Un grito desesperado despertó a Alessia al borde de un infarto. La mujer pateó la sábana, se sentó sobre el colchón y trató de recordar en dónde estaba, todo le pareció desconocido. Es que… ella sólo conocía la habitación de Matthew en medio de las sombras y solamente iluminada por la lámpara del celular, pero ahí… con toda la luz del sol matutino entrando por la ventana, lucía muy diferente.—¡Papá! —gritó Joanne a todo pulmón.Alessia reparó en la pequeña hija de Matthew que parecía horrorizada, como si estuviera frente a una escena aterradora de «El conjuro» o alguna de sus miles de secuelas. La mujer miró a su lado. La sábana cubría hasta la almohada, pero… no parecía ser una persona. Tiró de la tela y descubrió que estaba vacío.Matthew no estaba ahí.—¿Y mi papá…? —pregunto la niña luego de respirar hondo.—No sé, yo…Joanne, de nuevo, puso expresión horrorizada. Alessia estuvo tentada a decirle lo que su abuelita siempre le advertía, que si entraba un mal aire iba a conseguir q
—Apreciamos mucho a Matthew, aunque en presencia de otros nos referimos a él con respeto, en privado usamos nuestros nombres de pila… —explicó Mahika.Ella respiró hondo, tomó la mano libre de Ale y siguió:»Hace unos años el hijo de Thomas fue diagnosticado con leucemia, el tratamiento era muy costoso y Matthew se hizo cargo de todo. El pequeño Thomas ya está en la universidad.El corazón de Ale latió muy rápido. Se preguntó qué hizo en su vida pasada para merecer encontrarse con alguien como él.»Matthew es un buen hombre que cometió errores por ver sólo el lado bueno de las cosas, él lo sabe, entiende lo que arruinó su matrimonio y en el fondo sabe que no fue sólo su culpa, sino que Renata y él nunca tuvieron los mismos sueños en común… En el comedor Lea y Emery reían por algo que Matthew decía.»Por eso me atrevo a preguntar, señora Regil, su relación con su ex esposo… ¿ha terminado definitivamente?—Sí —contestó ella sin dudar—. Eso terminó hace mucho.Mahika hizo un asentimient
Alessia entró a su departamento, paseó la mirada por el sitio y no supo qué hacer.Por primera vez en años tenía tiempo para ella y no tenía idea de en qué debería utilizarlo. La culpa la embargó.¿Cuántas veces se preguntó si algún día tendría un momento para ella? Para ir a arreglarse el cabello por horas, no con prisas, y colocarse uñas falsas, quien sabe, quizá hasta animarse con las pestañas postizas que todas usaban. Sin embargo, ahí ante la posibilidad de hacer lo que quisiera, no quería. Sólo deseaba bañar a su pequeña, colocarle el pijama y tirarse en el suelo de la sala a jugar o mirar películas mientras comían comida chatarra. El sábado perfecto.Y nadie la entendía, para la mayoría sólo era una madre exagerada. Ya una vez le había contado a Lisa que le preocupaba que William quisiera llevarse a Lea, la reacción de su amiga fue que la convivencia de padre-hija era lo más saludable para la niña.Y Alessia lo sabía, claro que sí, era lo lógico cuando el padre era un hombre
Entonces Matthew no era perfecto, reflexionó Alessia, sino un infiel más del montón.—Recordé que dejé suelto al caballo en casa, nos vemos —soltó Ale con ironía, plantó la media vuelta y se alejó a grandes pasos de la pareja.—Alessia, espera —pidió Matthew.Pero sus palabras sólo la hacían caminar más rápido hacia la salida. Todavía cargaba el vestido de Lea y muy tarde procesó que no lo había pagado, justo cuando atravesaba la puerta y los sensores se activaban para avisar que alguien se estaba robando alguna prenda. —Señorita, ¿tiene el ticket de compra? —preguntó el guardia de seguridad.Alessia palideció. En su vida había robado algo, mucho menos ropa. Tartamudeó unos segundos hasta que Matthew llegó y la excusó:—Sólo iba a enseñarme el vestido, una disculpa —Él tomó la prenda y asintió—. Es un vestido hermoso, vamos a pagarlo.Alessia quiso dejarlo ahí mismo con la palabra en la boca, pero quería comprar el vestido para Lea y no iba a permitir que nuevamente un hombre arruina
