M I L A
"—Abre la boca—susurra cerca de mi oído, lo hago lentamente—buena chica, chupa—y hago lo que me pide, el líquido se derrama de entre mis labios, una risa ronca sale de su pecho haciendo que vibre de pies a cabeza. Me acomoda en la oscuridad el antifaz.
—Está rica la fresa—pasa su lengua por el lóbulo de mi oreja y luego chupa, me estremece. Mi espalda se arquea a esa sensación, comienzo a sentir la humedad. — ¿No puedes quitarme el antifaz? Está igual de oscuro...
—Me encanta como te retuerces a mis caricias. Mi dulce, Mila, pero tengo una duda—ronronea cerca de mi oído nuevamente ignorando mi pregunta— ¿Cómo sabrás? Quiero deleitarme con tu sabor, ¿Puedo?
Asiento mientras tiro de las esposas al sentir como sus labios bajan por la curva de mi cuello, luego a mis hombros desnudos, tiro de nuevo.
—Te vas a lastimar, así que no vuelvas hacerlo o habrá un castigo—sus labios bajan a mis pezones erectos, lo atrapa y lo chupa. Gimo, me retuerzo, pero no tiro de las esposas que están sobre mi cabeza. Me muerdo el labio, casi hasta doler. Luego se pasa a mi otro pezón duro, y hace el mismo trabajo. Gimo, jadeo, estoy sudando, y estoy demasiado húmeda. Nuestras respiraciones son inestables, puedo escuchar mi corazón hacer pum, pum y pum dentro de mi cabeza.
La adrenalina me va a volver loca y luego se me viene algo a la cabeza en medio de todo el deseo y la desesperación. Cruzo mis piernas para evitar que llegue a mi centro húmedo.
—Te dejaré probarme con una condición—puedo sentir como sonríe contra la piel de mi vientre.
— ¿Para probarte necesito aceptar una condición? hum... interesante—intento armar la pregunta sin estar abrumada con la excitación del momento.
—Dame tu nombre, solo eso. Me tendrás abierta para ti...—casi es una súplica.
—Sabes quién soy, mi dulce y amada Mila—sus labios bajan ansiosos hasta mi centro húmedo, intento tener la fuerza para cerrar mis piernas, pero el deseo gana, sus manos acarician mis muslos internos y es cuando todo se va por la borda, gimo, jadeo, y estoy a punto de venirme cuando su lengua y sus labios se deshacen en mi sexo. Intento callar mis gemidos, pero no puedo, es demasiado intenso, fuerte, cargado de una pasión indescriptible.
—Repite mi nombre, Mila—pide, pero no puedo decir algo cuando me estoy convulsionando con mi propio orgasmo, siento como sube por encima de mí y me quita las esposas, besa cada muñeca y con sus labios lo arrastra por mis manos, estoy en mi propio torbellino de sensaciones, he tocado el cielo...—voy a entrar en ti, y quiero que digas mi nombre...
Me voltea boca abajo en posición de cuatro, intento agarrarme de la cabecera de herrería, pero no alcanzo cuando entra en mí de una estacada, lanzo la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que me toma de mi cabello, susurra a mi oído...
—Di mi nombre, sabes quién soy, Mila—insiste mientras entra y sale de mí.
—Espera, no sé...—cada embestida me hace removerme del deseo, incrementando cada sensación camino al segundo clímax, embiste con más fuerza. Estoy a unas cuantas embestidas de tocar el cielo de nuevo.
— ¡Di mi nombre! ¡Sabes quién soy, maldita sea! ¡Soy yo, soy tú…!"
Me reincorporo como un resorte de mi lugar, las sensaciones de mi orgasmo se han evaporado en un dos por tres al salir de mi sueño. Estoy jadeando en medio de la oscuridad de mi habitación, el sudor está por todo mi cuerpo y estoy a punto de echarme a llorar.
