Capitulo 5

Dos horas y media después, cuando salieron del restaurante, estaba lloviendo.

–¿Cuándo puedo volver a verte?

Alejandra miró a David, que estaba demasiado cerca de ella  algo que no le gusto ni un poquito, aunque el hecho de que estuviesen asi se podia justificar por parte del hombre  muy facil  ambos compartian un mismo paraguas. Además, durante la cena no había estado pendiente de él, sino recordando la  conversación con Marcelo, teniendo que pedirle a David que  le repitiese  lo que habia dicho en varias ocaciones  por encontrarse distraida. 

En realidad, no sabía por qué  el le insistia por tener otra cita con ella  cuando era mas que evidente que  casi toda la noche  no habia tenido casi interes y se encontraba pensando en otra cosa, a pesar de  que David  había mostrado tanto interés por todo lo que le contaba aunque en realidad no fue mucho ya que el habia matenido el hilo de la conversacion en todo momento evitando asi que surgieran momentos de incomodos de silencio.

–Mañana es sábado y conozco una discoteca estupenda  se llama Chelsea. No te puedes creer la cantidad de famosos que he visto allí... te encantará, ya lo verás.

–Mañana no me viene bien, pero a lo mejor podríamos vernos la semana que vien e.

David no pareció muy contento con la respuesta tan poco entusuasta que ledio, pero después de parar un taxi la tomó por sorpresa por  la cintura y le plantó un beso en los labios.

–¿Seguro que no quieres venir a mi casa a tomar una  café  conmigo? Hago el café al estilo 

irlandés muy bueno.

Alejandra  declinó la oferta y se sintió aliviada cuando por fin el hombre se perdio en la distacia dentro del taxi... el unico inconveniente fue que se llevo el paragua que hasta ese momento habian compartido . La lluvia comenzo hacerse mas fuerte haciendo que se empapara en cuestion de minutos, de modo que tendría que parar un taxi, aunque ir a su casa en el norte de la ciudad le costaría una pequeña fortuna. Pero ahora que necesitaba uno sino estaria expuesta a pescar un resfriado pero como solía ocurrir, cuando uno mas necesitaba un taxi no había ningún ...

Un coche se detuvo frente a ella y el conductor abrió la puerta del pasajero.

–Sube, sicontinuas bajo la lluvia asi pillar un resfriado.

Marcelo ¿Qué hacía allí y a estas horas de la noche?

–No quiero estropearte la tapiceria del coche . Voy a tomar el metro que esta mas adelante, no te preocupes.

Luego de decirle esto Alejandra continuo caminando apretando el paso pero Marcelo continu detras de ella y cuando llego a la ezquina le cortoel camino habriendo la puerta del auto nuevamente .

–Si no subes, me veré obligado a meterte en el coche a la fuerza. ¿Quieres que montemos una escena en plena calle?

Suspirando, subió al coche.

–¿Has estado esperándome todo el rato que estuve en mi cita?

–No, pero decidí volver a buscarte.

–¿Por qué? Sé que piensas que soy una ingenua, pero llevo ocho meses  viviendo aqui y aunque nolo paresca se cuidarme sola. 

Marcelo tuvo que disimular una sonrisa cuando ella le solto estas palabras como si fuera una protesta, el sabe bien que unos simple ocho meses no significa nada.

–Albert me llamó cuando estabais a punto de pagar la cuenta.

–¿Quién es Abert?

–El propietario del restaurante y ademas del chef principal. Nos conocemos desde hace años.

–¿Y si hubiera ido con Daniel a un bar o una discoteca? O podría haber ido a su casa...

–¿Te lo ha pedido?

–Sí.

–Y tú le has dicho que no. Una decisión muy sensata.

–Pero no sé lo que diré la próxima vez que me lo pida – lo miró con gesto retador.

Marc se había quitado el traje de chaqueta y llevaba  ropa informal unos  vaquero negro y un jersey de cuello altogris . Y tuvo que admitir, avergonzada, que a pesar de todo nunca se cansaría de mirarlo.

–¿Entonces has vuelto a quedar con él?

