MAXIMILIANO
— ¿En el muelle? ¿Estaba sola? —el nudo en medio de mi estómago crece provocando que me tense más rápido, me levanto de mi cama y me siento en la orilla, enciendo la lámpara que está en mi mesa de noche. —Te espero en el despacho para que me informes cada detalle.
Cuelgo el móvil y miro perdido en algún punto de la alfombra. ¿Qué estaba haciendo Mila en el muelle a estas horas? Miro el reloj que se encuentra a un lado de la lámpara: 1:38 am. Ella debe de estar durmiendo normalmente. ¿Habrá pasado algo? Me levanto como un resorte y busco una camiseta de algodón, salgo de la habitación y bajo las escaleras. Llego a mi despacho y encuentro a Marco en el móvil preocupado.
— ¿Qué mierdas hacia Mila en el muelle a horas de la madrugada? —espeto furioso y preocupado al mismo tiempo. Me dejo caer en la silla que está en el escritorio y paso ambas manos por mi rostro frustrado.
—La señorita Davis ha salido de la casa de sus padres, después de tomar la interestatal ha llegado al muelle, Erick informa que estaba sola, descalza y que se había quedado como pensativa frente al catamarán.
El corazón se agita.
— ¿Pensativa? —pregunto intrigado. Marco asiente. — ¿Crees que haya recordado algo? ¿Qué...? —me detengo, la piel se me eriza por completo.
— ¿Señor Rogers? —Marco me llama. Agito mi cabeza frustrado.
—Lo siento, es solo que sabes cuánto tiempo ha pasado, ¿Ella podría haber recordado algo? —Marco usa su móvil y lo pone en altavoz.
—Erick—contesta del otro lado de la línea.
—El señor Rogers está presente—informa Marco.
—Buenas noches, señor Rogers—dice Erick.
—Buenas noches, ¿Puedes darme detalles de lo que acaba de pasar? —pido.
—La señorita Davis estuvo en la mansión de los Davis debido al cumpleaños del padre, salió alrededor de las 12 am, llevaba la misma escolta solo que ahora tomaron más distancia de la normal, yo pienso que debió haberse dado cuenta que la escolta la seguía ya que comenzó a esquivar los autos a una gran velocidad...—me tenso. Ella no debió haber manejado de tal manera por más furiosa que estuviese—después llegó al muelle, la escolta no apareció. Ella bajó descalza y caminó por todo el muelle hasta quedarse unos quince minutos aproximadamente sentada al final del lugar, yo entré al catamarán para no ser visto, cuando me di cuenta que se había levantado, caminó hasta que se detuvo a unos metros del catamarán de usted, después se quejó de dolor de cabeza, me alarmé pero se repuso y me sorprendió que se inclinó en busca de algo, me di cuenta que estaba viendo la placa dorada donde dice M.M RS, lo repitió en voz baja, así que salí. Realmente estaba muy oscuro como para que estuviese sola en el lugar, hizo preguntas que, si era el dueño del catamarán, y luego preguntó si nos habíamos visto, se veía extrañada.
— ¿Le dijiste algo? —pregunto preocupado.
—No, le dije que no. Pero ella se veía como si hubiese tenido algún recuerdo, en lo personal. —mi corazón se agita a toda prisa. —Después se despidió y salió hasta su auto, esperé hasta que su auto se retirará para seguirla, llegó a su departamento y ya no ha salido.
—Gracias, Erick.
—De nada, señor Rogers. Yo aún...—se detiene.
—No fue tu culpa—le digo seguro.
—Pero de haber detenido el choque, ella no hubiese perdido la memoria y usted no tuviera su rodilla mal... y…—se escucha cargado de culpa.
—Pero las cosas sucedieron así, deja de culparte. Necesito un informe completo, mañana a primera hora. Descansa—nos despedimos, cuelgo la llamada.
— ¿Está bien, señor Rogers? —pregunta Marco preocupado. Niego, me paso ambas manos para aligerar un poco de tensión por mi rostro.
—Mila ha cambiado su rutina, ella ha seguido algún... ¿Cómo le dicen? —no encuentro la palabra.
— ¿Instinto? ¿Recuerdo? —Intenta Marco, pero no sé cómo definirlo.
—No sé, ¿Desde cuándo ella ha cambiado su rutina en estos veinte meses? No lo había hecho.
— ¿No le ha informado algo nuevo el doctor que la atiende? —me recargo en mi respaldo.
—No, no se ha podido comunicar desde cuando descubrió que el padre de Mila lo tiene vigilado, no quiere poner en riesgo su licencia y que pierda a Mila como paciente. No nos conviene, lo último que envió fue que tenía fuertes jaquecas, pero le recetó dos tipos de pastillas para calmar, dice que es por lo mismo del accidente. —cierro los ojos e intento no ir ahí. A esa noche, el nudo sube por mi garganta evitando que pueda seguir hablando, Marco se da cuenta y en silencio se retira del despacho. Me levanto y me acerco al mueble de las bebidas, me sirvo dos dedos de mi licor favorito. Abro las puertas dobles dejando que la brisa de la madrugada entre a casa. Me recargo en el pilar y doy un sorbo. Miro el gran jardín delantero de la casa, a lo lejos se ve las dos grandes puertas para entrar. Cierro los ojos al dar un segundo trago a mi bebida, el ardor que provoca al bajar por mi garganta aleja un poco mis pensamientos.