— ¡¿Quién eres?!—golpeo a mis costados sobre la cama como una niña haciendo una pataleta o berrinche. Intento tranquilizarme, pero no puedo, salgo de la cama con las rodillas temblorosas. Llego al baño, me mojo la cara una, dos, tres veces hasta calmar la temperatura de mi cuerpo, la cabeza me da vueltas y las punzadas comienzan a hacer su trabajo. —Maldita sea...
Regreso a mi habitación en busca de mi bolso, busco las pastillas y me tomo una para calmar el dolor. Me siento en la orilla de la cama y me quedo mirando fijo en la alfombra que está en mis pies...
— ¿Eres mi qué? ¿Por qué estos sueños siguen atormentándome? ¿Quién eres? ¿Acaso te he olvidado? ¡Dimeeeeeee! ¡Dimeee por favor! ¡Solo dame una señal! ¡Por favor!—las lágrimas caen por mis rojizas mejillas, me cubro el rostro y un grito sale de mi pecho, un grito de dolor, algo en mi pecho se estruje, un fuerte dolor, me dejo caer sobre la cama y me hago ovillo llorando como una niña, llorando por algo que no recuerdo, solo sé qué está instalado en mi pecho, en mi corazón y es como si fuese una pérdida, una gran pérdida.
Lloro desconsoladamente...hasta quedarme dormida abrazada a la almohada del otro lado de mi cama.
***
— ¿Estás bien? tienes los ojos hinchados—Dexter se reincorpora de la silla para acercarse a mí a toda prisa cuando me ve entrar a mi oficina.
—Estoy bien, es solo que no he podido dormir—tiro mi bolsa en el sillón, me dejo caer y luego Dexter se sienta a mi lado, dejo caer mi cabeza en su hombro y el hace lo mismo, pero contra mi coronilla. — ¿Recuerdas los sueños que he tenido en todos estos meses después de salir del hospital?
—Sí, ¿Sigues sin saber quién es ese hombre? —pregunta curioso y atento a mi conversación.
—Si, por más que supliqué que me diga su nombre en mis sueños, cuándo está a punto de decirlo, despierto. Anoche...—mi voz se quiebra. Me cubro mi boca para intentar reprimir un sollozo. Dexter se da cuenta, en silencio me rodea y me abraza a él con fuerza.
—Sé que duele no recordar, si tuviese las respuestas te ayudara a aclarar esa mente. Pero no sé nada más de ti, solo que tenías un mes desde que saliste del hospital y ya estabas trabajando en este proyecto del restaurante. Me contrataste como mánager y desde entonces sé lo que tú sabes, Mila. ¿Y tú amiga, Kate? ¿La del otro día? Ella es tu mejor amiga desde hace muchos años, ella debe de saber qué es lo que no puedes recordar...
Mi corazón se encoge.
—Dice que le duele recordar el accidente y cambia el tema.
— ¿No has intentado ir con un psicólogo? ¿El tema de la hipnosis? ¿La has intentado? —arrugo mi entrecejo intrigada.
—Nunca, pero me interesa saber un poco más—subo las piernas contra mi pecho mientras Dexter me sigue abrazando, ha sido un buen amigo después de un año.
—Tengo un amigo. Se llama John Cox, es bueno en su trabajo. Quizás pueda arreglar una cita, ¿Qué opinas?
—Me gusta la idea, ¿Desde cuándo lo conoces? —se remueve en su lugar.
—Después de haber perdido a mis padres, me recomendaron buscar un psicólogo. Así que desde entonces... estoy yendo con él. Una vez por semana, desde hace casi un año.
Nos quedamos en silencio.
—Lo siento, por tus padres.
—Gracias, Mila.
***
— ¡Qué descanse, señorita Davis! —cierro la puerta despidiendo a los últimos empleados. Pongo el seguro, la alarma y regreso al interior del restaurante, a mi oficina. Me dejo caer en el sillón y contemplo los papeles que están sobre la superficie de la mesa que adorna en medio de la sala dentro de mi oficina. Las ventas han aumentado, tengo varios listados de otros lugares donde podría poner otro restaurante. Me retiro mis zapatos y subo los pies al sillón con un puñado de hojas, me recargo en el respaldo del sillón y me concentro.
