—Hola, Matthew —saludó el hombre—. Disculpa a mi hermanito, nunca ha sido el mejor con los buenos modales.El hombre se acercó a Alessia, tomó su mano y la besó en los nudillos.»Soy Renaud Lambert, mucho gusto.Matthew apretó los labios hasta convertirlos en una delgada línea. Quería a ese hombre lejos de Alessia y no dudó en interponerse para hacer honor al comentario de su hermano.—Ella es Alessia Regil —respondió Matthew.Alessia retrocedió ante la intromisión de Matthew, pero lo agradeció. Físicamente podía parecerse a su jefe, mas no desprendía la misma simpatía, sino todo lo contrario.Renaud sonrió con autosuficiencia. El numerito entero le causaba mucha risa porque su hija tenía razón, su hermanito estaba interesado en una de las empleadas y, lo peor de todo, una de clase baja.—¿Y Alessia Regil puede responder por ella misma o eres su intérprete, hermano? Matthew inhaló hondo, listo para recitarle unas cuántas verdades que llevaba guardándose para sí mismo por años, pero A
En el interior del salón de eventos continuaba la fiesta. Los invitados bailaban en la pista y conversaban en las mesas. Alessia se dirigió al bar. Necesitaba alcohol, el que fuera, para sobrellevar todas las emociones de la noche, mas no alcanzó ni a pedir la bebida cuando Matthew la tomó del brazo y la condujo hacia la pista. Ella se sentía demasiado agotada para negarse, así que se dejó llevar.—Odio bailar —dijo ella.—Me encanta bailar —sonrió él.Alessia quiso entornar los ojos, pero se descubrió sonriendo.Matthew colocó las manos de la mujer sobre los hombros, luego él puso sus manos en la cintura de Alessia. Sabía que los miraban, que se preguntaban por qué mostraba ese interés en una de sus empleadas; él se cuestionaba lo mismo. La verdad era que no podía sacársela de la cabeza desde que casi compartieron un beso, ansiaba que eso se repitiera.—Perdón —añadió Matthew—. No quise ponerte en esa situación con Celine.—Será interesante que me obedezca —reconoció Alessia—. Como
—Por favor, mami, por favor —suplicó Lea frente a su madre que intentaba poner en orden las deudas en la mesa de la cocina—. Irá su papá, por favor.Alessia se sonrojó sólo con imaginar a su jefe; su hija estaba obteniendo el efecto contrario al mencionarlo.En la fiesta de bienvenida todo le pareció de ensueño, pero a la claridad del día siguiente sintió que estaba enloqueciendo. Para empeorar —o mejorar, Alessia no estaba segura— en la semana laboral apenas si tuvo tiempo de hablar con Matthew. La empresa y la llegada de su hermano lo mantenían ocupado; intercambiaron muy pocas palabras y todas relacionadas con el trabajo. Sin embargo, en esos pequeños instantes que compartieron, Alessia siempre encontró cierta complicidad en la mirada y roces de su jefe que la mantuvieron despierta por la noche más horas de las que le gustaría admitir.—Yo creo que prefieren ir solos, Lea.—No, mami, te juro que no —negó la pequeña con vehemencia—. Emery dijo que ojalá pudiéramos ir y su papá dijo
Lea y Emery volvieron a reír, estuvieron a punto de salir corriendo hacia el cine, pero sus padres los sujetaron de las manos y obligaron a caminar a un paso más moderado y seguro.Matthew buscó la mirada de Alessia, pero la mujer mantenía la vista al frente. A veces se preguntaba si no estaba en su imaginación que Ale pudiera corresponderle. Y él comprendería a la perfección que no quisiera adquirir una responsabilidad como la de lidiar con dos niños que no eran suyos; sin embargo, tenía la esperanza de que fuera posible y que también tuviera paciencia con su lentitud y torpeza. Nunca se había preocupado por «enamorar» a una mujer. La posición de su familia ayudó durante sus años más jóvenes y su relación con Renata simplemente fluyó. Estaba totalmente fuera de forma en cuanto a las citas y detalles cursis.—¡Palomitas! —chillaron los niños al poner un pie en el complejo de cines. Ambos corrieron a toda prisa hasta la máquina de palomitas que se encontraba al centro donde uno de los