—Mila, mi dulce Mila, ¿Qué es lo que está pasando por esa cabeza? ¿Me recordarás? ¿Pensarás en el tipo que elogió tus gofres? —las lágrimas de la impotencia caen mientras termino mi bebida de un solo trago. Miro el vaso de cristal en mis manos y lo arrojo recordando esa última noche.
"— ¿Vas a usar esa pajarita? —Mila camina hacia mí, tengo el cajón de las corbatas y pajaritas abierto y con una de esta última en mi mano. Ella arquea una ceja mientras me da un repaso—Me gusta más la gris oscura, hará juego con mi vestido—y baja la mirada y le sigo. El vestido se adhiere a su cuerpo impresionante, cayendo la tela desde sus caderas en línea recta hasta la alfombra. Su escote es en V hasta el centro de su estómago, es perfecto y elegante. No enseña mucho y es lo que me fascina, muestra la palidez de su piel, pero solo poco. Su cabello está recogido en un moño rebelde y sus aretes son discretos a juego con el vestido.
—Estás perfecta—ella sonríe y el brillo de sus ojos me dan pista de lo que está pensando—Recuerda que tenemos que estar antes que los demás, subiré a dar ese discurso y tendremos lo que sea que estés pensando después de la cena—ella se sonroja, entreabre sus labios para tomar aire.
—Haces que te desee como loca, te gusta, ¿verdad? —La tomo por la cintura y la atraigo contra mi pecho, atrapo su labio inferior y lo chupo descaradamente.
—Tú me vuelves loco, a cada minuto, a cada maldito segundo te deseo, si no tuviera el discurso y el compromiso de asistir, créeme, estaría desvistiéndote aquí mismo, y te haría mía como no tienes una maldita puta idea...—mi nariz roza la curva de su cuello para olerla y ella se estremece— Mila, mi dulce Mila.
Ella tiembla en mis brazos, su mano acaricia la parte de frente de mi pantalón y siente mi erección. Tiemblo a su toque...
—Es una promesa—asiento dejando varios besos fugaces por su rostro. —Marco y Erick esperan para irnos, ¿Te ayudo con la pajarita? —Sonríe descaradamente."
Entro al despacho, cierro las puertas que dan al jardín y agarro el porta-retrato que adorna mi escritorio y mi segundo lugar de trabajo—Duele tanto tu ausencia, cariño...—acaricio su rostro en la fotografía. Una de las que me recuerdan una etapa feliz a su lado:
Cuando fue...mi señora Rogers.
M I L A"—Abre la boca—susurra cerca de mi oído, lo hago lentamente—buena chica, chupa—y hago lo que me pide, el líquido se derrama de entre mis labios, una risa ronca sale de su pecho haciendo que vibre de pies a cabeza. Me acomoda en la oscuridad el antifaz.—Está rica la fresa—pasa su lengua por el lóbulo de mi oreja y luego chupa, me estremece. Mi espalda se arquea a esa sensación, comienzo a sentir la humedad. — ¿No puedes quitarme el antifaz? Está igual de oscuro...—Me encanta como te retuerces a mis caricias. Mi dulce, Mila, pero tengo una duda—ronronea cerca de mi oído nuevamente ignorando mi pregunta— ¿Cómo sabrás? Quiero deleitarme con tu sabor, ¿Puedo?Asiento mientras tiro de las esposas al sentir como sus labios bajan por la curva de mi cu
M A X I M I L I A NOMi mirada se queda perdida en el móvil que tengo en mi mano.— ¿Qué he hecho? —mi mano tiembla, el sudor sigue abrazando cada centímetro de mi cuerpo, después el amargo sabor de la pesadilla. Cierro los ojos mientras sigo intentando controlar mi respiración, es como si hubiese corrido un gran maratón, mi garganta está seca, segundos después un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Aprieto el agarre del móvil.—No, no te he perdido aún, definitivamente no, Mila. Estás respirando, estás viva, no muerta, no como ha sucedido en mis sueños. Estás viva, ¡Tú, estás viva! —me levanto y con un fuerte movimiento estrello mi móvil contra la pared. —¡¡ESTÁS VIVA!! ¡¡NO MUERTA!! ¡¡NO ESTÁS MUERTA!! ¡&
M I L ALlego a mi departamento, durante el trayecto no ha dejado mi mente de repetir la llamada de hace una hora, la voz del otro lado de la línea, la respiración agitada. Cierro los ojos cuando me dejo caer en el sofá de la sala. Estoy a oscuras. Pensando en todos esos sueños eróticos, todas esas noches que despertaba temblando como una hoja de papel, cerraba los ojos ansiosa por regresar a sus caricias, a sus susurros cerca de mi oído.— ¿Quién eres? —agarro el móvil del interior de mi gabardina al mismo tiempo que me quito los zapatos y subo los pies al sofá, me abrazo con una mano mis piernas, dejo caer mi barbilla en las rodillas y con la otra mano sostengo el móvil, miro la llamada, así como el detalle de la hora. Me acomodo en el sofá y me hago un ovillo sin soltarlo, cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño."
