne.—Oh, no, está bien.La niña asintió y se marchó a la cocina. Alessia tomó asiento en el sofá y revisó su celular; se suponía que vería a Matthew en el departamento. Entonces descubrió que tenía un mensaje nuevo en el que avisaba que un accidente automovilístico tenía cerrada la calle y estaba atrapado en el tráfico con Thom
Alessia estaba maravillada con todas las chicas tan elegantes que caminaban por el pasillo hacia sus aulas de clases. Ella estudió ballet cuando era pequeña y lo dejó sólo un año después, no recordaba nada, sólo que era un deporte que requería una enorme disciplina y compromiso.Katrina abrió la puerta del aula. Joanne entró corriendo y desapareció por una puerta de la derecha; Alessia dedujo que era el vestidor. —Puede tomar asiento aquí si gusta —señaló Katrina el único sofá que se encontraba en la esquina.—Gracias.Alessia intentaba no lucir tan emocionada como estaba. Las niñas se veían serias y profesionales, era imposible no sonreír; ni ella se veía así en el trabajo. Pronto Joanne y otras niñas salieron corriendo del vestidor ya portando sus uniformes rosas de ballet. Katrina señaló el inicio de las clases y la magia inició.Alessia no perdió detalle de ningún movimiento de Joanne; incluso hizo un video a escondidas que envió de inmediato a su padre.Alessia: Tu hija es sorpr
Alessia bostezó y bebió un poco más de su café. Matthew y ella se habían desvelado trabajando o, mejor dicho, no durmieron. Ella no quiso tocar temas de trabajo durante una cena tan amena con los niños, así que esperó a que se fueran a dormir para enseñarle a Matthew su nuevo descubrimiento.El español de Matthew estaba un poco oxidado, aprendió durante su breve matrimonio con Renata, y le tomó un poco más comprender lo que leía; Alessia lo ayudaba. Matthew quería conocer primero la novela en su idioma original antes de hacer cualquier propuesta. Alessia, Lisa y Celine ya habían hecho su trabajo y confirmado que aquella historia sólo se encontraba en una plataforma digital, pero parecía libre de contrato editorial o al menos la autora no había comunicado nada. Sin embargo, antes de preguntar directamente a la escritora si estaba en planes de publicación, decidieron hablar con Matthew.—Ya he redactado la carta para la autora —dijo Lisa sin disimular su emoción—. Ya sé que debemos esp
El disfraz de Lea no fue fácil de conseguir, pero cuando Alessia la vio correr de un lado al otro de la sala, entendió que todo valió la pena.Alessia siempre la enseñó a estar orgullosa de sus raíces, así que esa noche portaba con honor un atuendo completo de catrina; incluso la maquilló. No querían que luciera muy oscuro, así que el vestido era en color rosa mexicano y negro, con encajes y flores coloridas; también portaba una corona de flores y un velo rosa con el que cubriría su rostro. —¿Ya vienen? —preguntó Lea con ilusión—. Mami, ¿ya vienen?—Sí, cariño, ¿estás lista?—¡Sí! —chilló la pequeña.Un golpe tímido en la puerta hizo que Lea corriera a abrir. Alessia no le recordó los peligros de abrir la puerta, estaba segura de que se trataba de Matthew, pero no fue así.Era William.Lea lo miró de pies a cabeza como si no terminara de creer que era real, aquello rompió el corazón de Alessia.El hombre sonrió a su hija, la encontró hermosa con su disfraz y pasó el dorso de la mano