El sonido de mi móvil me hace retirar la mirada de los documentos, sigue sonando y bailando en la superficie de la mesa frente a mí.
— ¿Quién será? —miro el reloj frente a mi colgado en la pared. 2:46 am. Lo tomo y sigue sonando, deslizo el botón para contestar y me lo pongo en el oído mientras doy una revisada distraída a los documentos de mi mano. — Mila Davis.
Se escucha una respiración agitada del otro lado de la línea, dejo los documentos sobre mi regazo donde tengo cruzado mis muslos. Repito— ¿Sí? ¿Quién es? —la respiración es agitada, me tenso. Miro la pantalla y es un número privado. —Voy a colgar.
—Espera—me congelo en mi lugar...esa voz. Mi cuerpo se tensa de pies a cabeza, tiro los papeles de mi regazo y me reincorporo de un movimiento.
— ¿Quién eres? Dime quién eres—susurro y mi cuerpo se vuelve tembloroso, mis piernas amenazan con tirarme al suelo y solo escucho la respiración agitada. — ¡Dime quién eres! ¿Por qué no hablas? si no hablas voy a colgar—y el silencio se escucha reemplazado por un “Bip”
Ha colgado.
—Eres tú...el hombre en mis sueños.
M A X I M I L I A NOMi mirada se queda perdida en el móvil que tengo en mi mano.— ¿Qué he hecho? —mi mano tiembla, el sudor sigue abrazando cada centímetro de mi cuerpo, después el amargo sabor de la pesadilla. Cierro los ojos mientras sigo intentando controlar mi respiración, es como si hubiese corrido un gran maratón, mi garganta está seca, segundos después un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Aprieto el agarre del móvil.—No, no te he perdido aún, definitivamente no, Mila. Estás respirando, estás viva, no muerta, no como ha sucedido en mis sueños. Estás viva, ¡Tú, estás viva! —me levanto y con un fuerte movimiento estrello mi móvil contra la pared. —¡¡ESTÁS VIVA!! ¡¡NO MUERTA!! ¡¡NO ESTÁS MUERTA!! ¡&
M I L ALlego a mi departamento, durante el trayecto no ha dejado mi mente de repetir la llamada de hace una hora, la voz del otro lado de la línea, la respiración agitada. Cierro los ojos cuando me dejo caer en el sofá de la sala. Estoy a oscuras. Pensando en todos esos sueños eróticos, todas esas noches que despertaba temblando como una hoja de papel, cerraba los ojos ansiosa por regresar a sus caricias, a sus susurros cerca de mi oído.— ¿Quién eres? —agarro el móvil del interior de mi gabardina al mismo tiempo que me quito los zapatos y subo los pies al sofá, me abrazo con una mano mis piernas, dejo caer mi barbilla en las rodillas y con la otra mano sostengo el móvil, miro la llamada, así como el detalle de la hora. Me acomodo en el sofá y me hago un ovillo sin soltarlo, cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño."