M A X I M I L I A NOMomentos antes...—Entonces la junta el día de mañana a las nueve se retoma, tengo que salir—comento a Helena quien está tomando todas las carpetas que están sobre la superficie de la mesa. Eran las siete de la mañana y acabamos de tener una reunión de emergencia. Ya se han retirado los de finanzas y parte del equipo de proyección. Helena me mira al ver que no me levanto de mi asiento.— ¿Está todo bien? —dice mientras se abraza las carpetas a su pecho. Asiento en silencio, intento mostrar una mueca, pero ni eso puedo hacer. Bajo la mirada a mis manos cubiertas de vendas. — ¿Vas a decirme que ha pasado en tus manos?—Estoy bien—digo secamente intentando comp
M I L AEl enfermero ha salido de mi habitación, recargo la cabeza lentamente sobre la almohada. Cierro los ojos e intento concentrarme en esa voz, esa voz al desmayarme. Era él, sin duda era él. ¿Estaré loca? ¿Por qué persigo en la vida real a alguien quien solo está en mis sueños nocturnos? Levanto mi brazo y lo descanso sobre mi frente. No entiendo lo furiosa que me pone saber que mi padre aún sigue vigilando, es como si quisiera evitar que hurgara en algo...Otra cosa, ¿Por qué la doctora tiene un rostro familiar? ¿Habremos cruzado en el otro hospital? ¿Será amiga de Stevenson? Niego en silencio, son demasiadas preguntas. Al cabo de unos minutos, tocan la puerta, debe de ser la doctora.—Adelante—digo al mismo tiempo que intento levantarme un poco, la puerta se abre y no es la doctora. Arrugo mi entrecejo al ver al hombr
M A X I M I L I A N O—No.Es lo único que pronuncia mi boca. Decir esta palabra es lo más doloroso que he dicho en mi vida casi igual cuándo su padre me obligó a firmar los papeles del divorcio mientras estaba postrado en una maldita cama de hospital. Ella había muerto por unos minutos, todo por mi culpa.Ella abre los ojos aún más por mi negativa. ¿Cómo decirle que soy yo el hombre de sus sueños? Las lágrimas se deslizan por sus mejillas sonrojadas, se lleva la mano a su boca para callar su sollozo, se limpia las lágrimas y puedo ver un gesto de determinación. Es la Mila de la que me he enamorado. Levanta su barbilla y me enfrenta desde su lugar, puede provocar un poco de intimidación, pero ¿A mí? no. Lo ha aprendido de mí. No quieras enseñar al maestro, nena. Me reincorporo y me cruzo de brazos. Ten
M I L A— ¿Cómo te sientes? —la doctora me pregunta mientras escribe algo en su tableta y mira mis signos vitales en la máquina. Intento no mostrar mi frustración.—Bien, gracias. ¿Cuándo podría irme de aquí? tengo un negocio que...—la puerta se abre e interrumpe mis siguientes palabras.Palidezco: Mi madre.— ¿Cuándo ibas avisarme que estabas internada? ¡No juegues con mi corazón, Mila! —mi madre ignora a la doctora y la esquiva para llegar a mi lado. Sus ojos están cristalinos.—Estoy bien, es solo un poco de estrés—intento que no se preocupe, pero es una madre.—No me mientas—me revisa el rostro en espera de algo más.—Puedes preguntarle a doctora, ¿Verdad, doctora? —ella se instala a los pies de mi cama, y mira a mi madr
M A X I M I L I A NO — ¿Entonces estás decidido? —El doctor me mira detenidamente. Asiento mientras acaricio con cuidado mi rodilla. —Estoy decidido, quiero la operación cuánto antes—el doctor se deja caer en el respaldo de su silla. —Bien, hoy puedo internarte a las ocho, prepararte y a primera hora de mañana...estarás entrando al quirófano. Tengo los estudios suficientes para poder arreglar esa rodilla, es un poco tedioso el procedimiento, pero es el mejor. La operación dura alrededor de 12 horas, así que prepara todo en tu empresa...estarás aproximadamente hasta el próximo viernes aquí. El temor empieza a crecer poco a poco, pensé que diría que dentro de una semana o más. — ¿Tanto tiempo? —él asiente decidido. —Después de la operación debes de estar en total reposo, ¿Tú estarte quieto después? No lo creo, te conozco Maximiliano Rogers, te quedarás hasta el próximo viernes, yo mismo voy a monitorear tu