Alessia entró a su departamento, paseó la mirada por el sitio y no supo qué hacer.Por primera vez en años tenía tiempo para ella y no tenía idea de en qué debería utilizarlo. La culpa la embargó.¿Cuántas veces se preguntó si algún día tendría un momento para ella? Para ir a arreglarse el cabello por horas, no con prisas, y colocarse uñas falsas, quien sabe, quizá hasta animarse con las pestañas postizas que todas usaban. Sin embargo, ahí ante la posibilidad de hacer lo que quisiera, no quería. Sólo deseaba bañar a su pequeña, colocarle el pijama y tirarse en el suelo de la sala a jugar o mirar películas mientras comían comida chatarra. El sábado perfecto.Y nadie la entendía, para la mayoría sólo era una madre exagerada. Ya una vez le había contado a Lisa que le preocupaba que William quisiera llevarse a Lea, la reacción de su amiga fue que la convivencia de padre-hija era lo más saludable para la niña.Y Alessia lo sabía, claro que sí, era lo lógico cuando el padre era un hombre
Entonces Matthew no era perfecto, reflexionó Alessia, sino un infiel más del montón.—Recordé que dejé suelto al caballo en casa, nos vemos —soltó Ale con ironía, plantó la media vuelta y se alejó a grandes pasos de la pareja.—Alessia, espera —pidió Matthew.Pero sus palabras sólo la hacían caminar más rápido hacia la salida. Todavía cargaba el vestido de Lea y muy tarde procesó que no lo había pagado, justo cuando atravesaba la puerta y los sensores se activaban para avisar que alguien se estaba robando alguna prenda. —Señorita, ¿tiene el ticket de compra? —preguntó el guardia de seguridad.Alessia palideció. En su vida había robado algo, mucho menos ropa. Tartamudeó unos segundos hasta que Matthew llegó y la excusó:—Sólo iba a enseñarme el vestido, una disculpa —Él tomó la prenda y asintió—. Es un vestido hermoso, vamos a pagarlo.Alessia quiso dejarlo ahí mismo con la palabra en la boca, pero quería comprar el vestido para Lea y no iba a permitir que nuevamente un hombre arruina
William no tenía permiso ni de sacar a Lea del estado sin la autorización de la madre, pero Ale sabía que Will amaba romper las reglas. Esa parte rebelde la enamoró al principio, luego la aterró.Alessia revisó su lista de contactos en el celular. No poseía el número de ninguno de sus amigos. Entonces buscó en la redes sociales y envió un par de mensajes a viejos amigos de William. Sólo uno respondió diciéndole que hacía mucho que no lo veía y que tampoco tenía el número de Dafne.Ale tembló.¿En dónde estaba Lea?Se incorporó, caminó en círculos en la sala y trató de llamar nuevamente a William, el celular continuaba apagado. Ya eran cuarenta minutos.«Una hora», se dijo Ale. Intentó ser positiva y madura. El tráfico en Nueva York casi siempre era una locura, podría ser un elegante atraso. Sí, eso debía ser.Ale volvió a tomar asiento y se quedó con la mirada en el vacío mientras contaba los segundos en su cabeza. El celular sonó y ella casi brincó hasta el techo. Sus nervios est
Para las ocho de la noche, Alessia, Matthew y Joanne ya habían recorrido los sitios más frecuentados por William; incluida la casa de sus padres quienes miraron con recelo a Matthew.Alessia estaba demasiado angustiada como para reparar en que su jefe superaba por mucho a su ex esposo. No era sólo el físico, sino en lo profesional y su calidad de persona.William nunca la habría apoyado así porque primero era él y después él.—¿Por qué hace esto? —sollozó Alessia en el automóvil—. No entiendo. No he sido mala, ¿por qué me tortura así?Joanne intercambió una mirada con su padre a través del espejo retrovisor.—¿Quieres comer algo? —inquirió Matthew.—No, la verdad no.Hambre era lo último que sentía Alessia. Todo su cuerpo estaba enfocado en su preocupación por Lea.Y ella no quería pensar cosas desagradables, pero en su mente se repetían una y otra vez noticias terribles que involucraban a niños. Estaba aterrada.El estómago de Joanne rugió.—Debo detenerme a comprar algo para Jo.—S
—Compraste mucho pan —señaló Matthew mientras su hija avanzaba con la bolsa de papel.La niña encogió los hombros sin responder.Abordaron la camioneta, Matthew puso en marcha el motor y Joanne sacó los panes de la bolsa. Entregó uno a su papá, colocó el suyo en una servilleta y buscó el que eligió para Alessia.—Toma —dijo la niña a Ale.Alessia aceptó el pan en forma de osito que tenía escrito en la panza «Everything will be alright», todo estará bien.Matthew miró de soslayo el pan y esbozó una sonrisa.—Gracias —Alessia sonrió a Joanne—. Es muy bonito.—Ya sé que dijiste que no tenías hambre, pero mi papi siempre dice que debemos comer para tener energías y debes comer para tener energías cuando encontremos a Lea.Joanne dio un mordisco a su propio pan.—Sí, es cierto, tu papá tiene razón, Joanne.—Puedes decirme Jo —dijo la niña con la boca llena.Alessia sintió que en medio de la tormenta de su corazón había un sitio chiquitito donde el sol todavía resplandecía.—Y tú a mi Ale.