–No, pero me va a llamar la semana que viene. ¿Qué has hecho esta noche?

–He estado trabajando en... digamos que un proyecto muy interesante.

–Es estupendo que disfrutes tanto de tu trabajo pero todo tiene un limite. Quien en sus sano juicio trabajaria un viernes por lanoche pudiendo descansar y relajarse un poco.

–Tu sinceridad es asombrosa –dijo él, realmente sorprendido–. Podría haber salido con alguien, pero tenía cosas más importantes que hacer. Y después, he decidido que tenía que hablar contigo.

–¿Por qué?

Eso de que «tenía que hablar con ella» le daba un poco de miedo. ¿Iba a decirle que no quria que continuara trabajando en la empresa  Suspiró al imaginar que tendría que volver a casa con las manos vacías. Pero para vivir aqui, aunque fuera en una pensión, hacía falta un sueldo y si le decia que la despediria no sabia que hacer, mas que volver.

–Éste no es el sitio adecuado. Voy a llevarte a casa, tú me vas a invitar a un café y allí podremos charlar con traquilidad.

–¿No puede esperar hasta el lunes?

–Yo creo que es mejor quitárselo de en medio cuanto antes. Pero relájate, cuéntame qué tal la cena con David. Dime cómo te puede gustar un tipo que toma un taxi tranquilamente y te deja en la calle cuando está lloviendo a mares.

–No me apetece hablar de eso contigo.

–¿Por qué no?

–Porque no.

–¿Te da vergüenza? de que la cita haya ido mal. Esas cosas pasan, lo que tienes que hacer es seguir adelante.

–¿Quién ha dicho que la cita haya ido mal?

–Te ha dejado en la calle después de tomar un taxi –reiteró. 

Además, Alejandra le estaría agradecida cuando le contase lo que había averiguado sobre David Dexter. Aquel viernes por la noche había sido un fastidio, pero no estaba enfadado, al contrario, asi rato que no se encontraba tan motivado por slgo, las transacciones y el negocio se habian vuelto rutina y solo de vez encuando se encontraba ante un desafio comercial que loimpulsara a mantener este estado de motivacion, no es que estuviese comparando la situaciones pero le resultaba algo graciosos que en menos de 24 horas esta mujer le intregara tanto cuando hasta aller de tarde no la hubiesemirado dos veces seguida.

Tardaron menos de media hora en llegar a  donde Alejandra estaba viviendo no había dicho una sola palabra durante todo el camino. Su cena con David había sido una desilusión, pero no le hacía la menor gracia que Marcelo apareciese a recogerla como si saliera del colegio. O que dijera que su cena con su cita había ido mal, que era algo que debía olvidar y seguir adelante. ¿Qué sabía él?

Ella no le había pedido que se metiera en su vida. Apenas la había mirado en los  meses que llevaba trabajando para el y ahora que su madre lo había obligado a prestarle un poco de atención no podía disimular que le resultaba una molestia. Todo en ella parecía ofenderlo, empezando por el hecho de que no le hiciera la pelota y terminando por su aspecto físico, que no parecía gustarle en absoluto. Ella no tenia mal temperamento pero cuandoera estimulada y explotaba era pero que un tornado cuando pasaba.

Ahora había decidido «hablar con ella» y sólo podía ser sobre el trabajo. Seguramente habría hecho una lista de todas las razones por las que debía despedirla. 

–Sé lo que vas a decir –se adelantó en cuanto Marc quitó la llave del contacto–. Y puedes decírmelo aquí mismo, no hace falta que subas.

–¿Sabes lo que voy a decir?

–Sé lo que piensas de mí y sé lo que vas a decir.

–No, me parece que no tienes ni idea de lo que pienso de ti y tampoco sabes lo que voy a decirte. Y no quiero seguir hablando aquí.

–Quiero terminar con esto lo antes posible –le rogó . Pero Marcelo ya estaba fuera del coche, de modo que tuvo que seguirlo.

