William no tenía permiso ni de sacar a Lea del estado sin la autorización de la madre, pero Ale sabía que Will amaba romper las reglas. Esa parte rebelde la enamoró al principio, luego la aterró.Alessia revisó su lista de contactos en el celular. No poseía el número de ninguno de sus amigos. Entonces buscó en la redes sociales y envió un par de mensajes a viejos amigos de William. Sólo uno respondió diciéndole que hacía mucho que no lo veía y que tampoco tenía el número de Dafne.Ale tembló.¿En dónde estaba Lea?Se incorporó, caminó en círculos en la sala y trató de llamar nuevamente a William, el celular continuaba apagado. Ya eran cuarenta minutos.«Una hora», se dijo Ale. Intentó ser positiva y madura. El tráfico en Nueva York casi siempre era una locura, podría ser un elegante atraso. Sí, eso debía ser.Ale volvió a tomar asiento y se quedó con la mirada en el vacío mientras contaba los segundos en su cabeza. El celular sonó y ella casi brincó hasta el techo. Sus nervios est
Para las ocho de la noche, Alessia, Matthew y Joanne ya habían recorrido los sitios más frecuentados por William; incluida la casa de sus padres quienes miraron con recelo a Matthew.Alessia estaba demasiado angustiada como para reparar en que su jefe superaba por mucho a su ex esposo. No era sólo el físico, sino en lo profesional y su calidad de persona.William nunca la habría apoyado así porque primero era él y después él.—¿Por qué hace esto? —sollozó Alessia en el automóvil—. No entiendo. No he sido mala, ¿por qué me tortura así?Joanne intercambió una mirada con su padre a través del espejo retrovisor.—¿Quieres comer algo? —inquirió Matthew.—No, la verdad no.Hambre era lo último que sentía Alessia. Todo su cuerpo estaba enfocado en su preocupación por Lea.Y ella no quería pensar cosas desagradables, pero en su mente se repetían una y otra vez noticias terribles que involucraban a niños. Estaba aterrada.El estómago de Joanne rugió.—Debo detenerme a comprar algo para Jo.—S
—Compraste mucho pan —señaló Matthew mientras su hija avanzaba con la bolsa de papel.La niña encogió los hombros sin responder.Abordaron la camioneta, Matthew puso en marcha el motor y Joanne sacó los panes de la bolsa. Entregó uno a su papá, colocó el suyo en una servilleta y buscó el que eligió para Alessia.—Toma —dijo la niña a Ale.Alessia aceptó el pan en forma de osito que tenía escrito en la panza «Everything will be alright», todo estará bien.Matthew miró de soslayo el pan y esbozó una sonrisa.—Gracias —Alessia sonrió a Joanne—. Es muy bonito.—Ya sé que dijiste que no tenías hambre, pero mi papi siempre dice que debemos comer para tener energías y debes comer para tener energías cuando encontremos a Lea.Joanne dio un mordisco a su propio pan.—Sí, es cierto, tu papá tiene razón, Joanne.—Puedes decirme Jo —dijo la niña con la boca llena.Alessia sintió que en medio de la tormenta de su corazón había un sitio chiquitito donde el sol todavía resplandecía.—Y tú a mi Ale.
