M A X I M I L I A NO
Momentos antes...
—Entonces la junta el día de mañana a las nueve se retoma, tengo que salir—comento a Helena quien está tomando todas las carpetas que están sobre la superficie de la mesa. Eran las siete de la mañana y acabamos de tener una reunión de emergencia. Ya se han retirado los de finanzas y parte del equipo de proyección. Helena me mira al ver que no me levanto de mi asiento.
— ¿Está todo bien? —dice mientras se abraza las carpetas a su pecho. Asiento en silencio, intento mostrar una mueca, pero ni eso puedo hacer. Bajo la mirada a mis manos cubiertas de vendas. — ¿Vas a decirme que ha pasado en tus manos?
—Estoy bien—digo secamente intentando comp
M I L AEl enfermero ha salido de mi habitación, recargo la cabeza lentamente sobre la almohada. Cierro los ojos e intento concentrarme en esa voz, esa voz al desmayarme. Era él, sin duda era él. ¿Estaré loca? ¿Por qué persigo en la vida real a alguien quien solo está en mis sueños nocturnos? Levanto mi brazo y lo descanso sobre mi frente. No entiendo lo furiosa que me pone saber que mi padre aún sigue vigilando, es como si quisiera evitar que hurgara en algo...Otra cosa, ¿Por qué la doctora tiene un rostro familiar? ¿Habremos cruzado en el otro hospital? ¿Será amiga de Stevenson? Niego en silencio, son demasiadas preguntas. Al cabo de unos minutos, tocan la puerta, debe de ser la doctora.—Adelante—digo al mismo tiempo que intento levantarme un poco, la puerta se abre y no es la doctora. Arrugo mi entrecejo al ver al hombr
M A X I M I L I A N O—No.Es lo único que pronuncia mi boca. Decir esta palabra es lo más doloroso que he dicho en mi vida casi igual cuándo su padre me obligó a firmar los papeles del divorcio mientras estaba postrado en una maldita cama de hospital. Ella había muerto por unos minutos, todo por mi culpa.Ella abre los ojos aún más por mi negativa. ¿Cómo decirle que soy yo el hombre de sus sueños? Las lágrimas se deslizan por sus mejillas sonrojadas, se lleva la mano a su boca para callar su sollozo, se limpia las lágrimas y puedo ver un gesto de determinación. Es la Mila de la que me he enamorado. Levanta su barbilla y me enfrenta desde su lugar, puede provocar un poco de intimidación, pero ¿A mí? no. Lo ha aprendido de mí. No quieras enseñar al maestro, nena. Me reincorporo y me cruzo de brazos. Ten
M I L A— ¿Cómo te sientes? —la doctora me pregunta mientras escribe algo en su tableta y mira mis signos vitales en la máquina. Intento no mostrar mi frustración.—Bien, gracias. ¿Cuándo podría irme de aquí? tengo un negocio que...—la puerta se abre e interrumpe mis siguientes palabras.Palidezco: Mi madre.— ¿Cuándo ibas avisarme que estabas internada? ¡No juegues con mi corazón, Mila! —mi madre ignora a la doctora y la esquiva para llegar a mi lado. Sus ojos están cristalinos.—Estoy bien, es solo un poco de estrés—intento que no se preocupe, pero es una madre.—No me mientas—me revisa el rostro en espera de algo más.—Puedes preguntarle a doctora, ¿Verdad, doctora? —ella se instala a los pies de mi cama, y mira a mi madr
M A X I M I L I A NO — ¿Entonces estás decidido? —El doctor me mira detenidamente. Asiento mientras acaricio con cuidado mi rodilla. —Estoy decidido, quiero la operación cuánto antes—el doctor se deja caer en el respaldo de su silla. —Bien, hoy puedo internarte a las ocho, prepararte y a primera hora de mañana...estarás entrando al quirófano. Tengo los estudios suficientes para poder arreglar esa rodilla, es un poco tedioso el procedimiento, pero es el mejor. La operación dura alrededor de 12 horas, así que prepara todo en tu empresa...estarás aproximadamente hasta el próximo viernes aquí. El temor empieza a crecer poco a poco, pensé que diría que dentro de una semana o más. — ¿Tanto tiempo? —él asiente decidido. —Después de la operación debes de estar en total reposo, ¿Tú estarte quieto después? No lo creo, te conozco Maximiliano Rogers, te quedarás hasta el próximo viernes, yo mismo voy a monitorear tu
M A X I M I L I A NOMe siento en la orilla de la cama intentando tranquilizarme, mi rodilla duele, sí que duele, mi mano acaricia lentamente, cierro los ojos e intento concentrarme.—Tranquilo Rogers. No todo está perdido…—suelto un suspiro.Me levanto con cuidado y camino por la habitación, finalmente dejo mi mano en el picaporte de la puerta para salir, lo hago, pero al cerrar la puerta detrás de mí, me detengo. Dejo caer la espalda contra la puerta y luego cierro los ojos.—Vamos. Tú puedes…—intento armarme de valor, abro los ojos y giro mi rostro hacia la habitación que está a lado. Camino con cuidado de no forzar mucho la rodilla. Me detengo cuando estoy de pie f
M I L AMe habían dado de alta hace dos días, el restaurante seguía trabajando por sí solo cuando finalmente se contrató otro chef el mismo día que, uno bueno que hasta y se minimizó mis tareas, por el momento necesitaba un poco de espacio, no estaba centrada del todo, necesitaba darme un respiro.Necesitaba recuperar lo que según yo… he perdido.Los destellos de recuerdos habían dejado de atormentarme desde que salí de aquella habitación de hospital. Intenté hablar con la doctora, ella conocía a Maximiliano Rogers, ella sabía quién era realmente, pero nadie supo darme más información, solo su nombre, Lauren. Sé qué ella debió de haber dado la orden de no pasar cualquier dato sobre ella.Mi instinto me lo dice.Levanto mis piernas y las pongo sobre la mesa del centro de la
M A X I M I L I A NOHabía despertado hace horas, mis pensamientos están con Mila desde que he abierto mis ojos. La emoción de que la operación ha sido un éxito me llena de esperanza. Cierro mis ojos y el rostro de Mila aparece, su sonrisa, sus ojos y sus caricias.“Voy a luchar, Mila”La puerta se abre y me sorprende ver a mi hermana entrar, sus ojos están vidriosos y puedo ver emoción en su rostro.—La operación ha sido un éxito. —susurra cuando se acerca a mí. Asiento lentamente y ella se acerca a la silla que está al lado de mi cama.—Eso han dicho. Tengo que guardar reposo correspondiente y después empezar la terapia para…—siento un nudo en mi garganta. —…tu sabes. —digo cuando bajo la mirada a mi pierna vendada. —Sé qué voy a mejorar…
M I L AEstoy a punto de llegar a la calle principal cuando un auto se detiene derrapando contra el pavimento, retrocede un poco y la puerta del copiloto se abre:— ¡Entra! —el grito de un hombre desconocido me llena de pánico. Niego y entonces miró su rostro.Es el hombre del bar.El que me pidió perdón y dijo mi nombre. Algo me impulsa cuando escucho las llantas de otro auto, entro a toda prisa con mi pequeña maleta. El auto se mueve a una velocidad feroz, mi espalda se pega bruscamente al respaldo del asiento de cuero, miro hacia el hombre que maneja, ahora mis dudas me asaltan.Estúpida, estúpida, estúpida.El auto se mete entre calles, intentando perder a la camioneta blindada que nos sigue de cerca, el miedo, la confusión del momento y el arranque de adrenalina por subir a un auto ajeno y ver a un hombre que me ha pedido perd