Alejandra lo observó mientras se acercaba con expresión decidida. –¿Qué haces? –le preguntó cuando se sentó en la cama. En realidad, Marcelo no lo sabía. Estaba tomando el control de la situación, se dijo a sí mismo. Eso era lo que él hacía bien. Afortunadamente, porque ella no parecía tener ni idea. –Puedo vestirme sola –dijo ella cuando intentó quitarle la toalla. El calor de sus dedos la hizo temblar y rezó para que pensara que era de frío. Pero el brillo de sus ojos le dijo que sabía lo que pasaba y su pulso se aceleró aunque sed dijo a si misma que el solo quería manipularla y que esto era solo una estrategia para lograr su objetivo, aún no había podido arrancar el sentimiento que por años había tenido por él. Algo que Marcelo de seguro sospechaba y estaba utilizándolo en su contra para que callera en sus manos y aceptara la propuesta que le había hecho de casarse, aun le quedaba algo de orgullo y se había negado en aquel momento y aun aunque reconocía que seguía
La casa de campo que hasta entonces le había parecido un exilio, de repente le resultaba más agradable. No sabía cuánto había echado de menos tocarla, acariciarla, estar a su lado. –Yo iré enseguida. Voy a ducharme y a hacer un par de llamadas... pero no te preocupes –Marcelo sonrió, levantando las manos en señal de rendición–. Las haré desde aquí y luego seré todo tuyo. Alejandra sonrió mientras volvía a ponerse la ropa. Seguía temblando y laPonía de los nervios que la afectase de ese modo, pero sabía que no podía culpar a nadie por sentirse de esa manera. Era mejor reconocer que había sabido desde el principio que acabaría acostándose con él, tal vez por eso había aceptado sin protestar que la llevase allí, además que Marcelo estaba rebueno y ella no era ninguna santa. Pero sobre todo estaba desconcertada por lo que iba a pasar a partir de aquel momento. ¿Cómo iba a decirle que sólo eran amigos? ¿Cómo iba a olvidar lo que acababa de ocurrir en la habitación? Inquieta
Le había parecido extraño que un hombre como Marcelo Alcantara tuviera una casa en el campo porque él era un hombre de ciudad. Una casita encantadora en medio de ninguna parte no era lo suyo. Pero aun asi fue ostinada y había querido convencerse de que aquélla era otra faceta del hombre del cual habia estado enamorada por mas de diez años que no conocía y que lo convertía en un hombre profundo, menos agresivo que en habia visto de primera plana en los ultimos meses. Con qué facilidad se había engañado a sí misma. La casa había sido comprada con un propósito y el propósito era el que había temido desde el principio: Marcelo no la quería a ella, quería al bebé y la mejor manera de controlar la situación sin casarse era tenerla en su poder. Como una tonta, ella había bailado al son que él tocaba. Qué fácil le había resultado: una casa maravillosa, un jardínde ensueño y... bingo, ella haciendo ecaptamente lo que el queria. Con el folleto en la mano, Alejand
Poco acostumbrado a cuestionarse a sí mismo, Marc intentó recordar que lohabía hecho de buena fe. Además, ¿qué había de malo en utilizar los medios a su disposición para conseguir lo que quería? ¿Desde cuándo era un crimen intentar que las cosas fueran a tu favor cuando sabías que eso era lo que debías hacer? –A ti no te gustan las casas en el campo con habitaciones pequeñas ymuebles antiguos –le espetó Alejandra–. No sé cómo he podido creer que venías aquí los fines de semana a relajarte. Tú estás pegado al ordenador veinticuatro horas al día, ¿por qué ibas a querer relajarte en el campo Además, si quisieras relajarte, ¿por qué ibas a venir aquí cuando podrías ir a un hotel en cualquier parte del mundo? Marcelo miró alrededor, levantando las cejas. –Curiosamente, no me parece tan claustrofóbica como había imaginado. –No entiendo cómo has podido engañarme. Él suspiró, pasándose una mano por el pelo. –Voy a llenar la bañera...–¡Ésa no es una respuesta! –Lo sé. –N