M A X I M I L I A NOMomentos antes...—Entonces la junta el día de mañana a las nueve se retoma, tengo que salir—comento a Helena quien está tomando todas las carpetas que están sobre la superficie de la mesa. Eran las siete de la mañana y acabamos de tener una reunión de emergencia. Ya se han retirado los de finanzas y parte del equipo de proyección. Helena me mira al ver que no me levanto de mi asiento.— ¿Está todo bien? —dice mientras se abraza las carpetas a su pecho. Asiento en silencio, intento mostrar una mueca, pero ni eso puedo hacer. Bajo la mirada a mis manos cubiertas de vendas. — ¿Vas a decirme que ha pasado en tus manos?—Estoy bien—digo secamente intentando comp
M I L AEl enfermero ha salido de mi habitación, recargo la cabeza lentamente sobre la almohada. Cierro los ojos e intento concentrarme en esa voz, esa voz al desmayarme. Era él, sin duda era él. ¿Estaré loca? ¿Por qué persigo en la vida real a alguien quien solo está en mis sueños nocturnos? Levanto mi brazo y lo descanso sobre mi frente. No entiendo lo furiosa que me pone saber que mi padre aún sigue vigilando, es como si quisiera evitar que hurgara en algo...Otra cosa, ¿Por qué la doctora tiene un rostro familiar? ¿Habremos cruzado en el otro hospital? ¿Será amiga de Stevenson? Niego en silencio, son demasiadas preguntas. Al cabo de unos minutos, tocan la puerta, debe de ser la doctora.—Adelante—digo al mismo tiempo que intento levantarme un poco, la puerta se abre y no es la doctora. Arrugo mi entrecejo al ver al hombr
M A X I M I L I A N O—No.Es lo único que pronuncia mi boca. Decir esta palabra es lo más doloroso que he dicho en mi vida casi igual cuándo su padre me obligó a firmar los papeles del divorcio mientras estaba postrado en una maldita cama de hospital. Ella había muerto por unos minutos, todo por mi culpa.Ella abre los ojos aún más por mi negativa. ¿Cómo decirle que soy yo el hombre de sus sueños? Las lágrimas se deslizan por sus mejillas sonrojadas, se lleva la mano a su boca para callar su sollozo, se limpia las lágrimas y puedo ver un gesto de determinación. Es la Mila de la que me he enamorado. Levanta su barbilla y me enfrenta desde su lugar, puede provocar un poco de intimidación, pero ¿A mí? no. Lo ha aprendido de mí. No quieras enseñar al maestro, nena. Me reincorporo y me cruzo de brazos. Ten
M I L A— ¿Cómo te sientes? —la doctora me pregunta mientras escribe algo en su tableta y mira mis signos vitales en la máquina. Intento no mostrar mi frustración.—Bien, gracias. ¿Cuándo podría irme de aquí? tengo un negocio que...—la puerta se abre e interrumpe mis siguientes palabras.Palidezco: Mi madre.— ¿Cuándo ibas avisarme que estabas internada? ¡No juegues con mi corazón, Mila! —mi madre ignora a la doctora y la esquiva para llegar a mi lado. Sus ojos están cristalinos.—Estoy bien, es solo un poco de estrés—intento que no se preocupe, pero es una madre.—No me mientas—me revisa el rostro en espera de algo más.—Puedes preguntarle a doctora, ¿Verdad, doctora? —ella se instala a los pies de mi cama, y mira a mi madr
M A X I M I L I A NO — ¿Entonces estás decidido? —El doctor me mira detenidamente. Asiento mientras acaricio con cuidado mi rodilla. —Estoy decidido, quiero la operación cuánto antes—el doctor se deja caer en el respaldo de su silla. —Bien, hoy puedo internarte a las ocho, prepararte y a primera hora de mañana...estarás entrando al quirófano. Tengo los estudios suficientes para poder arreglar esa rodilla, es un poco tedioso el procedimiento, pero es el mejor. La operación dura alrededor de 12 horas, así que prepara todo en tu empresa...estarás aproximadamente hasta el próximo viernes aquí. El temor empieza a crecer poco a poco, pensé que diría que dentro de una semana o más. — ¿Tanto tiempo? —él asiente decidido. —Después de la operación debes de estar en total reposo, ¿Tú estarte quieto después? No lo creo, te conozco Maximiliano Rogers, te quedarás hasta el próximo viernes, yo mismo voy a monitorear tu
M A X I M I L I A NOMe siento en la orilla de la cama intentando tranquilizarme, mi rodilla duele, sí que duele, mi mano acaricia lentamente, cierro los ojos e intento concentrarme.—Tranquilo Rogers. No todo está perdido…—suelto un suspiro.Me levanto con cuidado y camino por la habitación, finalmente dejo mi mano en el picaporte de la puerta para salir, lo hago, pero al cerrar la puerta detrás de mí, me detengo. Dejo caer la espalda contra la puerta y luego cierro los ojos.—Vamos. Tú puedes…—intento armarme de valor, abro los ojos y giro mi rostro hacia la habitación que está a lado. Camino con cuidado de no forzar mucho la rodilla. Me detengo cuando estoy de pie f