En otra situación Alessia habría pasado el camino gritando «¡Más despacio!», pero en esa ocasión ya casi quería la camioneta se convirtiera en helicóptero para llegar más rápido al club.Matthew apenas detuvo la camioneta y Alessia bajó sin aguardar a que le abran la puerta. No tenía tiempo para ser una dama, era una madre y estaba furiosa, mucho más que eso. Rogaba al universo y Dios que le entregaran un poquito de autocontrol para no reventarle la boca a su ex esposo, eso no se vería bien ante el juez. Dafne envió indicaciones también; ella los esperaría en la puerta trasera. Así que Ale ignoró la fila en la entrada principal y rodeó el edificio hasta encontrar el callejón que conducía a la puerta de servicio.Matthew y Joanne la seguían. Escuchaba sus pasos corriendo por detrás de ella.Alessia se detuvo en la puerta y golpeó con fuerza tres veces; se abrió pocos segundos después. Dafne la recibió con una mirada apenada, iba a decir algo, pero Ale la empujó y entró sin esperar por
Matthew comprendió, sin embargo, esperó a que Alessia avance un poco para seguirla. No se metería en la discusión, ni lo verían, pero estaría cerca por si William intentaba algo, lo haría arrepentirse de pensar siquiera en lastimar a Alessia.Alessia salió a la parte delantera del club nocturno. La música de pronto pareció acoplarse a sus emociones porque inició «Bad blood» de Taylor Swift.«Parece que después de todo si me volví fan», pensó con las manos convertidas en puños mientras recorría con la mirada la pista donde bailaban varias personas y las mesas atestadas de personas.Y entonces lo vio.William estaba en una de las mesas cercanas a la pista. Conversaba con una mujer y podía apostar su nombre a que estaba intentando llevársela a la cama —o al baño público— mientras su esposa cuidaba a su hija en la oficina. «Cuenta hasta tres millones, Ale», se dijo mientras acortaba la distancia hasta ellos.—¿Se puede saber en qué carajos estabas pensando cuando dijiste eso a Lea? —bram
—Joanne disfruta mucho de jugar con Lea y Emery —notó Alessia.—Sí, aunque dice que no quiere tener hijos.—¿En serio?—Sí —ríe—. Dice que no cambiará pañales ni nada de eso.Ale sonrió y bebió un poco más de su café. Se encontraban en su pequeño balcón que no tenía una vista tan hermosa como el de Matthew, pero vivían en Nueva York y Ale consideraba que cualquier escenario podía ser bonito con la historia adecuada. Ella misma lo estaba experimentando. Y permanecieron callados contemplando la luna llena.Tenían cientos de temas irrelevantes para hablar como lo floja que era Celine, las novelas que encontraban prometedoras o la propuesta descabellada de Lisa para tener un Starbucks en la empresa; pero sabían que era momento de enfrentar temas importantes.Temas serios.Temas… amorosos.Matthew se aclaró la garganta porque se le secó solo pensando en esas dos palabras, «temas amorosos». Era la primera vez que usaba esas dos palabras en la misma oración. Con su ex esposa fue diferente,