Cuando llegaron a su habitación, Alejandra  encendió la luz y miró alrededor con ojos nuevos. Vio las paredes descoloridas, las manchas de humedad que había intentado esconder colgando dos grandes pósteres, los muebles viejos, la moqueta sucia asomando bajo la alegre alfombra marroquí que había comprado en un mercadillo... y el frío que hacía.Tenia que reconocer para si misma que la forma en la que Marcelo critico  donde se encontraba quedando tenia algo de razon para no decir que era razonable la forma en la que le hablo sobre todos los problemas que tenia el lugar y que a pesar de las limetantes del dueño este podia haber contratado a alguien para solucionar todo. Marcelo tenía razón, ¿quién vivía en circunstancias tan patéticas?

–Soy un fracaso y quieres encontrar una manera amable de librarte de mí. Estoy despedida, ¿verdad?

–¿Despedida? ¿Por qué iba a despedirte? –exclamó, clavando en ella unos ojos –. No, iba a contarte que conozco a tu cita de hoy, y sé lo que quiere de ti.

 –¿ Conoces a David? –Alejandra lo miró, perpleja–. Pero no lo entiendo. Si no te lo he presentado siquiera... 

–Quítate el abrigo y siéntate, por favor.

–Si lo conocías, ¿por qué no lo has saludado? –mientras ella intentabaentenderlo, le ayudó a quitarse el abrigo–. Bueno, por lo menos no vas a despedirme.

–No, no voy a despedirte.

Cuando Marc clavó en ella sus fabulosos ojos , Agatha tuvo que tragar saliva. Fue un alivio dejarse caer en el sofá, pero cuando miró hacia abajo se sintió avergonzada por el escote del vestido, del que sus abundantes pechos parecían querer escapar.

–No entiendo por qué era tan importante para ti ir a buscarme al restaurante.

–Cuando mencionaste el nombre del tipo con el que ibas a cenar me resultó algo familiar –dijo él–. Conozco a mucha gente y Dexter es un apellido corriente, pero cuando lo vi esperándote en la barra empezaron a sonar las alarmas.

–¿Qué alarmas? No sé de qué estás hablando.

–Lo que tengo que decir no va a gustarte, Alejandra.

Aunque solía ir al grano, Marcelo  se quedó callado un momento, considerando

cuidadosamente sus palabras. Frente a él, Alejandra lo miraba con una expresión confundida. Parecía muy joven en ese momento y, curiosamente, el revelador vestido aumentaba esa impresión.

–¿Cuántos años tienes? –le preguntó.

–¿Perdona?

–No, déjalo, no importa. No es fácil decir esto, pero Dexter no es el tipo que tú crees que es.

–No sé de qué estás hablando. ¿David Dexter no es David Dexter? ¿Entonces quién es?

–Trabajó para mi pero quise confirmalo asi que regrese a la oficina  y  estuve investigando un poco...

–¿Has investigado a David? –exclamó Alejandra.

–Francamente, yo le aconsejaría a todas las mujeres que investigaran a los hombres que conocen en un bar –dijo  irónico–. Esto no es donde vivias antes.

–No me avergüenza confiar en la gente. Aunque sé que tú no lo haces y entiendo por qué. Tu padre confió en Satz y, a cambio, él le robó todo su dinero.

La historia había salido en el periódico local durante semanas y con cada nueva revelación aumentaban las especulaciones. Elliot Alcantara  ya no estaba allí para defenderse y los cotilleos no podían ser refutados. Alejandra  había sentido pena por Marc, aunque eso era algo que no le diría nunca porque él había vuelto de la universidad con una especie de barrera protectora alrededor . Pero todo aquello lo había hecho el hombre que era, un hombre que jamás otorgaba a nadie el beneficio de la duda.

Alejandra se aclaró la garganta.

–Entiendo que desconfíes de la gente –repitió–, pero a mí no se me ocurriría investigar a nadie. Además, habíamos quedado en un sitio público y no pensaba irme con él después de cenar, por mucho que insistiera aun tengo la cabeza sobre los hombros bien puesta y aunque esto que te voy a decir no lo admitiria ante nadie ni bajo tortura, las conferencias que mi padre me dio luego de tener que lidiar con una situacion parecida, dejaron una  sombra en mi. 

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