La mama de Alejandra era una mujer bajita y regordeta con el pelo corto y los mismos ojos que su hija. Cuando sonreía, dos hoyitos asomaban en sus mejillas. –Mamá... –Deja que te vea, Alex. Qué guapa estás. –Mamá, he venido con Marcelo. Él me ha traído hasta aquí. Marc apareció en ese momento con la maleta en la mano y, casi sin pensarlo, Alejandra se apoyó en él. Lo hacía por instinto, como algo natural. Le había dado el poder de ser su ancla y no podía ni imaginar lo que tardaría en volver asostenerse sola, a ser independiente. –Estamos aquí por una razón –dijo él, pasándole un brazo por los hombros. –¿Por qué razón? –preguntó Carlota, mirándolos con cara de sorpresa. –Mi madre debería estar aquí también, pero pronto le daremos la noticia. –¿Qué noticia? –exclamó. –Cariño... –Luc miró a Alejandra–. ¿Quieres contárselo tú o...? No era así como Alejandra había esperado darle a su madre la noticia de que iba a ser abuela, sino más bien sentadas en la cocin
Alejandra habia insistido en ir a realizar la ultima compra de las cosas del nuevo bebe, y Marc no le quedo mas remedio que acompañarla. Habia encargado una pequeña cuna artesanal a un ebanista que Daniela y Carlota conocian desde hacia años, el mismo que habia hecho los muebles de la habitacion de los gemelos.En esta ocacion como el embarazo fue una sorpresa para todos, ambos habia decidid no saber el sexo del bebe y eso traiaa Marc de los nervios algo que Alejandra disfrutaba, nunca habia pesado tener esta felicidad tan grande. Su propia familia...Alejandra se echó hacia delante en el asiento.—¡Una no, dos!Marc se volvió hacia ella.—¿Qué pasa, cariño?—¿Qué crees que pasa? —espetó, impaciente—. Es un bebé, ¡y va a nacer ya!—Esperad —dijo —. Voy a pedir ayuda o mejor nos vamos para el Hospital mas cercano y de alli llamo a tu mama y ala mia para que organicen todo y traigan la bolsa.—No me mires asi, ni te atrevas a decirme que tenias razon y que debia quedarme en casa... —le
He llamado durante cinco minutos, pero no contestabas al teléfono – Marcelo Alcantara para sus amigos y allegados Marc, levantó la manga de su chaqueta para mirar el reloj–. No me gusta tener que vigilar a mis empleados. Pago muy buenos sueldos a la gente que trabaja para mí y espero recibir una compensación por todo el retrazo que ha causado al no responder cuando te llame por la linea directa a tu buro, sabes que me gusta trabajar dentro de un horario definido, cualquier cambio fuera de la agenda planificada.–Lo siento mucho, es que estaba en el archivo –intentó disculparse ella.Marc miró con desdén el grueso abrigo gris que parecía haber comprado en algún mercadillo. Y, conociéndola como la conocía, se vio obligado a admitir que había muchas posibilidades de que así fuera.Alejandra intentaba disimular su indignación. Por supuesto que había oído sonar el maldito teléfono. Y por supuesto, sabía que debería haber contestado, pero tenía prisa y estaba cansada de trabajar horas e
Alejandra sabía que Marcelo podía ser cruel con los demás y que no tenía ninguna tolerancia para los que no tomaban la vida por los cuernos.–A veces puede dar un poco de miedo –le había advertido Daniela poco antes de que se mudase a Londres.Pero Alejandra no sabía el miedo que podía dar hasta que empezó a trabajar para él. Apenas había contacto directo entre ellos porque la mayoría del trabajo le llegaba a través de Elena, pero en las raras ocasiones en las que Luc se dignaba a bajar de su torre de marfil había sido menos que amable.–No puedes ser un avestruz, Alejandra –dijo él, mirándola fijamente–. Si hubieras sacado la cabeza de la arena un momento, te habrías dado cuenta de que iban a despedirte del invernadero porque llevaban dos años perdiendo dinero. Deberías haber buscado otro trabajo en lugar de esperar a que te despidieran dejándote con las manos vacías. Pero da igual, el caso es que aquí ganas un salario muy decente pero no te interesas por nada.–Lo intentaré –le aseg