—Tres boletos, por favor —pidió Joanne al chico en la taquilla.Alessia ya se había formado en la fila justo por detrás de ellos tres.Lea miró a su madre, ¿ellas no entrarían con ellos?—Son cinco —corrigió Matthew—, por favor.—Pero somos tres, papi —dijo Joanne y volvió a sonreír al vendedor—. Tres boletos.—Cinco, Joanne.—Tres, papi.—¿Te gusta tu celular? —inquirió Matthew y señaló el celular inteligente que sostenía su hija—. Es bonito.—Sí, papi, me encanta.—Pues estás a punto de que me convierta en un buen padre y te quite el celular, al menos de que dejes de llevarme la contraria en este preciso momento.Joanne frunció el entrecejo.—Pero, papi…—Cinco boletos, gracias —dijo Matthew con tono firme.El vendedor entregó los cinco boletos y aceptó el pago frente a la furiosa Joanne.Joanne levantó el mentón, echó una mirada furiosa a Alessia y emprendió la marcha directo hacia la dulcería. Lo que su padre no sabía es que se cobraría el disgusto con todas las golosinas que iba
Lea y Emery dormían cuando se detuvieron enfrente del edificio donde vivía Alessia y su hija. Alessia agradeció la velada en un murmullo, no habían hablado en todo el camino, y bajó de la camioneta sin esperar a que Matthew abriera la puerta; sin embargo, permitió que la ayudara a cargar a Lea.—Cierra la camioneta y espera aquí, Joanne —pidió Matthew.—Creo que ella puede cargar a su hija sola, papi —dijo Joanne con el ceño fruncido.Alessia hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no poner los ojos en blanco.—Sí, Joanne, pero también puedo ayudarla —susurró Matthew para no despertar a Lea—. Espérame aquí.—Voy contigo.—No se quedará tu hermano solo en la camioneta.—Entonces mejor los dos y que nos roben juntos, ¿no?—Joanne —repitió él en un tono un poco más fuerte—. No te estoy pidiendo un favor, te estoy dando una orden.Y, sin esperar respuesta, cerró la puerta.Joanne activó los seguros, ambos padres se marcharon hacia el interior después de eso.—Lo lamento tanto —mur
Alessia se sentía una ninja en plena empresa. Ya casi se visualizaba en una película de acción. Caminaba con sigilo, mirando sobre el hombro y asomándose en cada esquina antes de avanzar por un pasillo. No habría llamado tanto la atención si no fuera con Lisa que simplemente continuaba conversando hasta que notaba que su compañera se quedaba atrás en uno de sus sigilosos movimientos ninja. —¿Se puede saber qué te pasa? Nunca llegaremos a la cafetería —se quejó Lisa—. Mi cuerpo necesita mi capuchino especial, Ale.Alessia caminó hacia ella, miró sobre su hombro y respondió:—Nada, todo bien.—Sí, se nota —ironizó su amiga—. ¿Cuál película viste en el cine?Ale palideció. Se detuvo en seco y miró, con cara de terror, a su compañera:—¿Cómo sabes que fui al cine?Lisa ladeó el rostro y, con inocencia, contestó:—Tú misma lo dijiste hace un momento.Alessia se desinfló, negó y continuó andando.—Una película para niños.—Pensé que una de terror, tienes toda la pinta de haber visto un fa
La secretaria la recibió con una sonrisa, se llamaba Adele y llevaba muchos años en la empresa, había trabajado para el C.E.O. anterior. —No está de buen humor porque llegué un poco tarde y tuvo que bajar a la cafetería —dijo Adele.Alessia no tuvo el valor para decirle que ese no era el motivo de su mal humor.Adele se comunicó con su jefe, quien aceptó ver a Alessia; así que la joven madre entró a la oficina y se encontró con el rostro inexpresivo de su jefe.Ale quiso hablar, pero él le ganó apenas se cerró la puerta:—Lo siento mucho, señora Regil. No quise presionarla de ninguna forma y espero que…—¿De qué estás hablando? —inquirió una desconcertada Alessia—. No me presionaste, Matthew.—¿Ah? ¿No lo hice? —Él parecía profundamente confundido—. Pero lo que dijo Lisa…—Lisa dice cosas por decir, es bueno que sepas eso —sonrió Alessia y tomó asiento frente al escritorio—. Eso venía a explicarte…Ella se sonrojó.Él más.—Entonces… ¿No te obligué?—Puedes estar seguro de que no…Int