William no tenía permiso ni de sacar a Lea del estado sin la autorización de la madre, pero Ale sabía que Will amaba romper las reglas. Esa parte rebelde la enamoró al principio, luego la aterró.Alessia revisó su lista de contactos en el celular. No poseía el número de ninguno de sus amigos. Entonces buscó en la redes sociales y envió un par de mensajes a viejos amigos de William. Sólo uno respondió diciéndole que hacía mucho que no lo veía y que tampoco tenía el número de Dafne.Ale tembló.¿En dónde estaba Lea?Se incorporó, caminó en círculos en la sala y trató de llamar nuevamente a William, el celular continuaba apagado. Ya eran cuarenta minutos.«Una hora», se dijo Ale. Intentó ser positiva y madura. El tráfico en Nueva York casi siempre era una locura, podría ser un elegante atraso. Sí, eso debía ser.Ale volvió a tomar asiento y se quedó con la mirada en el vacío mientras contaba los segundos en su cabeza. El celular sonó y ella casi brincó hasta el techo. Sus nervios est
Para las ocho de la noche, Alessia, Matthew y Joanne ya habían recorrido los sitios más frecuentados por William; incluida la casa de sus padres quienes miraron con recelo a Matthew.Alessia estaba demasiado angustiada como para reparar en que su jefe superaba por mucho a su ex esposo. No era sólo el físico, sino en lo profesional y su calidad de persona.William nunca la habría apoyado así porque primero era él y después él.—¿Por qué hace esto? —sollozó Alessia en el automóvil—. No entiendo. No he sido mala, ¿por qué me tortura así?Joanne intercambió una mirada con su padre a través del espejo retrovisor.—¿Quieres comer algo? —inquirió Matthew.—No, la verdad no.Hambre era lo último que sentía Alessia. Todo su cuerpo estaba enfocado en su preocupación por Lea.Y ella no quería pensar cosas desagradables, pero en su mente se repetían una y otra vez noticias terribles que involucraban a niños. Estaba aterrada.El estómago de Joanne rugió.—Debo detenerme a comprar algo para Jo.—S
—Compraste mucho pan —señaló Matthew mientras su hija avanzaba con la bolsa de papel.La niña encogió los hombros sin responder.Abordaron la camioneta, Matthew puso en marcha el motor y Joanne sacó los panes de la bolsa. Entregó uno a su papá, colocó el suyo en una servilleta y buscó el que eligió para Alessia.—Toma —dijo la niña a Ale.Alessia aceptó el pan en forma de osito que tenía escrito en la panza «Everything will be alright», todo estará bien.Matthew miró de soslayo el pan y esbozó una sonrisa.—Gracias —Alessia sonrió a Joanne—. Es muy bonito.—Ya sé que dijiste que no tenías hambre, pero mi papi siempre dice que debemos comer para tener energías y debes comer para tener energías cuando encontremos a Lea.Joanne dio un mordisco a su propio pan.—Sí, es cierto, tu papá tiene razón, Joanne.—Puedes decirme Jo —dijo la niña con la boca llena.Alessia sintió que en medio de la tormenta de su corazón había un sitio chiquitito donde el sol todavía resplandecía.—Y tú a mi Ale.
En otra situación Alessia habría pasado el camino gritando «¡Más despacio!», pero en esa ocasión ya casi quería la camioneta se convirtiera en helicóptero para llegar más rápido al club.Matthew apenas detuvo la camioneta y Alessia bajó sin aguardar a que le abran la puerta. No tenía tiempo para ser una dama, era una madre y estaba furiosa, mucho más que eso. Rogaba al universo y Dios que le entregaran un poquito de autocontrol para no reventarle la boca a su ex esposo, eso no se vería bien ante el juez. Dafne envió indicaciones también; ella los esperaría en la puerta trasera. Así que Ale ignoró la fila en la entrada principal y rodeó el edificio hasta encontrar el callejón que conducía a la puerta de servicio.Matthew y Joanne la seguían. Escuchaba sus pasos corriendo por detrás de ella.Alessia se detuvo en la puerta y golpeó con fuerza tres veces; se abrió pocos segundos después. Dafne la recibió con una mirada apenada, iba a decir algo, pero Ale la empujó y entró sin esperar por