En otra situación Alessia habría pasado el camino gritando «¡Más despacio!», pero en esa ocasión ya casi quería la camioneta se convirtiera en helicóptero para llegar más rápido al club.Matthew apenas detuvo la camioneta y Alessia bajó sin aguardar a que le abran la puerta. No tenía tiempo para ser una dama, era una madre y estaba furiosa, mucho más que eso. Rogaba al universo y Dios que le entregaran un poquito de autocontrol para no reventarle la boca a su ex esposo, eso no se vería bien ante el juez. Dafne envió indicaciones también; ella los esperaría en la puerta trasera. Así que Ale ignoró la fila en la entrada principal y rodeó el edificio hasta encontrar el callejón que conducía a la puerta de servicio.Matthew y Joanne la seguían. Escuchaba sus pasos corriendo por detrás de ella.Alessia se detuvo en la puerta y golpeó con fuerza tres veces; se abrió pocos segundos después. Dafne la recibió con una mirada apenada, iba a decir algo, pero Ale la empujó y entró sin esperar por
Matthew comprendió, sin embargo, esperó a que Alessia avance un poco para seguirla. No se metería en la discusión, ni lo verían, pero estaría cerca por si William intentaba algo, lo haría arrepentirse de pensar siquiera en lastimar a Alessia.Alessia salió a la parte delantera del club nocturno. La música de pronto pareció acoplarse a sus emociones porque inició «Bad blood» de Taylor Swift.«Parece que después de todo si me volví fan», pensó con las manos convertidas en puños mientras recorría con la mirada la pista donde bailaban varias personas y las mesas atestadas de personas.Y entonces lo vio.William estaba en una de las mesas cercanas a la pista. Conversaba con una mujer y podía apostar su nombre a que estaba intentando llevársela a la cama —o al baño público— mientras su esposa cuidaba a su hija en la oficina. «Cuenta hasta tres millones, Ale», se dijo mientras acortaba la distancia hasta ellos.—¿Se puede saber en qué carajos estabas pensando cuando dijiste eso a Lea? —bram
—Joanne disfruta mucho de jugar con Lea y Emery —notó Alessia.—Sí, aunque dice que no quiere tener hijos.—¿En serio?—Sí —ríe—. Dice que no cambiará pañales ni nada de eso.Ale sonrió y bebió un poco más de su café. Se encontraban en su pequeño balcón que no tenía una vista tan hermosa como el de Matthew, pero vivían en Nueva York y Ale consideraba que cualquier escenario podía ser bonito con la historia adecuada. Ella misma lo estaba experimentando. Y permanecieron callados contemplando la luna llena.Tenían cientos de temas irrelevantes para hablar como lo floja que era Celine, las novelas que encontraban prometedoras o la propuesta descabellada de Lisa para tener un Starbucks en la empresa; pero sabían que era momento de enfrentar temas importantes.Temas serios.Temas… amorosos.Matthew se aclaró la garganta porque se le secó solo pensando en esas dos palabras, «temas amorosos». Era la primera vez que usaba esas dos palabras en la misma oración. Con su ex esposa fue diferente,
Alessia lo observó correr detrás de su hija y, lejos de sentirse mal, su admiración por él aumentó. No podría estar con alguien que minimizaba los sentimientos de sus hijos.Matthew abrió la puerta sin tocar y encontró a Joanne sentada en el suelo frente a una casa de muñecas. Su hija era un paisaje triste con las lágrimas silenciosas rodando por su rostros y una trenza mal hecha en su cabello.El corazón de Matthew se oprimió y, con cautela, tomó asiento a su lado.—Tu tenías una casa de muñecas así —señaló él.—Es esta —dijo Joanne—. Se la regalé a Lea.Matthew sabía que Joanne le había hecho varios regalos, pero no sabía cuáles.—Ya estás dejando la etapa de las muñecas —suspiró Matthew con tono nostálgico.Joanne encogió los hombros.—Las Barbie son bonitas.—¿Te gustaría ir a ver Barbies?—Ajá.Permanecieron callados un rato mientras Joanne recorría los rincones de esa casa de juguetes. Encendió las luces, las apagó y luego presionó el botón para reproducir una suave melodía de
—Te ves radiante —opinó Lisa cuando Alessia atravesó la puerta de su oficina—. ¿Un buen fin de semana?—Un excelente fin de semana —confirmó Ale y colocó su portafolio nuevo en color morado sobre su escritorio—. ¿Y ustedes?El «ustedes» era formalidad. A Alessia no le interesaba en lo más mínimo el fin de semana de Celine, sólo el de Lisa.—Bien, tuve una cita con un chico que conocí en una aplicación y… no será mi siguiente novio, pero me re acomodó la existencia y estoy agradecida por eso —sonrió Lisa—. ¿Y tú, Celine? ¿Te sacaron una muela o por qué la cara?Celine puso los ojos en blanco y bebió de su café frío de Starbucks.—Fiestas, cine, un almuerzo con mis amigas, todo muy bien —suspiró la más joven y señaló la pantalla—. ¿En serio piensan que estas cosas van a salvar la editorial? Alessia encogió los hombros, tomó asiento frente a su escritorio y dijo:—He encontrado algunas historias que son buenas, probablemente decidan ofrecerles un contrato editorial.—Pues… deberían empe