M I L A
Años después...
Los acontecimientos anteriores, las verdades ocultas, así como las mentiras a medias, habían salido finalmente a la luz y esclarecido. Raymond había sido cómplice de Carla, a la que quería como madre, pero al final, solo descubrí que era mi tía. Había finalmente hablado ese día en la habitación de Raymond, estaba cansada de seguir guardando culpa por lo que me hizo, a nuestro bebé, a mí y a Maximiliano, entendí por qué de su actitud, intentó hablar, pero Raymond, siempre la persuadía, ahora, ambos están pagando el precio de sus mentiras, un juez había hecho justicia alejado de la influencia de Raymond.
Maximiliano había dado con algo muy importante: la tumba dónde descansaba mi madre, tenía un lugar dónde poder coAños atrás.Seattle. E.U.La noche era fría y empezó a llover, Maximiliano tomó del codo de Mila y le ayudó a subir al Bentley.—Espera. ¿Qué te pasa? —preguntó Mila al ver a Maximiliano con su quijada tensa y sus ojos centellando rabia.Maximiliano ignoró su pregunta, cerró la puerta, rodeó el auto hasta llegar a su lugar, encendió el auto y arrancó a toda velocidad provocando que ella se recargara al respaldo de su asiento.Después de varios minutos de silencio ella habló.—Voy a volver a preguntar, Maximiliano. ¿Qué es lo que pasa? —Maximiliano se giró un poco para mirarla al mismo tiempo que se detuvo en el semáforo en rojo.— ¿Fue muy agradable la conversación con el hijo del embajador? —Mila entendió e
M A X I M I L I A NO—Señor Rogers, el auto está listo. —Levanto la mirada al escuchar la voz de Marco, está de pie frente al escritorio con sus manos al frente y entrelazadas.—Ya estoy terminando—miro la hora y puedo sentir como mi corazón se acelera— ¿Estamos a buen tiempo? —Marco arquea una ceja sorprendido. Asiente lentamente luego baja la mirada a su reloj.—Tenemos diez minutos extras, por si quiere...—duda en seguir y el sonrojo llega a sus mejillas—usted sabe. Asiento en silencio. Me levanto de mi silla con cuidado, tomo mi americana y le entrego mi maletín, salimos del edificio, el auto espera con Scott y la puerta abierta. Entro y me acomodo en el asiento, estoy nervioso. Marco se reincorpora en el tráfico de Washington, el clima es agradable y las nubes amenazan con estropearlo.Tomo mi móvil y llamo a mi
M I L A"Sus labios recorren mi piel, centímetro a centímetro, mi piel se eriza al grado de obtener un dolor placentero, siento como la humedad se hace presente en mi centro. Mi cuerpo tiene vida, me retuerzo, gimo, jadeo y vuelvo a retorcerme entre las sábanas de la cama.—Eres exquisita, Mila...—su voz es ronca y sexy, sus labios encuentran mi humedad en mi sexo y comienza a jugar con su lengua.—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!—las sensaciones que produce son indescriptibles, el calor sube y después se arremolina en el centro de mi vientre, estoy a punto...—Solo dime tu nombre...—Soy yo, t.…—y cuando está a punto de decir su nombre, llego a mi clímax..."Despierto de golpe, sentándome como un resorte mientras el sudor se desliza por mi piel, cier
MAXIMILIANOCierro la puerta doble de cristal detrás de mí, el corazón me martillea con fuerza a punto de salir de mi pecho. ¡Hemos hablado! La piel se me ha erizado cuando su mirada me siguió desde que me puse de pie hasta que llegué a ella en la barra.¿En serio, Rogers? ¿Los mejores gofres? Mierda, pude haber dicho más, Marco me espera en la acera, murmura algo en su manga del saco, se presiona el chícharo (Micrófono) que tiene discretamente en el oído.—Señor Rogers, tenemos problemas—el maldice entre dientes por lo bajo, miro en su dirección, un auto blindado está estacionado en la esquina de la calle, hay un hombre de seguridad que espera afuera del auto, se inclina para escuchar algo y luego camina hasta nosotros.—Buenas días, señor Rogers, el señor Davis quiere hablar con usted—me se&nt
M I L ACierro la puerta de mi auto, agarro con fuerza la caja de regalo junto con mi bolsa de mano, me encamino hasta las puertas altas de roble, trago saliva, tomo aire lentamente para tranquilizar mi corazón agitado. No me gusta venir a casa de mis padres, siento un nudo en medio de mi estómago y no entendía el motivo. Mi dedo tembloroso toca el botón del timbre, puedo usar las llaves que me habían entregado el año pasado, pero no estoy segura de querer hacerlo. La puerta se abre interrumpiendo mis pensamientos, pongo una sonrisa fingida.—Buenas noches, señorita Davis, la están esperando en el gran comedor—la mujer morena me invita a pasar, agarra mi abrigo y no avanzo más allá del recibidor, ella arruga su entrecejo. — ¿Se encuentra bien, señorita Davis? —afirmo intentando mostrar serenidad, pero fallo.— ¿Ha llegado mi madr
MAXIMILIANO— ¿En el muelle? ¿Estaba sola? —el nudo en medio de mi estómago crece provocando que me tense más rápido, me levanto de mi cama y me siento en la orilla, enciendo la lámpara que está en mi mesa de noche. —Te espero en el despacho para que me informes cada detalle.Cuelgo el móvil y miro perdido en algún punto de la alfombra. ¿Qué estaba haciendo Mila en el muelle a estas horas? Miro el reloj que se encuentra a un lado de la lámpara: 1:38 am. Ella debe de estar durmiendo normalmente. ¿Habrá pasado algo? Me levanto como un resorte y busco una camiseta de algodón, salgo de la habitación y bajo las escaleras. Llego a mi despacho y encuentro a Marco en el móvil preocupado.— ¿Qué mierdas hacia Mila en el muelle a horas de la madrugada? —espeto furioso y preocupado al mismo tiempo.
M I L A"—Abre la boca—susurra cerca de mi oído, lo hago lentamente—buena chica, chupa—y hago lo que me pide, el líquido se derrama de entre mis labios, una risa ronca sale de su pecho haciendo que vibre de pies a cabeza. Me acomoda en la oscuridad el antifaz.—Está rica la fresa—pasa su lengua por el lóbulo de mi oreja y luego chupa, me estremece. Mi espalda se arquea a esa sensación, comienzo a sentir la humedad. — ¿No puedes quitarme el antifaz? Está igual de oscuro...—Me encanta como te retuerces a mis caricias. Mi dulce, Mila, pero tengo una duda—ronronea cerca de mi oído nuevamente ignorando mi pregunta— ¿Cómo sabrás? Quiero deleitarme con tu sabor, ¿Puedo?Asiento mientras tiro de las esposas al sentir como sus labios bajan por la curva de mi cu
M A X I M I L I A NOMi mirada se queda perdida en el móvil que tengo en mi mano.— ¿Qué he hecho? —mi mano tiembla, el sudor sigue abrazando cada centímetro de mi cuerpo, después el amargo sabor de la pesadilla. Cierro los ojos mientras sigo intentando controlar mi respiración, es como si hubiese corrido un gran maratón, mi garganta está seca, segundos después un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Aprieto el agarre del móvil.—No, no te he perdido aún, definitivamente no, Mila. Estás respirando, estás viva, no muerta, no como ha sucedido en mis sueños. Estás viva, ¡Tú, estás viva! —me levanto y con un fuerte movimiento estrello mi móvil contra la pared. —¡¡ESTÁS VIVA!! ¡¡NO MUERTA!! ¡¡NO ESTÁS MUERTA!! ¡&